9 de octubre de 2014

“Nuestra supervivencia como pueblo, nuestra propia historia y cultura, está gravemente amenazada”



SALTA: LOS DESMONTES ARRASAN TERRITORIO WICHÍ CON PERMISO DEL GOBIERNO PROVINCIAL   

Dos documentos de comunidades wichís entregados en los últimos dos años al gobernador de Salta, dejan bien en claro su responsabilidad de que las topadoras estén en este momento arrasando sus territorios.   

Por Hernán L. Giardini    

Veintiséis comunidades wichís del norte de Salta (cercanas a General Mosconi y General Ballivián) reclamaron al gobernador Juan Manuel Urtubey, mediante un documento firmado el 27 de septiembre pasado, que retire en forma urgente las autorizaciones de desmonte otorgadas a los terratenientes por avanzar en sus territorios, lo que afecta gravemente su forma de vida y supervivencia.  

“En ejercicio de nuestros derechos constitucionales – artículos 75 incisos 17 y 41 – nos oponemos a los desmontes que se realizan en nuestro territorio, del cual somos poseedores originarios. (…) Como máximo representante del gobierno de Salta le exigimos que haga efectivo el cumplimiento de las leyes nacionales de Bosques Nativos (26.331) y de Emergencia de la Posesión y Propiedad Comunitaria Indígena (26.160)”, advierte el documento.  

Las comunidades señalaron al gobernador que “el bosque es nuestra vida, sin él no somos nadie. Nos da comida – por ejemplo miel de abejas, animales del monte y frutas de los árboles –; es nuestra farmacia a cielo abierto, de allí sacamos nuestros remedios naturales. También es nuestra fuente de trabajo, nos provee chaguar con el que elaboramos artesanías  para vender. Para nosotros el desmonte, no es provechoso. No da fuentes de trabajo, sino que las quita”.   

Cabe advertir que en un documento del 17 de noviembre de 2012, las mismas comunidades habían señalado al gobernador salteño que “los representantes de las empresas de agronegocios nos insisten para que firmemos acuerdos para que puedan desmontar en nuestro territorio. Ofrecen casas y algunas hectáreas, que dicen que nos “donarán” cuando el gobierno de la provincia les autorice a desmontar. No nos pueden donar lo que ya es nuestro”.    

“Se nos pide que aceptemos más desmontes, mintiendo que nos van a traer beneficios. Sabemos que no es así porque más de la mitad de nuestras tierras ya fueron desmontadas y sólo nos trae problemas. Las fuentes de agua que usábamos ya no están y las que quedan están contaminadas con agroquímicos, hemos perdido muchos de los alimentos que nos ofrecía el bosque. Los caminos que siempre usamos son cerrados por candados de las empresas. Nuestra supervivencia como pueblo, nuestra propia historia y cultura, está gravemente amenazada”, afirmaban las comunidades.

A pesar del reclamo y de que las leyes nacionales lo prohíben, el gobierno de Salta autorizó los desmontes en sus territorios.

En estos momentos las topadoras están arrasando con todo.   

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Brasil, a la espera de su futuro y el de la región



EL PRÓXIMO PRESIDENTE DE BRASIL SE DECIDIRÁ EN BALLOTAGE 

Como se preveía, Brasil se enfrentará a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales el 26 de octubre. Los resultados causaron revuelo en el país por el crecimiento del candidato Aécio Neves en detrimento de quien había sido elegida como candidata de los medios hegemónicos: Marina Silva. Quedando en tercer lugar, decepcionó a quienes habían apostado en grande por el fin del PT al frente del ejecutivo.  

Por Marcelo J. Levy 

Latinoamérica tiene los ojos puestos en lo que pasará en el ballotage, pues las políticas del gigante regional no condicionan, sino que determinan los rumbos de los países vecinos. Veamos un poco el perfil de los candidatos que se disputan la presidencia.

En el año 2002 con el triunfo del presidente Lula Da Silva, Brasil sale del neoliberalismo, del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB) y se incorpora al los vientos progresistas de la región. Dilma Rousseff, candidata del Partido de los Trabajadores (PT) en los últimos cuatro años, fue protagonista de las políticas que sacaron de la pobreza a 40 millones de brasileños. Además su gestión otorgó becas a cientos de miles de jóvenes de bajos ingresos, facilitó créditos para vivienda popular como nunca antes, impulsó la construcción de cientos de miles de kilómetros de carreteras y obras de infraestructura, gestionó la contratación de miles de médicos cubanos y de otros países para trabajar en lugares alejados. En el plano internacional abogó por la soberanía e independencia del Brasil, a favor de la unidad e integración de América Latina y el Caribe, solidaria con la Venezuela chavista, con Cuba y con todos los procesos antineoliberales de la región y a favor de la paz mundial. Con Lula y Dilma, Brasil pasó de ser un aliado de Estados Unidos sin apenas peso internacional a convertirse en la séptima economía del mundo, con un importante liderazgo no solo a escala latinoamericana sino mundial, lo que le ganó un asiento en los BRICS, cuya existencia ha debilitado la hegemonía de Washington.  

Frente a Dilma, Aécio Neves, candidato del neoliberal PSDB, vinculado al capital financiero y al agronegocio exportador sobre cualquier otra consideración, detesta las políticas sociales del PT y anhela el distanciamiento de Brasil respecto a Argentina y a toda América Latina con el consecuente ingreso a los tratados de libre comercio. Neves fue gobernador de Minas Gerais durante dos periodos. Allí tiene a los docentes como sus enemigos principales pues le imputan haber ocasionado un grave daño a la educación al rebajarle el presupuesto. Fernando Pimentel, del PT, fue elegido como nuevo gobernador del estado de Minas Gerais, histórica plaza del PSDB, gobernada entre 2003 y 2011 por el actual candidato a presidente de ese partido Aécio Neves. Pimentel obtuvo el 52 por ciento de los votos contra el 42 por ciento del candidato del PSDB, Pimenta da Veiga.  

Para pensar los resultados de la primera vuelta y pensar en la segunda, es necesario reflexionar sobre varios elementos que complejizan el desenlace. Aunque Dilma ganó, tuvo la menor votación de un candidato del PT. Su ventaja sobre Neves fue de más de 8 millones de votos pero los sufragios sumados de este y de Marina Da Silva sobrepasan los de Dilma en más de 13 millones. Seguramente no todos los votantes de Silva sufragarán por Neves en segunda vuelta, pero se estíma será la mayoría. A la fecha, todavía Marina no se expidió públicamente por un candidato u otro. Continúa negociando con ambos partidos. 

Quizás el problema más grave para Dilma es la feroz y creciente campaña contra su gobierno de todos los grandes medios de difusión brasileños que a su vez no escatiman loas para Neves. A esto se le suma  la inexistencia de medios del PT o públicos y una pésima política de comunicación del gobierno que no supo consolidar en esta década. Como positivo para Dilma, no hay una estrecha identidad entre el PS y su ex candidata Marina Silva, ésta quien fue ministra de Lula se acerco a los Socialistas hace un año. Hay un sector amplio de estos que están con el PT. El PSDB ataca al gobierno en varios puntos en la campaña presidencial. En primer lugar, la desaceleración de la economía. De más esta decir que en el concierto mundial, se ha asistido a años de introspección económica. Hasta China decreció en el PBI. Uno de los puntos centrales que le endilgan a Dilma está vinculado a  la corrupción en Petrobras y de funcionarios públicos. Esa cuestión deberá ser resuelta sin concesiones y de manera urgente.

En las últimas tres elecciones presidenciales, para la segunda vuelta, el PT ha tenido una tendencia constante de incremento de la votación entre diez y trece millones: 2002/13, 2006/10 y 2010/ 12. De mantenerse, es decir si quienes votaron por Marina Silva dividieran sus preferencias para la próxima vuelta, Dilma obtendría el 51 %.

Esta coyuntura plantea el tema de la reversibilidad, de los modelos políticos del actual proceso latinoamericano. Debe realizarse una evaluación de los resultados electorales de los gobiernos de la región, para detectar si hay similitud en las causas, para los distintos ascensos y descensos electorales. Lo importante es revisar estos procesos en pos de establecer no coyunturas políticas, sino garantizar la continuidad de los procesos. Brasil se enfrenta a la más difícil encrucijada desde el 2002. La región depende de ese resultado.  

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Cuando la izquierda y el progresismo se separan



LOS LÍMITES DEL PROGRESISMO LATINOAMERICANO 

El progresismo, nacido desde la perspectiva de izquierda, a medida que se consolida con una identidad propia, parece estar tomando otra dirección. Esta idea, que izquierda y progresismo ya no son lo mismo, y una “gran divergencia” está en marcha. 

Por Eduardo Gudynas (desde Uruguay)

Todos sabemos que los gobiernos de la nueva izquierda han dominado el escenario político latinoamericano reciente. En un viraje sustancial, suplantaron a presidentes conservadores y neoliberales, y actualmente están presentes en Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela. También sabemos que este es un conjunto variado, con diferencias notables, por ejemplo entre los gobiernos de Evo Morales y el de Lula da Silva en Brasil, o en los modos de hacer política de Rafael Correa en Ecuador y José “Pepe” Mujica en Uruguay. Mas allá de esas diferencias, tienen muchos elementos compartidos que permiten reconocerlos como parte de un mismo conjunto, y distintos a las administraciones conservadoras o neoliberales.

A mi modo de ver esto se debe a que estos gobiernos, y sus bases de apoyo, están convergiendo bajo una identidad política específica: el “progresismo”. Esta es una denominación adecuada, usada en varios países, y que deja muy en claro que, más allá de sus diferencias, comparten la fe en el progreso. Se siguen las ideas contemporáneas del desarrollo, y por ello se implantan modos específicos en organizar la economía, las relaciones sociales y la apropiación de los recursos naturales.

Frente a estos gobiernos hay un creciente debate. No me refiero a las clásicas críticas de la derecha, como acusarlos de antidemocráticos, ni a las de una izquierda muy dogmática que lo denuncia como conservadores radicales. Esos son cuestionamientos poco rigurosos. En cambio, no pueden obviarse los señalamientos de un número significativo de simpatizantes, militantes e incluso conocidos líderes de izquierda, que están lejos de ser dogmáticos, pero que de todos modos se sienten desilusionados, alejados o incluso enfrentados con este progresismo. Sus posturas tienen una enorme importancia y deben ser escuchadas. 

Impulso hacia la izquierda 

Esos y otros aportes permiten señalar que estamos en una situación donde el progresismo actual comienza a apuntar en sentidos que son significativamente distintos a los trazados por la izquierda que le dio origen. Como “izquierda” es también una categoría plural, estas comparaciones deben hacerse con precaución. La izquierda que lanzó al progresismo se nutrió de muy variadas tendencias, de aprender de sus errores y saber renovarse. Muchos de sus avances, al menos desde la década de 1990, en buena medida fueron posibles porque se convergió hacia lo que podría llamarse una “izquierda abierta” (parafraseando al “marxismo abierto” de Ernest Mandel), que intentaba no ser dogmática, era tolerante y aceptaba aportes diversos. 

Esto le permitió destronar al neoliberalismo, establecer relaciones estrechas y mutuas con movimientos y organizaciones populares (especialmente indígenas y campesinos), retomar roles protagónicos para el Estado, y atacar la pobreza con energía. Fue una sinergia exitosa que fructificó en conquistar gobiernos, lanzar procesos de cambio, y superar durísimas oposiciones internas (como en Argentina, Bolivia o Venezuela). Con el paso del tiempo, ese progresismo emergió no sólo como una identidad política propia, sino que está apuntando en una dirección distinta. Estaríamos, posiblemente, frente a una “gran” divergencia entre izquierda y progresismo.  

La divergencia 

¿Cuáles son los temas en los cuales izquierda y progresismo están difiriendo? ¿Dónde ubicar esta divergencia? Para poder responder esas interrogantes, un primer reconocimiento permite identificar al menos diez cuestiones donde las propuestas progresistas actuales son diferentes a las de la izquierda que lo cobijó. 

1. Desarrollo. Más allá de sus pluralidades, la izquierda latinoamericana de las décadas de 1960 y 1970 criticaba en profundidad el desarrollo convencional. Cuestionaba tanto sus bases conceptuales, incluso con un talante anti-capitalista, como sus prácticas concretas, rechazando, por ejemplo, la persistencia en proveer materias primas. El progresismo actual ha abandonado en buena medida este debate, y acepta las bases conceptuales del desarrollo. Festeja el crecimiento económico y reproduce economías basadas en materias primas. Es cierto que en algunos casos se denuncia al capitalismo, e incluso hay intentos de alternativos (por ejemplo, con empresas nacionalizadas), pero prevalece la inserción en éste. Las discusiones están en cómo instrumentalizar el desarrollo (por ejemplo, si con más o menos Estado), pero no se disputa la esencia del mito del progreso. En cambio, sí mantuvo de la izquierda de los 60 y 70, una actitud refractaria a las cuestiones ambientales. 

2. Democracia. Durante las décadas de 1970 y 1980, las izquierdas latinoamericanas hicieron suyo el mandato de la democracia. La idea de llegar al poder por las armas fue desechada; así lo entendieron desde “Pepe” Mujica a Hugo Chávez. No sólo esto, sino que se buscó ir más allá de las simples elecciones nacionales, hacia la llamada radicalización o profundización de la democracia. Se crearon los presupuestos participativos, se promovieron referéndums y se buscó diversificar la participación ciudadana. El progresismo, en cambio, está abandonando ese entusiasmo, y se contenta con el instrumento electoral clásico, las elecciones. Algo similar se repite dentro de los movimientos y partidos políticos, donde se han debilitado sus procedimientos de consulta, y los candidatos son elegidos directamente por los presidentes. En la toma de decisiones reaparecieron las negociaciones confidenciales con el mundo empresarial, mientras que se evitan las reuniones con los grupos de base. Se ha llegado a casos llamativos, como en Uruguay, donde la izquierda en el pasado repetidamente usó plebiscitos y referéndums, pero hoy, el gobierno Mujica no sólo los rechazam sino que combate las iniciativas ciudadanas en ese sentido para frencar la megaminería. Es más, profundizando la democracia delegativa alrededor del presidente, llega a extremos hiperpresidencialistas. 

3. Derechos humanos. Desde los años 70, esa misma izquierda latinoamericana incorporó la defensa de los derechos humanos, especialmente en la lucha contra las dictaduras en el Cono Sur. Fue un aprendizaje notable, donde el viejo ideal de igualdad se articuló con la salvaguarda de los derechos. Se apoyó su profundización y ampliación (en especial con los de tercera generación). Hoy, las actitudes han cambiado, ya que cuando se denuncian incumplimientos en derechos, hay reacciones progresistas defensivas. En lugar de atender esos problemas, se cuestiona a veces a los denunciantes o se critica la institucionalidad jurídica. Incluso ponen en duda la validez de algunos derechos, como ha hecho Rafael Correa diciendo que los derechos de la Naturaleza son “supuestos”. 

4. Constituciones y leyes. La izquierda abierta insistía en recuperar el papel de las constituciones como el marco básico compartido. Es más, bajo el progresismo inicial en Bolivia, Ecuador y Venezuela, se aprobaron nuevas constituciones (con innovaciones sobre los derechos), y nuevos ordenamientos normativos. A su vez, en todos los casos se proponía reforzar la independencia, imparcialidad y capacidades del Poder Judicial. Pero ahora el progresismo da señales contradictorias. Se incomoda con obligaciones que le imponen sus propias constituciones, e incluso opera sobre ellas para aligerar controles políticos, sociales o ambientales. Se toleran desprolijidades en cumplir exigencias legales, manipular leyes o presionar al Poder Judicial. Es más, en algunos momentos parecería que erosionan su propio nuevo constitucionalismo. 

5. Corrupción. La izquierda de fines del siglo XX era una de las más duras luchadoras contra la corrupción. Ese era una de los flancos más débiles de los gobiernos neoliberales, y en aquellos años la izquierda atacó una y otra vez en ese terreno, desnudando negociados, favoritismos empresariales, etc. El progresismo inicial siguió en ese camino, pero aquel ímpetu parece menguar. Hay varios ejemplos donde no ha manejado adecuadamente los casos de corrupción de políticos claves dentro de sus gobiernos, y en muchos casos la asignación de fondos públicos termina repitiendo viejos vicios. Los casos ocurridos en Brasil, que involucraron a muchos líderes del PT, son un ejemplo de las resistencias que se elevan desde el poder. Asoma una actitud de cierta resignación y tolerancia. 

6. Movimientos sociales. La izquierda latinoamericana durante décadas cultivó un relacionamiento estrecho con grupos subordinados y marginados, y a su vez, éstos influyeron directamente en su configuración. El progresismo inicial resulta de esa simbiosis, ya que gracias a indígenas, campesinos, movimientos populares urbanos y muchos otros actores, alcanzaron los gobiernos. Desde esos sectores populares surgieron votos, pero también ideas y prioridades, y unos cuantos dirigentes y profesionales, muchos de los cuales están ahora en los despachos estatales. Pero en los últimos años, el progresismo parece alejarse de varios de estos movimientos populares, no comprende sus demandas, y prevalecen actitudes defensivas en unos casos, a intentos de división u hostigamiento en otros. Cuestiona tanto a ciudadanos organizados, como a movilizaciones poco estructuradas pero potentes. Por ejemplo, varios exponentes partidarios e intelectuales del progresismo brasileño, calificaron que las manifestaciones de los jóvenes en las calles era una expresión de derecha, una confabulación de la oposición, etc.; no intentaron entender qué estaba pasando, sino que simplemente se defendieron descalificando a los jóvenes en las calles. Se gasta mucha energía en calificar, desde el palacio de gobierno, quién es revolucionario y quién no lo es, y perdió los nexos con organizaciones indígenas, ambientalistas, feministas, de derechos humanos, etc. Me pregunto, ¿qué hay de izquierda en burlarse de un dirigente indígena? La desazón se expande ya que muchos líderes sociales eran atacados en el pasado desde los gobiernos neoliberales, y ahora vuelven a serlo, pero desde el progresismo. 

7. Justicia social. La izquierda clásica concebía a la justicia social bajo un amplio abanico temático, desde la educación a la alimentación, desde la vivienda a los derechos laborales, y así sucesivamente. El progresismo en cambio, apunta sobre todo a una justicia como redistribución económica, y en especial por medio de la compensación monetaria a los sectores más pobres y el acceso del consumo masivo al resto. No niego ni la importancia de esas ayudas para sacar de la pobreza a millones de familias, ni la relevancia que los sectores populares accedan a servicios y bienes necesario. Pero la justicia es mucho más que bonos, la calidad de vida es más que comprar televisores, y no se la puede reducir a un economicismo de la compensación económica. 

8. Integración y globalización. La izquierda logró relanzar la integración regional y continental, y combatió esquemas de liberalización comercial como el ALCA, los TLCS e IIRSA. Lanzó algunas iniciativas muy interesantes, como el Tratado de Comercio de los Pueblos y ciertos convenios bajo el ALBA, el SUCRE y el Banco del Sur. Esos esfuerzos se estancaron bajo el progresismo. Lo que se mantiene es la retórica latinoamericanista, pero no puede obviarse que no se logran políticas comunes en sectores claves como energía, agroalimentos e industria. Hay avances en algunos planos (como la integración cultural), pero los Estados siguen compitiendo comercialmente, y no pocas veces apelan a trampas para-arancelarias entre vecinos. Instrumentos antes criticados, como IIRSA, ahora reaparecen dentro de UNASUR (bajo la llamada COSIPLAN). También, han aceptado la gobernanza global de liberalizar el comercio, expresada en la OMC, batllando por concluir un acuerdo comercial global (donde las negociaciones estuvieron conducidas por un brasileño). 

9. Independencia y crítica. La izquierda mantenía una estrecha relación con los intelectuales, los que a su vez nutrían sus debates y ensayos. Más allá de discusiones puntuales, en aquellos tiempos se respetaba la rigurosidad e independencia, y se aceptaba la crítica. Incluso se buscaban ángulos originales, se hurgaba en lo que estaba oculto, y se navegaba en una pluralidad de voces. El progresismo da señales que cada vez le gusta menos la crítica independiente, y prefiere escuchar a los intelectuales amigos. Y cuando los intelectuales amigos escasean dentro del propio país, los trae del norte, aprovechando lo poco que saben de las realidades nacionales. Se desconfía de análisis exhaustivos, y se prefieren las felicitaciones. Denuncia a libres pensantes y reclama seguidores fieles. Muchas advertencias son desoídas, para ser rápidamente tipificadas como disenso o traición. En fin, parecería que antes que tener voces plurales e independientes, se busca el apoyo publicitario. 

10. Discursos y prácticas. Finalmente, en un plano que podríamos calificar como cultural, el progresismo elabora diferentes discursos de justificación política, a veces con una retórica de ruptura radical que resulta atractiva, pero sus prácticas son bastante tradicionales en muchos aspectos. Por ejemplo, los discursos por la Pacha Mama se distancian de la gestión ambiental, se cita a Marx y Lenin pero los acuerdos productivos son con corporaciones transnacionales, se proclama al Vivir Bien pero se lo desmonta en la cotidianidad, se llama a la industrialización pero las medidas son la apertura extractivista, se dice que responden a los movimientos sociales pero se clausuran organizaciones ciudadanas, se felicita a los indígenas pero se invaden sus tierras, y así sucesivamente. Al progresismo se le hace cada vez más difícil responder a las contradicciones entre el discurso y las prácticas. Sus estrategias extractivistas ejemplifican este problema, ya que están repletas de impactos sociales o ambientales, o de violaciones en derechos humanos. Como es muy difícil defender esas medidas con argumentos serios, hay algunos que caen en respuestas simplistas, muchos slogans, o incluso en burlas o desprecios. Se podrán encontrar casos, por ejemplo, donde las denuncias de indígenas frente a mineras o petroleras, no reciben respuestas que dejen en claro cuáles son las medidas ambientales que se tomarán, y en cambio se acusa a los contaminados de ser antirevolucionarios. Un día se dice que se usará la mejor tecnología del mundo, poniéndose como ejemplo a los países industrializados, pero al otro día se batalla por imponer un imaginario donde si los reclamos provienen de una ONG hay que sospechar, y si esa ONG en algún momento recibió financiamiento desde Estados Unidos o Europa, sería que tiene malas intenciones. El embate contra las organizaciones internacionales cancela la posibilidad de solidaridad entre movimientos sociales de distintos países. Pero también es un quiebre con la historia reciente de la izquierda, donde tuvo enorme importancia el apoyo solidario de ONGs y sindicatos de EE.UU. a muchas campañas nacionales y continentales (posiblemente la más importante fue la lucha contra el ALCA). Prevalece, entonces un discurso, donde hay unos cuantos muy entretenidos en demostrar quién es más “revolucionario”, pero tienen enormes limitaciones para analizar las propias prácticas. 

Las razones de dos caminos 

¿Bajo qué circunstancias comenzaron a separarse el progresismo de la izquierda? A mi modo de ver esto tienen que ver con varios factores, y entre ellos deseo señalar al menos cuatro.

Uno. La necesidad de asegurar la marcha del Estado y la estabilidad económica, obligó a que el progresismo gobernante se adaptara al capitalismo y la globalización, y ello le significó quedar atrapado dentro del desarrollo convencional.

Dos. En la gestión cotidiana no logró diseñar un número suficiente de instrumentos de política pública alternativos, por lo que debió seguir usando muchas de las herramientas convencionales. Ese uso no es neutro, y por esa vía se implantaron políticas públicas que también son convencionales.

Tres. Ante las elecciones, muchos progresistas se obsesionan con ganarlas a toda costa, y eso los lleva a hacer y decir cosas extremas, aceptar alianzas con grupos conservadores y hostigar toda voz crítica.

Cuatro. Las épocas neoliberales dejaron de todos modos una impronta en la sociedad, donde hay sectores importantes que apoyan al progresismo en tanto les asegure la continuidad del desarrollo clásico. 

Distintos senderos 

El progresismo nació como una expresión reciente en el seno de la izquierda latinoamericana. Maduró como una particular mezcla e hibridización de distintas condiciones culturales y políticas, pero quedó enmarcado en las ideas occidentales del desarrollo. No es una postura conservadora ni neoliberal, y hasta podría entenderse que sus defensores lo presenten como una expresión de izquierda, y como ha sido exitoso en varios frentes, cuenta con muchos apoyos. Pero como acabamos de ver, ya no puede negarse que está en marcha una divergencia entre izquierda y progresismo.

La identificación de la divergencia entre izquierda y progresismo también resulta difícil cuando se utilizan marcos analíticos propios del siglo XIX o del XX, ensimismado con un capitalismo centrado en Estados Unidos y un mundo organizado bajo su imperialismo. En cambio, ahora, en el siglo XXI, estamos frente a capitalismos más diversificados, incluyendo la versión china, donde América Latina navega un mundo más diversificado, donde persisten viejas relaciones asimétricas a nivel global, pero se le han sumado otras como ocurre con China (el gran consumidor de materias primas laitnoamericanas, proveedor financiero y comerciante en manufacturas baratas), y nuevas configuraciones de poder dentro del continente.

Esta gran divergencia está ocurriendo frente a nosotros. Allí donde los estilos de desarrollo progresistas generan contradicciones o impactos negativos, no aceptan cambiarlos y, en cambio, reafirman el mito del progreso perpetuo. Sus posturas redelimitan la política, sea por sus ajustes democráticos como por su insistencia en diseminar la creencia de que casi todo es compensable económicamente.

Tal vez el progresismo rectifique su rumbo en algunos países, retomando algunos de los valores de la izquierda clásica para buscar otras síntesis de alternativas que incorporen de mejor manera temas como el Buen Vivir o la justicia en sentido amplio. Sean esos u otros temas, en todos los casos deberá desligarse del mito del progreso. Dicho de otro modo, es dejar de ser progresismo para volver a construir desde la izquierda. En otros casos tal vez decida reafirmarse como tal, profundizando todavía más sus convicciones en el desarrollo, cayendo en regímenes hiperpersidenciales, extractivistas, y cada vez más alejados de los movimientos sociales. Este es un camino que lo alejará definitivamente de la izquierda.

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La película que no pudieron borrar



“BORRANDO A PAPÁ” SORTEÓ LA CENSURA 

Finalmente se estrenó Borrando a papá. En Internet (por YouTube), en salas de cine (Espacio INCAA Km 3 - Arte Cinema - Salta 1620), y en centros culturales independientes. La censura (o los intentos de censura por parte de diputadas macristas y ONGs feministas alineadas al kirchnerismo) ya no pudieron con la película-documental que cuenta con apoyo del INCAA y que entre otras cosas revela que las nuevas políticas de género oficiales-imperiales están dañando a millones de familias en el mundo, tanto a niños y niñas, como a sus padres y madres, y hasta sus abuelos y abuelas, tíos y tías, primos y primas, hermanos y hermanas, etc. Provocando muchos más abusos psicoemocionales y físicos, a raíz del aumento multiplicado de falsas denuncias de género, que nunca son investigadas, bajo lo que vemos como una suerte de nueva dictadura, ya que hay una privatización y apropiación ilegítima de los hijos por parte de madres que se vuelven denunciantes falsas para obtener a cambio el respaldo del Estado, y sus fuerzas represivas -o de seguridad-, y así vengarse de sus exparejas, y en el camino dañando a los hijos de ambos.     

Por Xuan Pablo Gonzalez    

Esto es debido a la distorsión de leyes, ideas y conceptos, que son puestos en práctica con cierto orgullo o pedantería sádica: por parte de funcionarios, periodistas, asistentes sociales y psicólogos estatales o de ONGs de dudosa seriedad profesional, que abusan impunemente y continuamente, de malas praxis. Y que son respaldados por el Estado y por fondos privados de fundaciones con un pasado oscuro, y entre las que se han denunciado en otros medios a las de las poderosas familias Rockefeller y Ford, por ejemplo, que con sus fondos fueron capaces de apoyar crímenes de guerras, torturas y experimentos genéticos nazis, -como por ejemplo denuncia el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su libro Espejos-, y que casualmente también aportaron fondos para apoyar las últimas dictaduras militares sudamericanas (que incluyeron casualmente robos de niños). En Borrando a papá se llega a mencionar la posibilidad de algún tipo de “conspiración”, o con$pira$ión, detrás de estas masivas problemáticas familiares (filio-parentales) actuales, desencadenadas por las nuevas leyes neoliberales de género. Y citan a la especialista inglesa Erin Pizzey que ha dicho: “Pareciera como si hubiera una conspiración de silencio sobre las enormes cifras de la violencia ejercida por las mujeres”.  

De hecho para entender esta problemática debemos retrotraernos a las ideologías dialécticas comunistas-masónicas del siglo XIX, y citamos a Federico Engels con El origen de la familia, la propiedad y el Estado: allí dice que “El hombre es en la familia el burgués; la mujer representa en ella al proletariado”. De hecho en el Manifiesto Comunista, los masones Karl Marx y Engels hablan de “darle muerte” a “la burguesía” para instalar la “dictadura del proletariado”, y abogan por la “¡Abolición de la familia!”. O sea que en términos de género, el marxismo-hegeliano-masónico aboga por “darle muerte” a los hombres (como en el feminazi Manifiesto Scum de la norteamericana Valerie Solanas, que intentó matar al artista pop gay Andy Warhol), y en términos familiares: darle muerte a los padres. Borrarlos, borrarnos, (Borrando a papá), e instalar una dictadura de la mujer, de las madres. Lo curioso es que ni estamos en un comunismo, y que la “dictadura de la mujer” promovida por los grandes ideólogos del comunismo, está bajo la protección del Papá Estado, en estados capitalistas posmodernos neoliberales, solventados por capitales privados del Imperialismo norteamericano y transnacional, en un neopatriarcado estatal como dice hoy la anarquista española María del Prado Esteban Diezma: “De la misma manera que los nazis usaron el sentimiento antijudío para constituir su base de masas instigando el odio irracional y alimentando el emocionalismo más exaltado, el prejuicio androfóbico está siendo utilizado hoy por el poder con la misma función… La ley al establecer la especial vulnerabilidad de las mujeres, su necesidad de excepcional protección hace gala de un machismo mostrenco pues sustituye la tutela marital que establecía el Código Civil… por la del Estado y sus instituciones y funcionarios, fundando de esta manera un neo-patriarcado estatal, que no solo las ‘ampara’, sino que hace recaer en ellas privilegios y ventajas innegables a cambio de la obligación de guardarle obediencia y servirle en todo… el poder tiránico del Estado se presenta como salvador aportando lo que le es más propio, la organización de la violencia institucionalizada. Quebrados los lazos interhumanos, la policía y los ejércitos aparecen como garantes de la civilización”. Y entonces así como la dialéctica marxista-hegeliana-masónica propone un capitalismo vs. comunismo, también propone un machismo vs. feminismo, para mantenernos desunidos y dominados en este siglo XXI (el tres veces presidente democrático Juan Domingo Perón en La Hora de los Pueblos (1968), denunció que el “neocolonialismo imperialista” era el mismo: “ya sea bajo la hoz y el martillo como bajo las barras y las estrellas”. Ambos constituyen “la sinarquía internacional, de la que forman parte el capitalismo, el sionismo, el comunismo, la masonería y el clero tradicional, apoyados por los cipayos”  escribió Perón). 

Y la película Borrando a papá pasa revista de que el tema de la obstrucción de vínculos, tras separaciones y divorcios, termina siendo alienante primero para los niños, y después para su padre y su madre, antes que nada. Y esto no es porque las separaciones y divorcios “conflictivos” sean los culpables, sino porque hay leyes que son incumplidas (la Ley 24.270 de impedimento de contacto, por ejemplo), hay profesionales académicos que representan a la justicia y a la psicología de género que son pedófilos perversos y sádicos (como el caso de Jorge Corsi, también denunciado en la película, que fue parte de la dictadura militar de Videla, y condenado recientemente por la misma justicia), y hay ineficiencia y burocracia estatal, falta de voluntad, y una fría mecanicidad para complicar en vez de resolver cuestiones familiares que son emocionales y delicadas, que perturban y trauman a los seres más indefensos de nuestras sociedades humanas: los niños y las niñas: nuestro propios hijos e hijas. Y éste no es un tema o problemática nacional, sino transnacional: lo mismo pasa en Chile, en Uruguay, en México, en EEUU, en Alemania, en España, en Inglaterra, en Francia y en muchos países, la mayoría (sino todos) de los países capitalistas del mundo, como muestra Borrando a papá.   

De hecho llama la atención que los grandes directores de cine de nuestro tiempo, y citamos ejemplos como el español Alex De La Iglesia (con su película Las Brujas de Zugarramurdi), y el norteamericano Woody Allen (con Deconstruyendo a Harry),  nos muestran casos de padres que terminan siendo acusados del “secuestro” de sus propios hijos porque sus exmujeres no les permiten verlos -y los amenazan o denuncian falsamente con la policía (el Papá Estado)-, ni relacionarse con ellos, y los niños son usados de rehenes y maltratados psicológica y a veces físicamente por sus propias madres, hasta el punto del asesinato como nos recuerda Borrando a papá, -y el sonado caso de una mujer brasilera que mató a su propio hijo para “vengarse” de su exmarido argentino-. Y todas estas películas, ficciones y documentales, están basadas en realidades mundiales donde los hombres que somos padres somos culpables de todo tipo de barbaridades por el sólo hecho de haber nacido hombres y haber tenido, querido y amado a nuestros hijos, más que nada en el mundo, aún después de la separación de nuestras exparejas, que elegimos para formar una familia, y por A o B no pudo prosperar. Al menos unida, ya que Borrando a papá también nos muestra la alternativa y la solución eficaz, rápida y menos conflictiva y traumática para todo el grupo familiar ante una separación: la tenencia compartida, esto es que los hijos puedan compartir la mitad del tiempo con su madre tanto como con su padre, aún estando separados o divorciados. Y las nuevas políticas de tenencia compartida sí son justamente “igualitarias”: no hay privilegios “especiales” ahí: o todos son privilegiados porque pueden compartir libremente su amor filial: hijos, padres y madres, abuelos y abuelas, etc. No hay feminismo-matriarcal (la madre vale más que el padre) ni machismo-patriarcal (el padre vale más que la madre): ahí sí hay una correcta igualdad de derechos de género. Mitad y mitad. Una tercera alternativa ante la obsoleta y reaccionaria dialéctica machista-feminista, que vimos tiene un mismo origen capitalista-comunista.

El hecho es que hay abusivos profesionales de la psiquis, asistentes sociales, abogados y jueces, que hacen lo imposible para que los padres separados seamos “desaparecidos” para nuestros propios hijos: “huérfanos de padres vivos”, eso nos muestra Borrando a papá. Y lo que nos muestran estas otras películas citadas antes, es que un padre puede desesperarse ante tanta abusiva y absurda injusticia, por no poder estar con sus hijos que son lo que más ama, y ser capaz de hacer “locuras”: locuras como encadenarse a un juzgado, disfrazarse de superhéroes y subirse a monumentos, trepar puentes y colgar carteles pidiendo un poco de justicia, etc. como también muestra Borrando a Papá, en casos reales, concretos, actuales, mundiales. No violentos. 

En estos últimos meses las directoras (Ginger Gentile y Sandra Fernández Ferreira) y el productor (Gabriel Balanovsky) de la película han desfilado por distintas radios, canales de televisión, diarios y revistas, denunciando que hay todo una “industria” que se beneficia económicamente, detrás de todas estas historias familiares: familias que son destruidas no por la falta de amor de los padres y los hijos, sino por una ideología de género fascistoide (feminazis llaman algunos a las y los feministas alineados a estas nuevas “dictaduras” sexistas perversas, como recuerda Borrando a papá), que ante una separación agudiza la victimización de las mujeres-madres-volviéndolas victimarias, demoniza a los hombres-padres-volviéndolos víctimas, y desprotege y daña aún más a los niños-hijos-volviéndolos supervíctimas por excelencia. Y que aumenta la intraviolencia familiar en vez de disminuirla, como muestran las estadísticas del mundo. Ideologías de género que como la mayoría de ideologías que conocemos y aplicamos sin estudiarlas demasiado –o al menos hacen eso nuestros representantes-, son foráneas: vienen del Norte, de EEUU o de Europa, de los centros de poder mundiales de los últimos, al menos 200 años. Y “No es cierto que la ideología de género pretenda ayudar a la mujer… pues no reconoce a la mujer”, dicen las propias mujeres independientes, como desde nuestra tierra sudamericana afirma Beatriz Eugenia Campillo Vélez. (Y recordemos que las directoras de Borrando a papá llegaron a ser amenazadas y difamadas antes del estreno de la película, por sus varios censuradores feminazis). 

Ideologías de género que acá en Suramérica son neocolonizantes, y que en EEUU (imperio militar actual, que bombardea e invade países del mundo como parte de sus hábitos cotidianos, una idiosincrasia que la vuelven la nación con más gente armada y más presos en el mundo, la más violenta, la que produce y vende más armas, y las usa, la que consume más drogas ilegales y legales, la más hipócrita y corrupta de las naciones, que más bases militares tiene en el mundo: más de mil, y la que armó el Plan Cóndor y las dictaduras militares neoliberales, etc., y que con el FMI y fondos buitres, etc. aplica extorsiones y un “terrorismo” económico, como dijo la misma presidenta Cristina Fernández de Kirchner, etc.) se aplican de igual manera. Cuando el personaje de Woody Allen es arrestado en su propia película dice algo de que: “Es su hijo, y ¿cómo si es el padre va a secuestrar a su hijo?”. Cuando sólo se lo había llevado unas horas para que el niño viera que el padre era premiado en una Universidad, ante la negativa de su exmujer a cambiar el día de sus “visitas paternas”. Allen hace una parodia del hecho, satiriza el absurdo y la injusticia de las leyes y la realidad, como hace De La Iglesia: su personaje, disfrazado del “Cristo” crucificado, también “secuestra” a su hijo, por que su exmujer le restringe la relación con el niño, cuando éste prefiere estar con el padre que con la madre. De La Iglesia va con su sátira más lejos que Allen, recrea y subvierte aún más la realidad metiéndose con la brujería, las fuerzas oscuras, y el poder y la realidad de los mitos arcaicos. Y en estas películas los villanos son los jueces, abogados y la maquinaria “infernal” de un sistema judicial  desigual, injusto, para todos.  Y Borrando a papá entronca entonces con estas geniales y graciosas ficciones, pero desde el lado documental, denunciando valiente y abiertamente algunos personajes reales de carne y hueso, enquistados en posiciones de poder en medios televisivos estatales o instituciones judiciales y psicológicas corruptas, en este nuestro país que llamamos Argentina.   

Borrando a papá nos muestra una realidad más desnuda, dramática y local, tanguera en cierto punto (y tangueros son los Padres del Obelisco, que también reclaman por sus hijos “secuestrados” por sus madres-y-el Papá Estado, y que en cierta forma y en pleno centro porteño recrearon y reactualizaron simbólicamente la lucha de Madres de Plaza de Mayo) desde el dolor que provocan en los hombres-padres, tantas irregularidades y yerros que llegan a ser disparatados. Porque como dijo por otro lado Susana Trimarco, la madre de Marita Verón, secuestrada por una red mafiosa y poderosa de trata de personas, que es protegida por el mismo poder judicial que el que denuncia Borrando a Papá: “Desgraciadamente la justicia que tenemos es una justicia que hace injusticias” (Trimarco). 

Para cambiar la realidad primero hay que tomar conciencia de la misma: y esta película es un espejo de una realidad oculta, que no por nada, quisieron censurarla, mantenerla oculta: y generó tanto revuelo y cosechó tantos enemigos antes de su estreno, en pocos meses. Enemigos que desde el prejuicio, o desde el verse desnudados y exhibidos en su abominable corrupción ante el gran público, trataron de tapar la luz: la luz de cientos y miles y millones de historias de amor truncadas que esperan una justicia eficaz y real, que vele por la salud integral de nuestros hijos e hijas de una vez. La película está estrenada, y todos y todas podemos verla. En el cine, en espacios culturales independientes, o por la red virtual de Internet, en la página de Borrando a papá 

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