5 de enero de 2010

De “lugar de cacería” a tierra arrasada por las topadoras

HISTORIA DEL BOSQUE CHAQUEÑO Y SU GENTE

El bosque chaqueño es una de las regiones de mayor biodiversidad del continente. Sin embargo, históricamente ha sufrido una creciente deforestación que, acentuada por el avance de la producción agropecuaria a gran escala, impacta directamente sobre las comunidades indígenas y campesinas que históricamente lo habitan y utilizan para su subsistencia.


Por Hernán L. Giardini


La ecorregión del Parque Chaqueño forma parte del Gran Chaco Americano, segunda área boscosa del continente después de la Amazonia, que abarca territorios de Argentina, Bolivia, Paraguay y una pequeña porción de Brasil, ocupando una superficie total de aproximadamente 110 millones de hectáreas. En Argentina se extiende por las provincias de Formosa, Chaco, este de Salta, de Jujuy, de Tucumán, de Catamarca y de La Rioja, todo Santiago del Estero, norte de San Luis, de Córdoba y de Santa Fe y noroeste de Corrientes. Su superficie total es de aproximadamente 674.959 Km2, y puede subdividirse en cuatro subregiones: Chaco Húmedo, Chaco Semiárido, Chaco Árido y Chaco Serrano.

La región presenta gran diversidad de ambientes: extensas llanuras, sierras, grandes ríos con antiguos cauces y lagunas semilunares, sabanas secas e inundables, esteros, bañados y salitrales, que albergan diferentes tipos de ecosistemas, entre ellos bosques y arbustales. Todo esto se traduce en una alta diversidad de especies animales y vegetales que hacen del Chaco una de las regiones claves en términos de biodiversidad. La temperatura y las precipitaciones condicionan la vegetación, que va empobreciéndose del este hacia el oeste.

La vegetación predominante es el bosque xerófilo caducifolio, con la distintiva presencia del quebracho, un árbol que juega un rol fundamental ya que puede llegar hasta los 25 metros de altura, formando una especie de techo en el bosque, debajo del cual crecen otros árboles de madera dura, un estrato arbustivo y otro herbáceo con abundantes bromeliáceas, siendo poco abundantes las lianas y las epífitas. También existen algunas comunidades de palmares y estepas.

La fauna, originalmente muy abundante y variada, fue el recurso natural por excelencia que constituía, y en gran medida aún hoy lo sigue siendo, el sustento de los pueblos originarios de la región. De allí el vocablo “chaco” o “chacu”, que significa “lugar de cacería”. De las 345 especies de mamíferos que habitan la Argentina, unas 120 están presentes en esta región forestal, acorde a la gran diversidad de ambientes. Posee alrededor de 400 especies de aves y un importante número de reptiles e insectos. En los esteros y las lagunas abundan peces con características muy variadas.

Gran parte del bosque chaqueño es aún habitado y utilizado por comunidades indígenas de varias etnias para sus fines de subsistencia: actividades de caza, pesca, recolección de frutos, recolección de miel, obtención de materiales para la construcción de viviendas y para la artesanía, corte de madera, cría de animales. También allí se encuentran sitios culturales, como cementerios, y lugares de valor histórico. El sentido de pertenencia es tan fuerte que es común que los indígenas se comparen a sí mismos con una planta que brota de la tierra.

Por su parte, las familias criollas de la región chaqueña constituyen uno de los últimos ejemplos de desarrollo sostenible que, a pesar de la escasa asistencia estatal, ha venido desarrollándose desde hace más de cien años en estrechísima relación con la productividad del bosque en donde viven. La economía de estos pobladores se basa fundamentalmente en la cría de ganado vacuno, ovino, caprino y porcino.

Mientras que en la época colonial el aprovechamiento que hacían de sus bosques los pobladores del bosque chaqueño se centraba en la recolección de miel, cera y del fruto del algarrobo como alimento humano y para animales domésticos; esto cambió drásticamente durante la segunda mitad del siglo XIX con la consolidación del modelo agroexportador, la expansión de las redes ferroviarias, y un importante crecimiento demográfico producto de la inmigración.

La propagación de los establecimientos ganaderos instaló la práctica del alambrado, que requirió enormes cantidades de postes y varillas de madera dura. A esto se sumó que miles de kilómetros de vía férrea se asentaron sobre durmientes de quebracho, y que el consumo de leña y carbón como combustible industrial y doméstico se incrementó exponencialmente. Todo ello se realizó a expensas de la madera del bosque chaqueño. Así crecieron exponencialmente los obrajes forestales en Santiago del Estero, Chaco, Formosa y norte de Santa Fe.

Por entonces la tala de árboles, especialmente de quebracho colorado y ñandubay, fue indiscriminada. Existían grandes latifundios privados, muchos de ellos extranjeros, que exportaban los productos forestales extraídos, algunos con importantes exenciones. También las empresas de ferrocarriles recibían 5 kilómetros de tierras a cada lado del terreno de las vías, que dedicaron a la explotación forestal.

La extracción de tanino para curtiembres de cuero aumentó notablemente durante la Primera Guerra Mundial y motivó la extracción desmesurada de árboles maduros, ocasionando el empobrecimiento de las masas boscosas. Con posterioridad se comenzó el aprovechamiento de árboles de menor diámetro para la elaboración de postes.

Por otra parte, la expansión de la frontera agropecuaria se hizo a expensas del bosque: se expandieron el cultivo del algodón en Chaco y las plantaciones de tabaco en Salta y Jujuy, todo ello en áreas desmontadas. La extensión del área cultivada pasó de 2.460.000 de hectáreas en 1888 a 27.300.000 de hectáreas en 1943.

Este proceso se acentúa aún más en la década de 1970, cuando las explotaciones ganaderas son empujadas, a fuerza de topadoras, a zonas marginales por la “cerealización” de la pampa húmeda. Los sistemas ganaderos extensivos causaron la continua degradación de los bosques y suelos en las áreas más secas del Chaco Semiárido, cuya tendencia es la pérdida de posibilidad de renovación de las principales especies forestales nativas.

A partir de la década de 1990, el explosivo aumento de la producción de soja incrementó aún más la presión sobre el bosque chaqueño, creciendo significativamente la deforestación para expandir la frontera agrícola. Este proceso llevó a un aumento de la de salinización de los suelos por malas prácticas agrícolas y de riego, sobre todo en los límites entre el Chaco Semiárido y el Húmedo.

Se calcula que en la región existen unas 25 especies de mamíferos seriamente amenazadas de extinción, como el yaguareté, el tatú carreta, el aguará guazú, el ciervo de los pantanos, el lobito de río, y el chancho quimilero; siendo las principales causas la constante destrucción y fragmentación de su hábitat y la caza indiscriminada.

Mientras que en el Chaco Serrano se producen frecuentes incendios con importantes pérdidas de bosques y pastizales; la tala indiscriminada a la que está sometida toda la región, que en muchos casos es ilegal por la falta de controles, produce el constante empobrecimiento del bosque.

Por otro lado, se produjo el aumento de la colmatación en esteros, bañados y lagunas por erosión hídrica y el incremento de las inundaciones en áreas de relieve más bajas, debido a la deforestación, al sobrepastoreo y, sobre todo, a las malas prácticas agrícolas, en especial en la subregión húmeda. El aumento de la contaminación por uso y abuso de agroquímicos en áreas agrícolas trasladó sus efectos por vía hídrica a ambientes circundantes.

Las principales causas del aumento de la deforestación en esta región se deben, principalmente, a la especulación inmobiliaria y al relativo valor económico y ambiental de los bosques frente a las actividades agrícolas y ganaderas a gran escala.

Actualmente el Parque Chaqueño posee aproximadamente 21 millones de hectáreas de bosques nativos, siendo la región con mayor superficie boscosa del país. Pero cabe destacar que es la región forestal que está siendo más destruida, ya que concentra cerca del 70% de las 280.000 hectáreas que se deforestan por año en todo el territorio nacional; y su subregión semiárida se encuentra al borde de la pérdida total de sus bosques.

La deforestación impacta directamente sobre las comunidades indígenas, y también campesinas, que históricamente habitan y utilizan esos bosques; y que lamentablemente tras el paso implacable de las topadoras pierden su forma de vida y sustento, cayendo en la pobreza extrema.

Con el avance hacia el norte del modelo agroexportador comenzaron a desaparecer muchas explotaciones de pequeños productores, el trabajo en el campo comenzó a escasear para los peones rurales, muchas familias comenzaron a alquilar o a vender sus tierras, y muchas otras fueron directamente expulsadas, pasando a engrosar los cordones de miseria de las grandes ciudades.

Lamentablemente son numerosos los ejemplos del avance del desmonte en zonas tradicionalmente habitadas en base a la poco clara y efectiva protección que tienen los pobladores tradicionales, ya que la gran mayoría no ha podido obtener la titularización de las tierras que habitan desde hace muchos años. Debido a esto, son cada vez más los casos donde el conflicto en torno a la tierra termina dirimiéndose por la fuerza, en donde es frecuente la aparición de guardias “parapoliciales” bajo la orden de los empresarios.

Así, los desmontes y desalojos se han venido realizando amparados en un escaso control, muy débiles exigencias en el otorgamiento de permisos y desidia para actuar frente a las denuncias realizadas por pobladores y organizaciones sociales.

Por este motivo, son cada vez más los campesinos e indígenas que se organizan en diferentes movimientos y organizaciones para defender su derecho a vivir dignamente en el bosque chaqueño.

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