4 de febrero de 2010

Un sainete (*) de verano

LA CRISIS DEL BANCO CENTRAL Y LA (NO) DISCUSIÓN SOBRE LA DEUDA EXTERNA

El sainete criollo que se montó en la escena veraniega a partir del intento gubernamental de sacarse de encima a Martín Redrado, el niño desobediente que no quiso hacer lo que le habían ordenado, podría haber servido para iniciar un debate sobre la legitimidad y necesidad del pago de la deuda externa. Sin embargo, el argumento del sainete giró exclusivamente sobre si el niño rebelde debía irse o quedarse. Y ese argumento les convino a todos.

Por Marcelo R. Pereyra

REGALITO DE REYES

El pasado 5 de enero el ministro de Economía, Amado Boudou, llamó a su amigo Martín Redrado, entonces presidente del Banco Central y lo instó –por decirlo de una manera elegante- a que tomara las medidas concretas necesarias para instrumentar el llamado Fondo del Bicentenario, que la presienta Fernández había anunciado con pompa y circunstancia tres semanas atrás, pocos días después de que se cerrara en el Congreso el período de sesiones ordinarias. Este Fondo fue creado para pagar la deuda externa independientemente de los fondos que para ese propósito ya estaban asignados en el presupuesto de gastos para este año. Como Redrado se mostró esquivo y renuente frente al pedido del ministro, la presidenta Fernández decidió eyectarlo de su cargo, pero ¡oh! Redrado se negó a presentar su renuncia y fue echado sin miramientos por un decreto de “necesidad y urgencia”. Sin embargo, ni aún así Redrado quiso irse y presentó un amparo en los tribunales que fue resuelto a su favor.

Así comenzó un sainete político que finalizó un mes más tarde, cuando Redrado decidió renunciar y fue reemplazado por la economista “desarrollista” (¿?) Mercedes Marcó del Pont. Durante la representación del sainete, los actores discutieron sobre si Redrado debía irse o quedarse, y sobre algunas cuestiones anexas de importancia secundaria, como la autarquía del Banco Central y la forma de elección de su presidente, la constitución de la base monetaria y la utilización de las reservas. Casi nadie dentro del espectro político tradicional promovió un debate a fondo sobre la legitimidad del pago de la deuda externa. Sólo lo hicieron algunos partidos de izquierda y centro izquierda, pero esas buenas intenciones quedaron sepultadas bajo el pesado silencio que impusieron el gobierno, la oposición y lo medios comerciales. Para las clases medias y bajas, principales víctimas del pago consuetudinario e irrestricto de la deuda, la legitimidad y el pago de la deuda pasaron prácticamente desapercibidos porque precisamente ésa siempre ha sido la idea. Es decir: para el sistema político hegemónico –y para el aparato mediático que le hace coro- se trata de naturalizar y normalizar la legitimidad de la deuda, y por lo tanto su pago. Es un tema que no debe ser puesto en cuestión, porque es así como es: una suerte de pecado original con el que todos los argentinos debemos cargar hasta la muerte.

Y lo mismo pasa en el resto de los países empobrecidos y expoliados del planeta. El endeudamiento descontrolado e ilegal ha sido implementado por los países más ricos como un sistema pos moderno de dominación global, merced al cual logran que los países pobres sigan siendo pobres y no tengan posibilidades de desarrollarse, porque siempre están condicionados por el pago de la deuda. Es decir que no pueden asignar sus recursos a políticas de desarrollo y crecimiento porque primero tienen que pagar, y pagar… y pagar… y pagar… Para esta tarea, los países ricos y sus “organismos internacionales de crédito” (Léase el Banco Mundial o el FMI, también conocido como Fondo Usurario Internacional) siempre han contado con la inestimable colaboración de los gobiernos, los partidos políticos burgueses y los empresarios de los países “menos favorecidos”, quienes sacan sus tajadas de este sistema de coacción y endeudamiento eterno.

En la Argentina gran parte de la deuda pública ha sido declarada ilegal, no por un grupo de zurdos loquitos tira-bombas sino por una sentencia judicial que está firme. Sin embargo, la cuestión de la deuda no es solamente un problema político/financiero/económico/judicial: para la mayoría de los habitantes de este país es un tema de máxima y vital importancia. Porque el pago de la deuda es el responsable del atraso del sistema productivo, de la falta de inversión en obra pública, de la desnutrición infantil, de los sueldos magros, de un sistema fiscal injusto y regresivo, de la pobreza, y de la aniquilación del sistema público de salud y educación. Claro que todo esto nunca será reconocido y se buscarán excusas irrelevantes o estúpidas para tratar de explicar los males que azotan el país. A ello siempre concurrirán entusiastamente los medios comerciales de comunicación, voceros de la clase dominante y sus aliados, que nunca desnudarán que la verdadera causa de esos males es justamente un sistema de dominación global basado en un endeudamiento ficticio, sempiterno y criminal.

(*) Sainete: “Obra teatral, con música o sin ella, frecuentemente cómica, de ambiente y personajes populares, en uno o más actos, que se representa como función independiente” (Diccionario Enciclopédico Esparsa).




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