5 de febrero de 2015

Bajo presión



ALGUNAS PRECISIONES SOBRE LA ENIGMÁTICA MUERTE DEL FISCAL NISMAN 

La muerte de Nisman quedó inmediatamente atrapada en una telaraña de indisimuladas presiones políticas sobre la fiscal actuante, discursos oficialistas contradictorios y en algún caso disparatados, acusaciones cruzadas entre simpatizantes K y opositores, operaciones de prensa de todos los pelajes, luchas intestinas en y  entre la dirigencia comunitaria judía y organizaciones de familiares de víctimas del atentado a la AMIA y oscuras intrigas de los servicios de inteligencia. Todo ello podría ser perfectamente el argumento de una apasionante película de suspenso, pero en realidad es una masa inextricable y ominosa de argumentos y datos. 

Por Marcelo R. Pereyra 

DISPAREN SOBRE EL FISCAL 

Escribir sobre las circunstancias que rodean a la muerte de Alberto Nisman a principios de febrero de 2015, es decir a escasos quince días de haber sucedido el hecho, es una tarea difícil. En primer lugar, porque la pesquisa criminal aún no ha finalizado y las pericias que quedan por realizar podrían aportar algo de certeza a la investigación. Y en segundo lugar, porque apenas fue conocida, la muerte de Nisman quedó inmediatamente atrapada en una telaraña de indisimuladas presiones políticas sobre la fiscal actuante,discursos oficialistas contradictorios y en algún caso disparatados,acusaciones cruzadas entre simpatizantes K y opositores,operaciones de prensa de todos los pelajes, luchas intestinas en y  entre la dirigencia comunitaria judía y organizaciones de familiares de víctimas del atentado a la AMIA y oscuras intrigas de los servicios de inteligencia. Todo ello podría ser perfectamente el argumento de una apasionante película de suspenso, pero en realidades una masa inextricable y ominosa de argumentos y datos. Si se la quiere analizar con seriedad hay que separar la paja del trigo de manera cuidadosamente quirúrgica para no repetir cosas dichas por otros y no caer en la tramposa dialéctica K/antiK. Se trata de introducir algo de claridad a un asunto oscuro. Tal vez no se puedan aportar respuestas concluyentes, pero se intentará resaltar cuáles son las preguntas clave que hay que hacerse. 

EL CASO POLICIAL 

Por la información que se ha hecho pública hasta este momento, la deducción más factible es la de un suicidio. Nada, absolutamente nada, indica con razonable grado de verosimilitud la posibilidad de un asesinato. Es cierto que hay algunas circunstancias que llevan a pensar lo contrario, como las amenazas de muerte que venían sufriendo Nisman y su familia desde 2012, o las confusas y contradictorias actitudes y declaraciones testimoniales de sus custodios, o las fallas en la seguridad del edificio en el que vivía, pero ninguna de ellas, hasta ahora, es capaz de explicar científicamente las particularidades de la escena del crimen y la mecánica de la muerte en el caso de haber sido un asesinato. 

EL HECHO POLÍTICO 

Lo que en realidad lleva a muchos a sostener la hipótesis del asesinato no es lo criminalística sino el contexto político: resulta razonablemente sospechoso que Nisman haya muerto pocos días después de haber formulado una grave denuncia por encubrimiento del atentado a la AMIA contra la presidenta Cristina Fernández, su canciller y otros dirigente políticos. Rápidamente la teoría de la conspiración tomó cuerpo: ¿qué hacía el secretario de Seguridad Berni en la escena del “crimen”? ¿Por qué se demoró tanto en confirmar la muerte? ¿Cómo se había enterado el gobierno de que el fiscal había dejado sola a su hija en el aeropuerto de Barajas? ¿Quién había filmado su llegada a Ezeiza?  

Las conspiraciones siempre fascinan. Explican los hechos de una manera mucho más atrayente, y aunque son endebles y difíciles de probar, resultan más creíbles que la propia realidad, que puede resultar aburrida y prosaica. Vaya un solo ejemplo: Alfredo Yabrán, sindicado como el ideólogo del asesinato de José Luis Cabezas, apareció muerto con un disparo de escopeta en la boca, el 20 de mayo de 1998, cuando estaba prófugo de la justicia que lo había citado a declarar por el crimen del fotógrafo. Mucho se especuló, primero, acerca de si se había suicidado o lo habían matado, y, después, sobre si el cuerpo que se había enterrado era realmente el del empresario.  Mayoritariamente se desconfiaba de lo que habían informado las autoridades en ese momento. En su libro La noticia deseada Miguel Wiñazki publica los resultados de encuestas realizadas pocos días después de la muerte de Yabrán. En una de ellas, ante la pregunta “¿Usted cree o no en la versión  oficial según la cual Yabrán se suicidó?”, el 62% de los entrevistados dijo no creer, el 27% manifestó que sí creía y el 11 no opinó. Otra encuesta preguntó si se creía que el cadáver era el de Yabrán: el 50% opinó que no era. Una tercera realizó la siguiente pregunta: “¿Por qué le parece a usted que mucha gente desconfía de que Yabrán se haya suicidado?”. Las respuestas fueron: “Porque no confía en la palabra de las autoridades”: 60%. “Porque las personas como Yabrán no se suicidan”: 22%. “Porque a la gente le gusta creer en cosas imaginarias”: 7%. Cuatro años después, el 30 de junio de 2002, cuando todo el affaire parecía haber quedado en el olvido y sólo se hablaba del asesinato de Kostecki y Santillán, Clarín publicó en su tapa como noticia destacada: “LA SOMBRA DE YABRÁN”/Un hombre dijo llamarse Alfredo Yabrán. Mostró un pasaporte con ese nombre y firmó con trazos aparentemente iguales a los del empresario. Así vendió una casa en Los Ángeles. Para la Justicia, Yabrán se suicidó en 1998. Detrás de esta revelación, vuelve a abrirse el misterio que Clarín investigó aquí y en EE.UU”.

La creencia en estas versiones conspirativas se basa en aspectos psicosociales y políticos. En el caso Nisman, son los segundos los que explican cómo tomó cuerpo velozmente en los opositores la idea de que el gobierno era el responsable de la muerte del fiscal y que la escena del suicidio se había fraguado. En mensajes en las redes sociales, en diferentes manifestaciones públicas y en el velorio y entierro de Nisman miles de antiK expresaron esta convicción, vigorosamente fogoneada por los modismos informativos de la prensa opositora y por las sinuosas comunicaciones de la presidenta Fernández, más dedicadas a ensalzar los supuestos logros de su administración que a informar acabadamente sobre lo ocurrido con Nisman.  Así, para estas personas, el fiscal se convirtió en un símbolo de la lucha contra la corrupción K, y de la noche a la mañana lo ungieron como un mártir del antikirchnerismo.

Con todo, lo importante es no caer en una simplificación ramplona, según la cual quien sostenga la hipótesis del suicido es oficialista y quien haga lo propio con la del asesinato es opositor. Lo verdaderamente importante es pensar en por qué se podría haber suicidado y/o por qué lo querrían haber asesinado. Y aquí es donde la cosa se complica. Y mucho. 

LOS ACONTECIMIENTOS SE PRECIPITAN 

En 2005 el entonces presidente Néstor Kirchner creó la fiscalía especial para investigar el atentado a la AMIA. Se venía del fracaso estrepitoso del juez Galeano y de la causa por encubrimiento contra el propio juez y contra el ex presidente Carlos Menem. Kirchner puso en esa nueva unidad fiscal a Alberto Nisman, quien había sido fiscal adjunto de los fiscales que habían actuado con Galeano, también procesados por encubrimiento. Kirchner llamó a Nisman y le ordenó trabajar con Antonio Stiusso, un capo de la Secretaría de Inteligencia. Nisman y Stiusso no hicieron grandes cambios en la investigación histórica del atentado: mantuvieron la “pista iraní”, desechando la “pista siria” y la “conexión local”. La “pista iraní” le resultaba agradable a EEUU e Israel, enemigos políticos de Irán. Por eso sus servicios de inteligencia colaboraban con Stiusso y Nisman. Es más, el periodista Santiago O’Donell reveló, en base a cables de la embajada estadounidense que se filtraron, que Nisman era una suerte de perrito faldero de la diplomacia yanqui (http://santiagoodonnell.blogspot.com.ar/2015_01_01_archive.html?m=1#5028156492321647353). En 2006, como resultado de estas interrelaciones de Nisman con la SIDE, la CIA y el Mossad, se llegó a la determinación de pedir la captura internacional de siete ex funcionario que formaban parte de la embajada iraní cuando explotó la bomba en la AMIA, es decir el 18 de julio de 1994. Luego la investigación no avanzó un paso más, pero nadie –ni el gobierno, ni la oposición, ni los medios, ni las entidades de la comunidad judía- pataleaba. Una suerte de pacto no escrito mantenía a Nisman a salvo de cualquier crítica.

Así pasaron mansamente varios años. Pero todo lo bueno se termina en esta vida. En enero de 2013, por razones que aún se tratan de establecer y un año después de haber reclamado enérgicamente a Irán la entrega de los funcionarios sospechados, en la asamblea de las Naciones Unidas, la presidenta Fernández anunció que se había firmado memorándum de  entendimiento con Irán que, teóricamente, facilitaría el interrogatorio de los sospechosos por parte del juez Canicoba Corral y de Nisman. Aquel memorándum descolocó a Nisman y a Stiusso, que quedaron pedaleando en el aire. Sospecharon que había gato encerrado y se pusieron a buscarlo. Y así “encontraron” las escuchas telefónicas con las que Nisman montó su propia hipótesis conspirativa: entendió que el memorándum era en realidad un artilugio, una cortina humo que escondía otras intenciones muy distintas a las del esclarecimiento del atentado en el que murieron 85 personas, pues sólo tenía la misión de desincriminar a los iraníes sospechosos. Según el fiscal, Argentina recibiría a cambio de ello una lluvia de petrodólares.

En mayo del año pasado Nisman comenzó a redactar su denuncia por encubrimiento. El gobierno se enteró. Stiusso, que había sido un perro fiel del kirchnerismo espiando durante once años a amigos y enemigos, fue echado a mediados de diciembre. El último día hábil de ese mes la Procuradora General de la Nación, Alejandra Gils Carbó, removió a fiscales díscolos y designó a otros que le responden. Nisman entendió que él sería el próximo en ser eyectado y se apuró a presentar su denuncia durante la feria judicial. 

¿POR QUÉ?

1) ¿Por qué asesinar a Nisman? 

La denuncia por encubrimiento que presentó el fiscal antes de morir no tiene la suficiente entidad como para que Cristina Fernández ni el resto de los involucrados se preocupen. Tampoco  afecta el status de los iraníes sospechosos. En realidad es más un ensayo político, con pasajes verosímiles, que una denuncia penal. Por lo tanto su valor es más simbólico que real. Pero si esto no fuera así no tenía sentido matar a Nisman después de que presentara la denuncia. Su muerte no va a impedir que siga su curso mientras haya alguien que la impulse mínimamente. 

2) ¿Por qué se mató Nisman?

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