1 de abril de 2009

Un nuevo viejo orden internacional

LA CRISIS Y LAS RESOLUCIONES DEL G-20 EN LONDRES

El neoliberalismo atraviesa su primera gran crisis. Para remediarla, los veinte cráneos que se reunieron en Londres la semana pasada no encontraron mejor solución que premiar con más de un billón de dólares al Fondo Usurario Internacional, también conocido como FMI. Es decir, que decidieron aplicar las mismas políticas que produjeron la crisis. Eufóricos, algunos de ellos han llegado a decir que se ha iniciado un nuevo orden internacional, que en realidad se parece muchísimo al que venía rigiendo hasta ahora, y que comenzó a mediados de los ’70. La presidenta Cristina Fernández opinó que se ha dado un “salto cualitativo”.

Por Marcelo R. Pereyra

NACER, VIVIR Y MORIR

Así como el ser humano atraviesa diversas crisis a lo largo de su vida relacionadas con su evolución como sujeto biológico, el capitalismo también ha sufrido problemas de crecimiento que han transformado su identidad. A partir de 1860, en la época de la “segunda revolución industrial”, se conformó un sistema mundial librecambista de trabajo, mercaderías y flujos de capital. Salvo los Estados Unidos, que eran proteccionistas, el resto de los países grandes adoptó el patrón oro para simplificar las operaciones del sistema mundial de comercio libre y multilateral. La primera crisis capitalista surgió en 1873 por una depresión del comercio y por perturbaciones y abusos en las formas de intercambio. De esta crisis los países librecambistas salieron aplicando medidas proteccionistas.

La segunda crisis capitalista, la de 1929-1930, es más conocida y bastante parecida a la actual, pues se debió a una descontrolada y alocada especulación en la bolsa de New York. Esa crisis se atacó con medidas que estimularon la economía real, es decir, la productiva. Igual que en la actualidad, un Estado -oportunistamente revalorizado- sacó del apuro a los desaforados especuladores: de un día para el otro, todos los adoradores del poder omnímodo de “la mano invisible del mercado” pasaron a aceptar sin chistar la intervención estatal en la vida económica.

La etapa del que se dio en llamar el “Estado de Bienestar” comenzó a declinar a principios de los ’70 disparada por el alza del precio del petróleo y por cierto agotamiento en las históricas relaciones sociales de producción capitalista. El sistema decidió que ya había producido muchos bienes, que había dado mucha mano de obra, que había construido muchos puentes y rutas, y que era hora de sentarse sobre la guita acumulada y ponerla a trabajar. Ese fue el principio del Nuevo Orden, o nueva etapa de un capitalismo financiero especulador que echó a patadas al Estado de casi todos los ámbitos en los que intervenía. Y así la famosa “mano invisible del mercado” volvió a regir nuestros destinos. Esta fase neoliberal del capitalismo es la que ha estallado hoy.

CUANDO LAS PAPAS QUEMAN, NO HAY NADA MEJOR QUE EL ESTADO

Todo empezó Estados Unidos con el famoso entuerto de las hipotecas de segunda, o quizás sería más apropiado decir, las hipotecas para los ciudadanos de segunda: personas a las que por sus bajos ingresos ningún banquero sensato –y honesto- les habría prestado ni un solo dólar. Pero les prestaron igual y cuando no pudieron pagar más se armó el despelote: primero fueron los bancos, después cayeron las grandes empresas productivas que parece que no pueden operar si no es con permanente ayuda financiera. Y como las economías de la especulación y de la producción están firmemente entrelazadas a escala planetaria, el despelote se generalizó entre los países más industrializados.

La primera solución que tomaron los gobiernos de estos países fue poner plata de los contribuyentes para salvar a los especuladores. En España, por ejemplo, el gobierno cedió gentilmente 30.000 millones de euros a los bancos. Este país tiene actualmente 46.063.511 habitantes; si todos esos euros se repartieran entre los españoles a cada uno le tocarían 652,18 millones de euros, con los cuales podrían pagar tranquilamente no una sino miles de hipotecas. Pero no, esa plata no fue para ellos, fue para los bancos, que son los que nunca pierden. Pero al parecer, esto no era suficiente. Así que los jefes de los países más poderosos decidieron reunirse en Londres a ver qué otra genialidad se les ocurría para beneficiar a los especuladores, y de paso joder a los trabajadores. Para darle una pátina de representatividad al meeting londinense, invitaron a algunos presidentes de países “emergentes” (¿de dónde “emergen” estos países?), entre ellos Brasil y Argentina.

Estos cráneos que integran el G-20 decidieron que lo mejor que podía hacerse era fortalecer al alicaído Fondo Usurario Internacional (más conocido como FMI). Este organismo ha sido siempre el principal órgano de difusión y control del ideario neoliberal alrededor del mundo. Por lo tanto, como ha ocurrido históricamente, el FMI prestará plata sólo aquellos que países que apliquen las mismas políticas neoliberales que desembocaron en la crisis presente. Con el léxico que lo caracteriza, Hugo Chávez opinó que “darles fondos al FMI y al Banco Mundial es como echarles carne a los buitres, porque ellos son los villanos que han hundido el mundo”.

El G-20 también decidió establecer “sistemas reguladores fuertes” para el sector financiero y combatir los “paraísos fiscales”. Se dieron cuenta un poco tarde, muchachos. De todas maneras, y como dijo Chávez, “es imposible regular al monstruo financiero del sistema capitalista”. En efecto, el capitalismo es irresponsablemente irracional: lo lleva en su ADN, es la base de su sistema de acumulación.

En síntesis, el G-20 decidió ignorar el análisis de las contradicciones propias del neoliberalismo, y decidió salir de la crisis con más neoliberalismo.

¿Y POR CASA CÓMO ANDAMOS?

La delegación argentina a la reunión del G-20 se mostró satisfecha con los resultados: “se ha dado un salto cualitativo”, declaró la presidenta Fernández. Más bien habría que decir que el salto fue cuantitativo, porque con el aumento de los Derechos Especiales de Giro (DEG) que se dispuso en la cumbre de Londres, el Banco Central se hará de unos 2.500 millones de dólares. No es poca plata en un momento en el que nadie quiere prestar ni un maravedí.

Como se sabe, desde que se desató la crisis, el gobierno argentino viene encarando una decidida campaña en pos de acumular reservas y efectivo. La cosa empezó hace un año con la tristemente célebre resolución 125, que tuvo como objetivo quedarse con buena parte de las importantes ganancias que venían acumulando los productores agropecuarios. Fracasado ese intento, y habiendo descendido alarmantemente la recaudación fiscal por la merma en el precio internacional de los productos de la tierra, el gobierno ideó la obscena ley de blanqueo de capitales que premia a los que fugaron guita bien o mal habida.

Y luego vino otra medida que, en esencia, era correcta: la renacionalización de los aportes jubilatorios. En este último caso, mucha de esa plata que ahora maneja la ANSES ha sido puesta al servicio de la financiación de la compra de diversos bienes que mayormente consumen las clases medias: autos, heladeras, lavarropas, calefones, bicicletas, triciclos…Ni un solo peso fue utilizado para beneficiar a las clases más desposeídas, y/o a los jubilados. Esto tiene una clara explicación política en este año electoral: el kirchnerismo sabe que puede contar con los votos de los millones de pobres que viven en el conurbano bonaerense gracias a la política clientelística que desarrollan los intendentes de la región. En efecto, todo indica que Néstor Kirchner ganará en el primer y segundo cordón industrial. Pero en realidad todas las medidas señaladas más arriba apuntaban a ganarse el favor electoral de una clase media tradicionalmente arisca para con el peronismo. Poco logrará en ese sentido porque todos los planes de canje y compra han resultado un estrepitoso fiasco, tal vez porque están mal armados, tal vez porque sólo fueron operaciones de propaganda.

FINAL CON BOINA BLANCA

Para sorpresa de muchos, incluido este cronista, las clases medias ganaron masivamente la calle para expresar su lamento por la muerte del Raúl Alfonsín. En un ejercicio catártico recordaron que también existen y que el ex presidente las representó políticamente como nunca nadie –ni antes ni después- supo hacerlo. En la calle y en los medios todos elogiaron desmedidamente a Alfonsín, pero más que por valores inherentes a su persona por contraste con todos los que lo siguieron en el ejercicio del poder, incluyendo sobre todo a los actuales gobernantes. Como sea, esa manifestación pública es un significativo indicio de la catastrófica derrota electoral que sufrirá el kirchnerismo en la capital del país y, probablemente, en otras grandes ciudades. En este aspecto, el malicioso adelantamiento de las elecciones no servirá para nada. La pelea fuerte será en el corazón agropecuario de la provincia de Buenos Aires. Allí todavía nada está dicho.

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