9 de enero de 2012

Escoger al malo para que no gobierne el peor

MÉXICO Y LA PARTIDOCRACIA

La kafkiana partidocracia que monopoliza las candidaturas, trafica con las prerrogativas, engaña con encuestas, contamina el ambiente con basura propagandística y permite que los bribones ocupen cargos de elección o de nombramiento, nos está dejando como única opción “elegir al malo para que no gobierne el peor” y con semejante disyuntiva se posponen programas, se desvanecen proyectos, se sigue concentrando el poder y el dinero, las calles se transforman en morgues, el espejismo de la alternancia coincide con el drama de la sequía y la amenaza de hambrunas; la criminalidad se vuelve la madre de todas las crisis y los mexicanos abdican de la condición de ciudadanos para asumirse como espectros.

Por Manuel Leví Peza (desde México)


¿Cómo es posible que en más de 100 millones de habitantes no encontremos un estadista que pueda resolver los severos problemas nacionales que nos agobian?

A estas alturas es imperdonable que no tengamos un proyecto de nación que meta en cintura los mercados financieros no regulados; la mexicanización del sistema bancario; los mercados bursátiles; la restauración del poder adquisitivo de nuestra moneda; la restricción de los endeudamientos públicos; racionalización del déficit y la superación del desempleo. Tampoco es comprensible la improductividad del Congreso de la Unión en las reformas pendientes, ni las monacales votaciones de los ministros de la SCJN en cuanto a la administración de justicia.

México ya no puede marchar a dos velocidades: la de los poderes fácticos poseedores de la riqueza pública y privada y, la de los mexicanos de a pié, que ya empiezan a ser peyorativamente apodados “mamíferos hablantes” negados para la democracia.

Son pocas las razones que favorecen una calificación aceptable, en términos de decencia, a partidos políticos, mandatarios, legisladores, ministerios públicos, sindicatos corporativos y jueces. Tampoco son creíbles las argumentaciones del gobierno en lo que se refiere a pobreza, ignorancia, insalubridad, dependencia alimentaria, crimen organizado y violación de derechos humanos. Asimismo, no se puede seguir tolerando que el gobierno nos diga cínicamente que hay responsables, pero no culpables, en todos y cada uno de los escandalosos ejemplos de corrupción e impunidad en que incurren los servidores públicos.

La deuda pública no se habría disparado tanto, sí se hubieran fijado severas responsabilidades limitadas a las legislaturas, a los prestamistas y a las autoridades deudoras por los malos manejos del erario públicos y por rebasar los topes de endeudamientos.

La historia de nuestro subdesarrollo explica el por qué estamos como estamos y el por qué somos como somos. Y al detenernos en éste punto, corroboramos que efectivamente, elegimos a los malos para que no sean los peores los que nos gobiernen.


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