8 de marzo de 2014

Una década de malos entendidos



EL SUPUESTO GIRO A LA DERECHA DEL GOBIERNO  

A raíz de las últimas medidas económicas, particularmente la devaluación del peso, periodistas y políticos opositores se han apresurado a dictaminar que el gobierno ha dado un giro a la derecha en su gestión. ¿Es coherente que hablen de derechización periodistas de, por ejemplo, el diario La Nación o políticos del estilo de Elisa Carrió? Y en definitiva, ¿se trata de una nueva política, o es una ratificación de lo actuado en estos últimos diez años?    

Por Marcelo R. Pereyra     

UN DÉCADA NI GANADA NI PERDIDA, SINO TODO LO CONTRARIO    

Varios periodistas y analistas económicos sostienen por estos días que ciertas medidas que ha tomado recientemente el gobierno demuestran que éste ha girado  a la derecha, que se ha vuelto más ortodoxo en materia de política económica. Este artículo intenta demostrar lo contrario: que el gobierno nunca giró a la derecha porque simplemente siempre fue, desde 2003, de derecha. En realidad el kirchnerismo mediante una hábil estrategia discursiva y la realización de ciertos actos simbólicos logró convencer a propios y extraños de que era un gobierno de “izquierda” o “progresista”.Apenas iniciado el gobierno de Néstor Kirchner, en nuestra edición de junio de 2003 desde estas páginas señalamos que“esta cuestión del "progresismo" kirchneriano, de su supuesto enfrentamiento con el capital concentrado, ha generado una confusión en muchos argentinos bien intencionados que quieren -necesitan- depositar algo de la confianza que todavía les queda en el nuevo presidente. La sociedad argentina, sin distingo de sectores, está tan atravesada por las ideas neoliberales en lo económico y conservadoras en lo social y lo político, que basta con pronunciar un par de frases rimbombantes con connotaciones setentistas, para que unos se entusiasmen y otros se alarmen”.   

Advertimos  específicamente en la misma nota que ciertas declaraciones del flamante presidente  no tenían como objetivo pelearse con el poder económico nacional e internacional, sino que, por el contario, querían congraciarse con él: “La derecha política más recalcitrante, por ejemplo, se creyó que con Kirchner se venía el resurgimiento del montonerismo, del "zurdaje" y salió a pegar gritos histéricos a través de su house organ, el diario La Nación. En una nota firmada por su subdirector, Claudio Escribano, el matutino le recomendó al nuevo mandatario no rebelarse contra el gobierno de EE. UU. Puede quedarse tranquila la derecha que no se trata de rebeldía sino, apenas, de floreos discursivos oportunistas que apuntan  a generar en la sociedad, que ansía -desesperadamente- creer en un mañana mejor, el consenso que Kirchner no logró en las urnas”.  

Un año más tarde los signos de la genuflexión hacia el capital internacional eran cada vez más evidentes en medio de una situación social y económica en franco empeoramiento, que Kirchner pretendía mitigar repartiendo palas y azadas. Dijimos en junio de 2004: "Mientras el gobierno hocica frente al FMI, la protesta social sigue firme, pero Kirchner mira para otro lado. Los empleados estatales piden un miserable aumento, y nada; los desocupados reclaman más planes o más empleo, y nada tampoco; los pueblos nativos reclaman por sus tierras -como los mapuches enfrentados con la poderosa Benetton- y otra vez nada. Frente al cúmulo de reclamos desde todos los rincones y los grupos sociales del país, Kirchner y su gobierno no se hacen cargo; plata hay, la recaudación fiscal de mayo fue record otra vez (12.000 millones de pesos), pero prefieren destinarla al pago de la deuda eterna y espuria, mientras anuncian con bombos y platillos, como gran ayuda social, un programa que provee herramientas que solo sirven para sembrar una quintita de tomates”. 

Seis meses después comparamos esta ambigua y engañosa estrategia gubernamental con la que emplea el tero para evitarle peligros a su prole: mientras el pajarito macho se instala en un nido y emite sus sonidos característicos para distraer a eventuales depredadores, la hembra pone sus huevos  tranquilamente en otro nido. Por ello en aquella nota de diciembre de 2003 afirmamos que: “El gobierno argentino  hace por estos días lo mismo que el tero: por un lado dice una cosa y por el otro hace lo contrario. He aquí algunos ejemplos: 1) mientras el Presidente pronuncia muy enojado  discursos en contra de los acreedores extranjeros, por otro lado se desespera y quiere echar a su ministro de Economía porque fracasan las negociaciones con los bonistas. Los bonistas son unos señores a los que el Estado argentino les ha dado unos papelitos -que se llaman bonos- que son una especie de pagarés. Los propietarios de los papelitos son los jubilados italianos, los plomeros estadounidenses y los señores de los bancos. 2) mientras el Presidente pronuncia muy enojado discursos en contra el FMI, por otro lado le paga un montón de plata al FMI. El FMI son unos señores malos y feos que siempre les están exigiendo  a los países más pobres la plata de la deuda externa. La deuda externa es un desfalco, el mayor nunca cometido en la historia del mundo. Un desfalco es cuando los señores que están en el gobierno de un país se ponen de acuerdo con los señores de los bancos para pagarles una plata que no les deben. ¿Por qué se la pagan? Porque los señores del gobierno son buenas personas, y además porque los señores de los bancos se lo agradecen como es debido”.  

Aquella estrategia bifronte de hechos y palabras, de la que empezamos a dar cuenta hace diez años, siguió un curso inalterado hasta la actualidad.Efectivamente, aún hoy en día el gobierno defiende proyectos políticamente correctos, que  se transforman en realidades desvirtuadas. Así, por ejemplo:  
1-Luego de una intensa movilización social, el gobierno aceptó sancionar una ley de Bosques, pero no vigila su cumplimiento. Con esta actitud favorece a las grandes empresas cerealeras que desmontan a mansalva para poder aumentar la superficie de siembra de soja, perjudicando al medio ambiente y a los pueblos originarios que viven en ellas. 
2- Era difícil discutir la conveniencia de nacionalizar los aportes jubilatorios. Sin embargo, el dinero que recauda la ANSES, que debería volver a los jubilados, se usa con fines clientelares. 
3- Ciertamente el país necesitaba una nueva ley de medios de comunicación audiovisuales. Pero el gobierno la utilizó para torpedear al Grupo Clarín, su viejo aliado convertido en enemigo principal por cuestiones de negocios que no se pudieron “arreglar”. 
4- ¿Quién podría oponerse a que el fútbol pudiera ser visto libremente por todos y todas? Pues bien, cuando el gobierno se hizo cargo de las transmisiones televisivas las convirtió en su principal herramienta de propaganda electoral y extra electoral, pagando por ellas millones y millones de pesos. 
Y así se podrían enumerar muchas iniciativas de este tipo: loables como intención y perversas como realización. 

¿QUIÉN DEVALUÓ? ¿YO SEÑOR? NO, SEÑOR    

Otra característica de la palabra oficial a los largo de estos años ha sido la de echarle la culpa a otros de los errores propios. La devaluación producida en el mes de enero pasado es un buen ejemplo. Tomada, sintomáticamente, cuando faltaba poco para comenzar la cosecha gruesa – por lo cual benefició ampliamente a los gigantes desmontadores-agroexportadores como Cargill y Grobocopatel-, se trató de una decisión gubernamental voluntaria y autónoma. Sin embargo, periodistas e intelectuales simpatizantes con el oficialismo la presentaron como una medida adoptada bajo presión. Raúl Dellatorre, por ejemplo, explicó en Página/12 del 25 de enero que la devaluación, fue el resultado de una prolongada y sangrienta (medida por el drenaje de reservas) pulseada con poderosas corporaciones económicas y financieras que desarrollaron, de todos los modos posibles, su artillería para acorralar a las autoridades. Pulseada en la que el Gobierno debió finalmente ceder”.     

En línea con este argumento, los cráneos de Carta Abierta acusaron a las “grandes empresas” de “forzar” la devaluación y advirtieron que por ello “la patria está en peligro”. Si esto fuera verdad, estaríamos frente a un gobierno sumamente débil, casi inerme, incapaz de controlar su política económica. La verdad es muy distinta: la devaluación, el viaje del ministro Axel Kicillof para negociar con el Club de París, el nuevo índice de inflación requerido por el FMI, la marcha atrás con el acuerdo con Irán y el acercamiento a Israel y el pago a REPSOL de la expropiación del 51% de las acciones de YPF, apuntan a consolidar el frente externo. En otras palabras: todas esas medidas son claros indicadores de que se quiere “hacer bien los deberes” frente a los acreedores externos. Pero todas ellas no son cosa nueva –no hay un giro “ortodoxo”- son más de lo mismo que hemos venido sufriendo los últimos diez años.   

Podrán bajar los cuadros del Colegio Militar, podrán bailar con las Madres y las Abuelas, podrán llenarse la boca con discursos neosetentistas, podrán vociferar que son  “los pibes para la liberación”, pero nunca fueron de izquierda, nunca fueron progresistas. Siempre fueron de derecha. Y lo seguirán siendo.     

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