7 de enero de 2011

El año en el que perdimos a Néstor

BALANCE 2010

Cambios de funcionarios, protestas gremiales, crecimiento económico, crisis habitacional, cortes de luz, “precarización” laboral, Bicentenario, la pelea con Clarín, muertes en la represión de la protesta en Formosa y Buenos Aires, ley de glaciares, el pago de la deuda, matrimonio igualitario, tomas de terrenos, el Congreso planchado, no hay billetes ni monedas ni nafta: el país con y sin Néstor Kirchner.

Por Marcelo R. Pereyra


MAL COMIENZO Y PEOR FINAL

Para el gobierno de Cristina Fernández, 2010 comenzó y terminó con problemas.

En enero tuvo que soportar la rebeldía del entonces presidente del Banco Central, Martín Redrado, quien se oponía a la utilización de reservas para el pago de la deuda. Aquello fue una pelea palaciega que terminó con la eyección de Redrado – que se unió luego a las huestes del auto resucitado Eduardo Duhalde- y su reemplazo por Mercedes Marcó del Pont, y con el incomprensible pago riguroso de una deuda espuria y fraudulenta. Posteriormente, el ministro de Economía comenzaría las “negociaciones” con el Club de Paris, simpático nombre con el que se ha designado a los más duros acreedores europeos.

Denuncias y fallos judiciales varios empañaron la imagen de un gobierno que vendía honestidad. El ranking en esta materia lo encabeza, por muchos cuerpos, el ex secretario de Transporte, Ricardo Jaime, quien acumula la bonita suma de ocho causas por distintos delitos, a saber: obstrucción de justicia, dádivas, enriquecimiento ilícito, coimas, etc. Luego están las causas que combinan la distribución y venta de medicamentos falsos con los aportes a la campaña de la Presidenta: en una de ellas don Hugo Moyano está sintiendo en su nuca el aliento de la justicia. También se reactivó el expediente por coimas en la construcción de gasoductos por la empresa Skanska; y la lista sigue…

Por otra parte, el gobierno estuvo muy ocupado peleándose con el Grupo Clarín. Su ofensiva comenzó decretando la defunción de Fibertel –que aún está viva, amparos judiciales mediante-; continuó con la intención aún no concretada de regular la producción de papel para diarios, e incluyó además la denuncia de un plan macabro de Clarín, La Nación y La Razón para apropiarse ilegalmente de Papel Prensa con la complicidad de la última dictadura. Mientras tanto, la ley de Medios Audiovisuales no termina de ponerse en marcha: mitad porque distintas resoluciones judiciales cuestionan la parte de su articulado que regula el sensible asunto de la propiedad de los medios, y mitad por las feroces internas que se desataron entre los que pujan por integrar los distintos órganos de control que crea la norma.

No le fue mal al gobierno en el ámbito parlamentario, pese a su derrota en las legislativas de 2009. Utilizando argucias reglamentarias y triquiñuelas políticas pudo derrotar con facilidad a una oposición especulativa, timorata y a veces cómplice. Del paupérrimo trabajo legislativo se destaca la sanción de la ley de glaciares y la de matrimonio igualitario. Quedaron pendientes, entre otros, los proyectos sobre publicidad oficial y acceso a la información pública.

Pero el momento de gloria para CFK llegó en mayo cuando, con motivo de los festejos del bicentenario de la revolución burguesa de 1810, se volcaron a las calles miles de porteñas y porteños inflamados de fervores patrióticos y/o ávidos de ver y escuchar gratis a conocidos artistas.

Por entonces todo era alegría en el gobierno: la imagen de la Presidenta había mejorado muchísimo, luego de habitar en el lúgubre sótano de la popularidad desde el affaire Redrado de principios de año; el Congreso estaba controlado; los productores agropecuarios no molestaban (es que estaban muy ocupados pensando en qué gastar las fortunas que estaban ganando gracias al aumento de los precios internacionales de sus productos), y el clima social estaba tranquilo, pese a la persistencia de profundas desigualdades socioeconómicas.

Pero por debajo de los banales acontecimientos que los medios en general seleccionan a diario como aquello que “está pasando”, por debajo de la información sesgada y de mala leche que difunden los medios hiperopositores y los hiperoficialistas; por debajo de los discursos oficiales y oficiosos que se empeñan en negar u ocultar los problemas de salud, vivienda y trabajo; por debajo de los cotidianos trastornos en la vida cotidiana de las clases medias urbanas (como los “caos” en el tránsito, la falta de billetes, de monedas y de nafta y los cortes de luz), corren los ríos profundos de otras realidades. Son las realidades de los que están bien abajo, de los que más sufren las injusticias porque tienen menos posibilidades de defenderse. Realidades que no son inherentes al gobierno actual, ni al anterior, ni al que vendrá: son propias de un sistema de ideas que permite y se beneficia de gobiernos como el actual, el que pasó, el próximo, u otros similares. Realidades feas, sucias y malas que nadie quiere ver o admitir, que se hacen visibles únicamente cuando son resistidas con firmeza por quienes las padecen. Así, las sonrisas oficiales post bicentenario se desdibujaron cuando uno de esos padecientes, Mariano Ferreira, fue asesinado por una patota prohijada por burócratas sindicales cuando se manifestaba contra la “precarización laboral” (forma eufemística para evitar decir “sistema patronal de explotación de los asalariados legalmente admitido”). Ese 20 de octubre comenzó el peor fin de año de la década.


Y SE NOS FUE REDEPENTE

Todavía se estaban discutiendo los pormenores del asesinato de Ferreira, cuando se produjo un acontecimiento político conmocionante: la muerte de Néstor Kirchner. Vistas ahora las cosas, con la fineza y racionalidad que sólo facilitan el paso del tiempo, el dramatismo y el dolor quedaron solamente para sus afectos más cercanos. La marcha del gobierno mantuvo su rumbo, y todas las delirantes especulaciones político-periodísticas –como por ejemplo la del papel central que iba a desempeñar su hijo Máximo en la toma de decisiones- se estrellaron contra un muro que se llama “falta de ideas”. Quienes quieren ver “otro estilo” de mando de su tropa en CFK, pueden quedarse con eso, si les sirve. Lo único cierto y concreto es que la Presidenta y su marido –ya lo hemos dicho aquí- formaban un formidable y coherente equipo político, por lo que la desaparición de uno de los integrantes de ese equipo en nada cambiará las cosas, porque ambos compartían sin fisuras un proyecto político.

Uno de los puntos débiles de ese proyecto –el poco esfuerzo por promover la igualdad social y económica- se reveló dramáticamente con las tomas de terrenos que ocurrieron hacia fin de año. En aquel momento, imprevistamente, uno de los ríos subterráneos emergió y quedaron expuestas a un tiempo la falta de políticas sociales –de vivienda, en particular- y las profundas brechas socioeconómicas e ideológicas que separan a los sumergidos de las clases medias y altas. En este sentido, inopinadamente se actualizaron los imaginarios sociales más retrógrados y conservadores, esos que parecían haber sido enterrados en 2003, con la llegada del gobierno que decía promover constantemente el respeto por los derechos humanos. Como sea, reaparecieron el racismo, la xenofobia y especialmente, el odio de clase.

No fue muy feliz la reacción de la Presidenta cuando en diciembre tuvo que afrontar la rebeldía y la protesta de los que viven en la precariedad de las villas y de los ferroviarios “tercerizados”. Entre la inoperancia y la duda, sólo atinó a crear una nueva estructura de control social, el ministerio de Seguridad, recurso ya conocido, que aparece como muy efectista ante los medios. Es la solución más simple, más rápida y más inútil; es la solución propia de quienes piensan que el conflicto social se arregla a los palazos.

En 2010 la represión de las protestas sociales ocasionó siete muertes.

Feliz 2011.


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