1 de mayo de 2009

Homenaje a la primera victoria del movimiento obrero argentino

SE CUMPLEN CIEN AÑOS DE LA “SEMANA ROJA”

Se cumplen cien años de la “Semana Roja” que, protagonizada por los gremios y sindicatos anarquistas y socialistas, se convirtió en una fecha clave para el movimiento obrero argentino, ya que por primera vez en la historia de las huelgas generales un gobierno debió pactar con los obreros.

Por Hernán L. Giardini

La situación laboral y habitacional de los obreros en Argentina a fines del siglo XIX era paupérrima. Muchos de ellos, recién llegados de Europa, debían soportar la explotación y el hacinamiento.

Así lo explicaba claramente el periódico “El Obrero” en su edición del 13 de febrero de 1892:

“Cada patrón redacta su reglamento de taller a su antojo en Buenos Aires, y el obrero obedece a las disposiciones de este reglamento, o paga multa. (…) El obrero debe someterse calladamente a esta infame injusticia, si no quiere perder la ocupación, y aun ser agarrado por la policía, pegado y estropeado, y echado a los inmundos calabozos, en donde estará todo el tiempo que quiera el comisario. Y cuando el infeliz se salvó de las garras de la Caribdis-patrón, y busca el descanso en su mísera habitación del conventillo, cae presa de la aún más cruel Escila-locador del empresario de la casa de inquilinato, que le arranca por alquileres la mayor parte de su salario, y le sujeta a un reglamento arbitrario e injusto, despótico y cruel sin límites. ¡Y la policía está allí otra vez cuidando, machete en mano, que los artículos del reglamentos del conventillo se cumplan al pie de la letra, siendo el empresario el intérprete y también si juez en causa propia!”

Por entonces, el maltrato a los obreros, y especialmente a los extranjeros, era una verdadera política de estado.

Solicitado por el entonces Ministro del Interior Joaquín V. González durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca, Juan Bialet Massé elaboró su tristemente célebre “Informe sobre el estado de las clases obreras a comienzos de siglo”, que reza:

“Aparte de algunos inmigrantes que vienen llamados por otros ya radicados, de esa masa de dependientes de comercio que ya no caben y que en el interior trabajan por 25 pesos al mes, y de pocos, muy pocos, que vienen traídos por algunas compañías colonizadoras, la mayor parte de los inmigrantes que vienen son mendigos, muchos que huyen de la justicia y una masa de cabezas huecas que creen que en llegando al país deben darles trabajo en Plaza de Mayo, y recibirlos a mantel puesto, dándole aquí leyes, instituciones y diversiones a modo de su tierra.”

La política represiva contra los obreros extranjeros se profundiza con el gobierno de Figueroa Alcorta, que decide aplicar a rajatabla la “Ley de Residencia” Nº 4.144, vigente desde hacía siete años, y que le sirve principalmente para expulsar del país a los dirigentes anarquistas extranjeros e impedir el ingreso al territorio de la república a todo extranjero considerado por el gobierno como agitador.

La persecución a los obreros extranjeros se producía fundamentalmente porque el gobierno y los empresarios de la época estaban cada vez más preocupados por la organización y radicalización del movimiento obrero.

Es así que el primero de mayo de 1909 las organizaciones, sindicatos y gremios obreros se preparaban para homenajear a los Mártires de Chicago y reivindicar el Día de los Trabajadores.

Entonces se anunció la realización de dos actos: uno estaba organizado por los socialistas de la Unión General de Trabajadores (UGT) y se realizaría en Plaza Constitución, el otro era el de la anarquista Federación Obrera Regional Argentina (FORA) que invitaba a la concentración en la plaza Lorea.

Desde el mediodía la Plaza Lorea comienza a poblarse de trabajadores anarquistas, muchos de ellos extranjeros. Casi al mismo tiempo de la llegada de la asociación anarquista “Luz al Soldado”, en la esquina de Avenida de Mayo y Salta detuvo su auto el Jefe de la Policía, el coronel Ramón Falcón, que al ser fuertemente repudiado por los obreros, ordena que los repriman y se retira.

Entonces, la policía avanzó duramente con tropas de infantería y caballería sobre la manifestación; una hora de combates arrojó varios muertos y decenas heridos.

Para el historiador Osvaldo Bayer, se trató de “una de las más grandes tragedias de nuestras luchas callejeras. Alguien dispara un tiro. Se desata el tiroteo. Ataca la caballería. Los obreros huyen, pero no todos. Hay algunos que no retroceden. Después de media hora de pelea brava la plaza queda vacía. El pavimento está sembrado de gorras, sombreros, bastones, pañuelos… y 36 charcos de sangre. Son levantados 3 cadáveres y 40 heridos graves. Los muertos son Miguel Bech, español, de 72 años, vendedor ambulante; José Silva, español, de 23 años, empleado, y Juan Semino, argentino, de 19 años, albañil. Horas después morirán Luis Pantaleone y Manuel Fernández, español de 36 años, guarda de tranvía”.

Tras la brutal represión, que dejó 11 muertos y más de 105 heridos, muchos de los cuales fallecieron en los días siguientes, la FORA y la UGT, apoyadas por el Partido Socialista, llaman a la huelga general por tiempo indeterminado, exigiendo la renuncia de Falcón para detenerla:

“Declárese la huelga general por tiempo indeterminado a partir del lunes 3 y hasta tanto no se consiga la libertad de los compañeros detenidos y la apertura de los locales obreros. Se aconseja muy insistentemente a todos los obreros que a fin de garantizar el mejor éxito del movimiento se preocupen de vigilar los talleres y fábricas respectivas, impidiendo de todas maneras la concurrencia al trabajo de un solo operario".

Las ciudades se paralizan durante una semana, y ante la decisión sindical de mantenerla hasta su renuncia, Falcón dio la orden de dispersar por la fuerza la columna de más de 60.000 personas que acompañaba a los féretros de los obreros asesinados hacia el cementerio de la Chacarita.

Allí la policía arrebató los féretros a la multitud para evitar el cortejo, y rechazó a balazos a los manifestantes que llegaron por sus propios medios a Chacarita para rendir homenaje.

Ese día la huelga fue un éxito: más de 220.000 abandonaron su lugar de trabajo en todo el país, las fábricas cerraron, y el puerto y los ferrocarriles quedaron inactivos.

Entonces, Falcón ordenó clausurar todos los locales anarquistas y socialistas y detuvo a 16 líderes durante la semana siguiente, que pasó a llamarse la “Semana Roja” por la dureza de la persecución.

Se clausuraron también los diarios La Vanguardia (socialista) y La Protesta (anarquista). Mientras que grupos de civiles y policías de civil, al grito de “¡Viva la Patria!”, incendiaron las imprentas de estos últimos y otros locales.

Lo cierto es que durante toda la "Semana Roja" la huelga fue total, pese a lo cual el gobierno ignoró todos los reclamos y confirmó a Falcón en su cargo.

Finalmente, el 8 de mayo la huelga continuaba y el gobierno aceptó negociar con el Comité de Huelga, formado por representantes de la FORA, la UGT y el Partido Socialista.

Tras la reunión con el presidente del Senado, Benito Villanueva, las organizaciones obreras lograron la libertad de los detenidos y de todos los presos por causa de huelga, la supresión del Código Municipal de Penalidades -que tipificaba las infracciones cometidas durante huelgas y actos sindicales-, y el levantamiento de la clausura de todos los locales obreros.

Así, la “Semana Roja” se convertía en una fecha clave para el movimiento obrero argentino, ya que por primera vez en la historia de las huelgas generales un gobierno debió pactar con los obreros.

Sin embargo no obtuvieron la renuncia de Ramón Falcón, que recibió un acto en apoyo a su actitud por parte de la Bolsa de Comercio, la Cámara de Cereales y otras asociaciones patronales.

Tiempo después, Simón Radowitzky, un joven obrero anarquista ruso, vengaría a sus compañeros arrojándole una bomba al auto en el que iba Falcón, quien moriría esa noche.

Bibliografía consultada:

- Bayer Osvaldo; “Simon Radowitsky ¿Mártir o asesino?”

- Bayer, Osvaldo; “Los anarquistas expropiadores, Simón Radowitzky y otros ensayos”, Editorial Tierra del Sur, 2003.

- Bialet Massé, Juan; “Informe sobre el estado de las clases obreras a comienzos de siglo”, CEAL, 1985.

- García, Raúl; “Micropolíticas del Cuerpo”, Editorial Biblos, abril de 2000.

- Periódico El Obrero, Nº 56, 13 de febrero de 1892.

- Pigna, Felipe; “Los mitos de la historia argentina 2: De San Martín a 'El granero del mundo'”. Buenos Aires, Planeta, 2005.

- Pigna, Felipe; “Las grandes huelgas”.

- Wikipedia. www.wikipedia.org.ar

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