6 de enero de 2013

Nubarrones ¿pasajeros?


LOS CONFLICTOS SOCIALES DE NAVIDAD

…Y cuando creíamos haber superado lo peor de un pasado de crisis económica y convulsión social; cuando los discursos presidenciales nos hablaban permanentemente de un maravilloso presente y de un futuro aún mejor; cuando estábamos muy ocupados discutiendo todo el tiempo de medios, leyes, jueces y fragatas, un día cerca de Navidad, así, de repente, sentados frente al televisor, nos dimos cuenta de que en el país todavía había pobres…

Por Marcelo R. Pereyra                   


PAPÁ NOEL NO USA POLLERAS

Las administraciones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández han venido manejando hasta aquí la cuestión social con sobrada eficacia. Ya desde el primer gobierno, en 2003, con el recuerdo fresco de los saqueos de diciembre de 2001 y el crecimiento constante del activismo piquetero supieron controlar una situación social signada por una desigualdad creciente: primero fueron por las cabezas de algunos dirigentes sociales y de derechos humanos, adquiriendo su buena voluntad con planes de vivienda y asistencia, con cargos políticos y legislativos y con otras prebendas.  Luego encararon un programa de asistencia social extendido, como lo es la Asistencia Universal por hijo, y después diseñaron un plan de subsidios a las tarifas de los transportes y de los servicios públicos. Este plan ha venido planchando los valores tarifarios hasta extremos ridículos, ocultándose que, paralelamente, se deben pagar impuestos altísimos para poder financiarlo y para que los concesionarios de transportes y servicios obtengan grandes utilidades sin la obligación de invertir un peso en obras y/o en equipamiento: el accidente del tren en la estación Once es el ejemplo más trágico de esta política.

Con todo, estas y otras medidas y políticas habían logrado  barrer la basura debajo de alfombra; esto es, habían logrado ocultar que los planes de asistencia y subsidios no habían logrado reducir la brecha social porque esa brecha es  más grande en 2013 que en 2003. Estrictamente hablando, el asistencialismo nunca puede solucionar una cuestión que es estructural porque solamente asiste y se supone que lo hace de una manera coyuntural y a corto plazo. Los subsidios y el asistencialismo nunca podrían modificar una sociedad profundamente injusta como la de esta Argentina neoliberal, pero hasta la Navidad de 2012 al menos habían servido al objetivo político de  silenciar cualquier expresión de descontento como las de diciembre de 2001.

Pero algo pasó esta última Navidad: todo el tinglado asistencialista, pacientemente construido a lo largo de diez años, se derrumbó de un plumazo. Y así,  cuando creíamos haber superado lo peor de un pasado ominoso de crisis económica y convulsión social; cuando los discursos presidenciales nos hablaban permanentemente de un maravilloso presente y de un futuro aún mejor; cuando estábamos muy ocupados discutiendo todo el tiempo de medios, leyes, jueces y fragatas, de repente, sentados frente al televisor, nos dimos cuenta de que en el país todavía había pobres y de que Papá Noel no usa polleras.

YO TAMBIÉN QUIERO

En muchos lugares del mundo las fiestas de fin de año son la apoteosis del consumo. Regalos, viajes, grandes comilonas…Los shoppings protagonizan esta fiebre consumista y alienante. Todo el mundo se desespera por consumir -es casi una obligación-, incluso los pobres. El problema es que a los pobres les cuesta más que a los demás, pero no se resignan a que sea así. En algún reclamo salarial de fin de año se ha escuchado más de una vez que “queremos poder poner algo en la mesa”. Por eso no debe llamar la atención que estas necesidades se desborden. Por unos días los pobres suspenden su acatamiento a un sistema que los margina y quieren ser parte de los demás, aún sabiendo que unos días más tarde todo volverá a ser como siempre.

En estas necesidades insatisfechas, en estas ganas de tener un poquito los pies dentro del plato capitalista, hay que buscar las explicaciones a los saqueos navideños. No es exactamente el hambre, sino las ganas de consumir como los otros, lo que los motiva. Por supuesto que la ocasión se aprovecha para procurarse otros elementos-símbolo de nuestra sociedad como los plasmas: “Si todos tienen uno, yo también lo quiero”, dicen los excluidos del sistema, y entonces directamente se apropiaron de ellos. Pocos, muy pocos, se llevaron otros electrodomésticos. Con un plasma vendido por ahí también se podía comprar mucha más comida y sidra de la que puede entrar en un carrito.

¿Qué también hubo delincuentes en los entreveros? Sí, pero sólo para aprovechar el río revuelto por los pobres. ¿Qué hubo operadores políticos? Es posible, pero fueron casos aislados y sin magnitud. Y en todo caso fueron funcionales a las explicaciones del gobierno, que gusta aprovechar estas ocasiones para atacar a sus enemigos políticos como recurso para ocultar sus responsabilidades políticas. Como se ha dicho, asistencialismo y subsidios son sólo paliativos. Habrá que hacerse cargo de que Marx está muerto y enterrado, pero la sociedad de clases está vivita y coleando y con ella la desigual distribución de los bienes y la riqueza, la explotación del hombre por el hombre y la consecuente exclusión de los de abajo. 

Feliz 2013.
 
REVISTA CONTRACULTURAL
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