9 de diciembre de 2013

Nueva imagen, viejos hábitos


SAQUEOS, TENSIÓN SOCIAL, REPRESIÓN Y BUENOS NEGOCIOS PARA LOS AMIGOS 

Cuando el gobierno estaba empeñado en construir una nueva imagen de la Presidenta, cuando los días del negro luctuoso habían quedado atrás, cuando emergía vigorosa la figura del Jefe de Gabinete Jorge Capitanich, la realidad social y económica pegó con dureza: los reclamos salariales de los policías en diez provincias y los saqueos y el vandalismo en Córdoba desnudaron una realidad que no puede ocultarse con astutas estrategias comunicacionales. 

Por Marcelo R. Pereyra

NUEVA IMAGEN                                

La presidenta Cristina Fernández emergió de su ostracismo postoperatorio exhibiendo una nueva estrategia comunicacional, cuyo objetivo principal reside en mostrarla como ha sido siempre, pero distinta a la vez.  Está, en primer lugar, el famoso video hogareño del perrito y el peluche, en el que se la vio distendida, relajada, coloquial, tratando de minimizar la dureza de su  gestualidad y su oratoria, tan criticada por sus opositores, y aparentando una salud de hierro.

En segundo lugar hay que mencionar el abandono del luto en su vestuario. No es éste un detalle menor ni frívolo: el desacostumbradamente largo período durante el que se vistió de negro sirvió para recordarnos que había perdido a su compañero, y en consecuencia, siguiendo el viejo estereotipo de la fragilidad femenina, ella requería de nuestra comprensión, simpatía y apoyo. Pero, a la vez, el luto era una reivindicación cotidiana de la figura política del que no estaba más en el mundo de los vivos: la negrura en la vestimenta homenajeaba a Néstor Kirchner, reenviándolo al Olimpo de la política donde solo moran unos pocos elegidos. Pero  así como durante más de tres años la Presidenta no abandonó el negro, ahora el color elegido es el blanco. Tampoco esta decisión estética es casual. Después de las elecciones de octubre hay una nueva etapa política frente a la cual desea mostrarse diferente, renovada: el blanco absoluto, color alegre si los hay, parece simbolizar en ella que ha superado ilesa los escollos que le han presentado la vida y la política.

En tercer lugar figuran los cambios de funcionarios. Cuando se pierde una elección siempre es bueno querer demostrar una actitud de cambio, aunque, como se sabe, los ministros y otros funcionarios rara vez han gozado de autonomía para tomar decisiones que se aparten de la línea política que baja desde las alturas del poder. Desde siempre y en todos lados son fusibles que saltan cuando resulta conveniente. Es curioso cómo anuncia las renuncias y designaciones de funcionarios el vocero presidencial: nunca nos explica por qué se fue el que se fue, ni por qué se designa al nuevo. Como sea, lo que sí queda claro es que la decisión de nombrar a un cura para manejar el SEDRONAR es una jugada que apunta a granjearse la simpatía de la iglesia católica, en estos tiempos de raudos peregrinajes a Roma para ir a besarle el anillo del Pescador a quien hasta hace poco era un acérrimo enemigo.

Por último, la nueva estrategia de comunicación apunta a preservar la imagen presidencial. Con la restricción de sus apariciones públicas, y con el nombramiento de un nuevo Jefe del Gabinete de Ministros, Cristina Fernández aspira a colocarse por encima de las reyertas fútiles, de las rencillas menores, de la vulgaridad de lo cotidiano. El plan consiste en seguir tomando las decisiones, pero que los palos los reciba el lenguaraz Jorge “El Coqui” Capitanich. La estrategia de las mini conferencias de prensa cotidianas de Capitanich –que copió de Carlos Corach, ex ministro del Interior de Carlos Menem- fue bien recibida por políticos y periodistas opositores, pues representa un giro copernicano en la política de comunicación del kirchnerismo. Todos estaban chochos, empezando por el nuevo Jefe de Gabinete, pues su alta exposición mediática lo catapultaba como uno de los aspirantes a suceder a su jefa en 2015, hasta que ¡ay! se desató el violento conflicto social en Córdoba.

Esa mañana, en su encuentro con los periodistas Capitanich desbarrancó feo cuando afirmó que la caótica situación debía ser resuelta por el gobierno de la provincia. Mientras el Coqui hacía estas declaraciones en las pantallas de TV podían verse las imágenes de comercios vaciados y destrozados  y  de vecinos armados construyendo barricadas para defenderse de los saqueos y el vandalismo. Comentaristas de diarios opositores especulan con que la orden de ningunear al gobernador De la Sota provino de la morada presidencial en Olivos, y que si hubiera sido por Capitanich habría enviado rápidamente las tropas reclamadas por el gobierno cordobés. Como quiera que haya sido, la realidad –que es la única verdad, como bien decía el General- le estalló en la cara al Coqui. Curado de espanto, en la conferencia del día siguiente quiso esquivar el bombardeo periodístico y dijo que contestaría sólo cuatro preguntas. Los periodistas acreditados en la Casa Rosada  se enojaron y resolvieron que ninguno preguntaría nada. Más tarde Capitanich se disculpó con ellos y prometió que no lo iba a hacer más, pero el romance comunicacional había tenido su primera querella.  

VIEJOS HÁBITOS I 

La actitud irresponsable frente al conflicto social en Córdoba demuestra que la nueva imagen que ha querido instalar el gobierno es sólo eso: una imagen. El viejo hábito de castigar con dureza a los adversarios permanece inalterado. Pero este caso es más grave, porque el castigo alcanzó a buena parte de los comerciantes de la capital de esa provincia, que fueron atacados y saqueados con toda libertad ante la notoria ausencia de efectivos policiales en las calles. Además, pagaron los platos rotos de esta mezquina táctica política del kirchnerismo miles de cordobeses que no pudieron desarrollar normalmente sus actividades durante casi dos días.  De la Sota también fue irresponsable: viajó al exterior cuando los uniformados ya habían efectuado su reclamo salarial en vez de quedarse a resolver el conflicto. Los policías también tuvieron su cuota de irresponsabilidad. Si bien es cierto que el tono de su reclamo fue subiendo gradualmente, nunca debieron llegar al amotinamiento. Teniendo a mano otras formas de reclamar, pusieron en riesgo la vida y los bienes de sus coterráneos. 

Periodistas oficialistas han querido ver la mano del narcotráfico detrás de la rebelión policial. Sin embargo, la realidad –nuevamente- ha dado por tierra con estas especulaciones. Mientras estas líneas se están escribiendo en nueve provincias hay conflictos con los policías. Ello revela, independientemente del efecto “contagio” a partir del conflicto cordobés, que en tanto empleados de los estados provinciales los policías sufren el mismo retraso salarial que los no uniformados en un contexto de creciente inflación. Son ciertas  las relaciones entre el narco e importantes funcionarios de las policías, y también son conocidas variadas formas de corrupción en todos los niveles de la institución policial, pero también es cierto que los agentes y suboficiales provienen de las capas más pobres de la población, y que han entrado de milicos huyendo de la miseria y el desempleo, apuntando a un mejor pasar económico que raramente han  conseguido. Claro que este reconocimiento para nada quiere justificar la corrupción, la tortura, ni el “gatillo fácil” en las fuerzas policiales y de seguridad. Se trata solamente de puntualizar que la burguesía le está pagando mal a los encargados de defender sus intereses con la violencia. 

“ALTO SAQUEO” 

Si se quieren entender verdaderamente los saqueos y el bandidaje de la semana pasada en Córdoba, habrá que admitir que amplias capas dela población del país no están tan bien como los gobiernos nacional y provinciales dicen que están. En la “década ganada” si algo no se ganó en Argentina fue en equidad social, pues la brecha que separa a los más ricos delos más pobres se ensanchó como nunca antes. Como atenuante de esta situación, el kirchnerismo priorizó los planes sociales y la ayuda universal por hijo. Una táctica que mantiene los reclamos a raya y disciplina políticamente a los beneficiarios. Están además los subsidios a los servicios públicos, cuyas tarifas tarde o temprano deberán adecuarse a la triste realidad inflacionaria. En suma, una estrategia de paliativos, antes que de creación de puestos de trabajo dignamente remunerados, cuyos resultados están a la vista, aunque no se quieran ver.

¿Por qué cuando llega diciembre aparecen los saqueos? Porque es el mes del consumo por antonomasia. Estimulados e impulsados por la publicidad, todos consumimos: comidas, bebidas, regalos, vacaciones,etc. Y los que menos tienen también quieren consumir. Por eso el saqueo no tiene contenido político. El saqueo es un intento de los que están abajo por meterse, aunque sea por unos días, en un mundo más feliz: el mundo del consumo. Un mundo que es de otros y que solo pueden mirarlo por televisión. La violencia y la destrucción de comercios durante el saqueo en Córdoba no es otra cosa que la liberación de una bronca contenida hacia los que tienen bienes y dinero, hacia esos otros que pueden acceder al consumo. Incluso los que no roban comida en los saqueos sino electrodomésticoslo hacen para venderlos y tener plata para consumir: desde droga hasta las mejores zapatillas, desde cerveza hasta un pollo, desde una moto hasta un arbolito de Navidad… 

VIEJOS HÁBITOS II 

¿Cuál es la estrategia gubernamental ante esta situación socioeconómica que suele desbordarse casi todos los fines de año? Distribuir gendarmes y policías, por aquí y por allá. No hay otra idea distinta en el gobierno para afrontar el conflicto social. Y es que no puede haberla en un gobierno más preocupado en facilitarles los negocios a empresas como Chevrón, Barrik, Repsol y Monsanto que en mejorar las condiciones de vida de millones de argentinos y argentinas. Ante los sucesos de Córdoba funcionarios nacionales y de la provincia de Buenos Aires del área “seguridad” se reunieron para “coordinar esfuerzos” para evitar nuevos saqueos. Decidieron conformar un “comando operativo”. Este léxico militar es toda una definición política: para estos funcionarios los saqueos no son expresiones de la desigualdad socioeconómica, son operaciones de un ejército enemigo al que hay que combatir solo con las armas. 

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