10 de agosto de 2015

“La guerra de sexos es un capítulo más de la estrategia del sistema para dividir y debilitar al pueblo”



CONVERSACIONES CON LA ESCRITORA ESPAÑOLA MARÍA DEL PRADO ESTEBAN DIEZMA (SEGUNDA PARTE) 

Segunda parte de la entrevista con la investigadora y escritora española María del Prado Esteban Diezma, autora del libro “Feminicidio o auto-construcción de la mujer”, que nos devela los tejes y manejes políticas globales y leyes de género: mientras la violencia, la militarización, la vigilancia y el control biopolítico avanzan sin pausa, y el #NiUnaMenos se ha vuelto parte de los “slogans” de campaña presidencial de los partidos políticos locales, tanto de izquierda como de derecha.   

Por Xuan Pablo Gonzalez 

En tu trabajo comparás el sexismo con ideologías racistas biopolíticas genocidas como el nazismo, y “casualmente” o sincrónicamente, surgió visiblemente en los últimos años una rama de “extrema derecha feminista”, conocida popularmente como feminazi (atractivas mujeres rubias de piel blanca semidesnudas). En Argentina se las vio con sus ropas negras (recordando las fascistas ropas militares negras) y con sus bellos pechos desnudos, y escritos sobre ellos: “El aborto es sagrado”, o “Si nos organizamos los matamos a todos” (los hombres). Vos nos hablás de que hay una “venganza y del linchamiento del varón”. ¿Cuál es tu opinión sobre todo este fenómeno que se mundializa, con subsidios de familias y fundaciones imperialistas como las Ford y Rockefeller, que apoyaron el nazismo y la experimentación genética con prisioneros de guerra en campos de exterminio? 

Las ideologías esencialistas, xenófobas, intolerantes, segregacionistas y discriminatorias han tenido un repunte en el último siglo. Si el patriotismo fue el  fanatismo del siglo XIX hasta la I Guerra Mundial, la xenofobia identitaria lo es del siglo XX y XXI. Las nuevas religiones políticas devenidas de la revolución liberal combinan diversos esencialismos  (racismos, sexismos, sentimientos de identidad cultural, sexual e idearios políticos o filosóficos), la sociedad ha estallado en una lucha de grupos y guetos, en una guerra civil permanente. La fragmentación y la división del pueblo forman parte de la estrategia del sistema para mantener siempre vulnerable y debilitado a su oponente. La guerra de sexos es un capítulo más de esa estrategia. Desde la II Guerra Mundial la propaganda ha sido un arma decisiva y lo que vivimos hoy es una guerra a gran escala que transformará el mundo como lo hemos conocido. De la propaganda proviene la victimización de las mujeres que tiene un fuerte acento emocional y que ha dado origen a un nuevo código de falsas creencias constituidas por clichés y tópicos repetidos masivamente. El victimismo es el nuevo fanatismo que aqueja  a cada vez más sectores sociales que han abandonado la lucha por su propia libertad de conciencia, el esfuerzo por comprender la verdad de las cosas y defender la justicia (que solo es justicia cuando se hace indiferente al beneficio personal o de grupo) y se dejan guiar por una ley espuria que ataca a un falso enemigo construido por el poder y refuerza la opresión de todos, incluidos aquellos a los que privilegia. Las mujeres son tan afectadas por esta ley (de violencia de género) como los hombres, lo son en tanto que madres, hermanas, parientes, amigas y nuevas compañeras de los hombres que son falsamente acusados de malos tratos o que pagan con penas excepcionales actos que no serían punibles en caso de cometerlos una mujer. Y  hay más, las mujeres que desean a los hombres son hoy víctimas del miedo y la desconfianza que ha creado esta ley y que supone que las relaciones eróticas sean cada vez más inasequibles, la soledad es entonces el producto de la represión y manipulación, no de la elección de las mujeres y el sufrimiento que impone esa soledad es también achacable, en una parte, a la ley (aunque no hay que olvidar que, de otra parte, la responsabilidad competa a cada uno de nosotros por no luchar contra ella). Lo  que se busca es la polarización social, la LIVG tiene como objetivo oculto no solamente fomentar un hembrismo fanático, obcecado e intransigente sino su contrario, un movimiento machista organizado, que se justifiquen el uno al otro. De tales corrientes enfrentadas y mutuamente victimizadoras provienen los grandes genocidios y actos exterminacionistas que tan bien estudia Daniel Jonah Goldhagen en “Peor que la guerra: genocidio, eliminacionismo y la continua agresión contra la humanidad”. La aparición de un feminismo de extrema derecha es un hecho, un feminismo de porra y pistola que entiende que la ley, la represión y la policía son la solución  a todos los problemas de la sociedad, en él se encuentran mujeres de la escena política española muy alejadas ideológicamente entre sí pero que coinciden en sus propuestas fundamentales como son la nueva presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, del partido señero de la derecha, el Partido Popular y otras como la concejala del Ayuntamiento de Madrid Alba López de Podemos, adalid de la nueva izquierda, que se define a sí misma como “feminazi”. A ese mismo modelo pertenece el arquetipo de Femen que utiliza un imaginario emocional y vehemente como han hecho todos los movimientos totalitarios. Sin embargo no debemos confundir la realidad con los proyectos. Hoy sigue existiendo una resistencia popular a estos procesos que se manifiesta en que únicamente el 1,7% de los hombres y mujeres deseen definirse como feminista y en que no hayan conseguido un movimiento misógino organizado en forma de partido o asociación. El machismo sigue siendo un acto personal y no colectivo como lo sería el hembrismo de no ser porque está activamente subvencionado y por ello se constituye como movimiento organizado. 

¿Cuál es tu opinión sobre el tema aborto? ¿Creés que la propaganda abortista esconde fines eugenésicos?* ¿Creés que la mentada “sacralización del aborto” pueda estar asociada a cierto “sadismo antimaternal” -cuando vos hablás de la prohibición de la maternidad”-,  o a ciertas creencias antiguas asociadas con el sacrificio de niñxs: que aparecen en La Biblia también, en la tradición semítica, y ya que vemos a mujeres ultracatólicas que hacen campaña a favor del aborto?
(* Como por ejemplo la colombiana Beatriz Eugenia Campillo Vélez, que dice que “los derechos sexuales y reproductivos (aborto, esterilización y anticoncepción) están altamente direccionados a eliminar a los pobres”). 

Este tema no puede tratarse de manera superficial. La controversia acerca de si es lícito el aborto y hasta qué momento de la concepción es éticamente sostenible, la destrucción del embrión humano es un problema de una índole tan compleja que, por mi parte, no soy capaz de tomar una posición abiertamente a favor o en contra. La mayor parte de los problemas éticos importantes son así, confusos por ilimitados e inconmensurables. Supongo que en cada caso debería hacerse frente a todas las dimensiones de esa decisión y supongo que, dentro de unos límites que excluyan el infanticidio no debería ser punible legalmente. Desde luego no puede ser resumido en un problema legal. En cualquier caso el aborto, desde mi punto de vista, es siempre un mal, es la confirmación de un fracaso y un naufragio de la vida. No es, además, un acto banal para ninguna persona sensible, no puede serlo y deja siempre una huella en las mujeres de dolor y de muerte. Pero además hay que pensar en los hombres que siempre son excluidos de la reflexión sobre el aborto como si la concepción y el nacimiento de la nueva vida nada tuviera que ver con ellos, como si fueran entes externos, ajenos, intrusos en la génesis de la vida. No es así, y entonces ¿Cómo conciliar tantos puntos de vista, necesidades, deseos y compromisos? ¿Cómo tener en cuenta a todas las partes? Y ¿no es una parte más la propia vida que se inicia? ¿Qué debería prevalecer? Siempre he visto en los debates bioéticos tanto por parte de los defensores de vida como por la de los defensores del aborto un simplismo argumental inadmisible ante un problema humano de una complejidad excepcional. Esto por el lado de lo ético, luego está la parte política. En la mayor parte del planeta el aborto es hoy una cuestión política, una imposición dictada por la biopolítica del sistema. La natalidad mundial lleva cayendo desde los años 80 del siglo XX salvo en algún área del África central, es una tendencia a escala planetaria y no es natural sino inducida desde el poder. El proyecto desnatalista no tiene que ver con un programa económico ni mucho menos con un bondadoso quehacer para evitar los males que Malthus profetizó, tampoco es únicamente un proyecto para eliminar a los pobres, es más complejo, es un programa político que pretende deconstruir al propio ser humano y los cimientos de la comunidad horizontal en todo el planeta. Lo que está en cuestión a natalidad libre, la que pertenece al ámbito de lo natural, de los actos soberanos de las mujeres y los hombres, la que, de forma pre-política, teje los fundamentos del sujeto propiamente humano, cargado de trascendencia y dignidad y es también el germen de la comunidad humana primaria, origen de todos las demás relaciones civilizatorias. Las mujeres hoy no somos libres para tener o no tener hijos, estamos sometidas a presiones brutales de los estamentos políticos y económicos y a coacciones ideológicas. La represión externa y mucho la más la auto-represión de las necesidades maternales (y de las paternales) es la norma en nuestros días. Mientras tanto se produce un movimiento buenista y caritativo de defensa de la natalidad artificial y del derecho de todos a ser madre y padres como si las criaturas fueran un objeto de consumo para los adultos. Todo esto esconde oscuros proyectos de deshumanización del acto genésico que darán origen a una nueva especie. La biopolítica tiene que ser denunciada en todas sus formas, tanto cuando es desnatalista como cuando sea natalista, el poder no puede dictar la norma en los actos humanos primarios que tienen que ser libres y soberanos siempre. Cuando la familia esté suficientemente deshecha, las relaciones entre los sexos suficientemente conflictivizadas y las mujeres suficientemente intervenidas y manipuladas es bastante probable que la biopolítica cambie y se promueva la natalidad. Al menos en Europa, donde las sociedades se han hecho demográficamente inviables seguramente esto será así, ya está sucediendo en algunos países del norte como Dinamarca donde en las clases de educación sexual (esa aberración que consiste en que el Estado gobierne el sexo) se ha dejado de hablar a los adolescentes de métodos anticonceptivos para llamarles a tener hijos por patriotismo. 

Sos muy crítica con Valerie Solanas, autora del Manifiesto Scum que aboga por la eliminación de los hombres y el control genético en forma autoritaria por un estado feminista, y que intentó matar al artista pop Andy Warhol a balazos. Y también sos muy crítica de otra “vaca sagrada” del feminismo como Simone de Beauvoir, que también rechazaba y condenaba la maternidad, y que vos descubrís vinculada ideológicamente con intelectuales feministas-fascistas*. ¿Por qué creés que estas mujeres que vos ves críticamente con ideas “fachas”, son tan masivas e influyentes en otras mujeres? O dicho también: ¿Por qué creés que los movimientos feministas en general las toman como sus voceras-y-banderas?       
(* Como la condesa franquista María Lafitte, autora de La secreta guerra de los sexos, de 1948, que influyó en el pensamiento de Simone de Beauvior)   

Tanto Solanas como Beauvoir y Lafitte coinciden en considerar las funciones biológicas femeninas, sobre todo la maternidad, como instrumentos de opresión e inferioridad. Para ellas las mujeres somos  inferiores biológicamente por ser mujeres y por la capacidad de ser madres y los hombres son superiores. Pero la superioridad que ven en el varón no viene de ser hombres, no es la masculinidad natural lo que ellas envidian sino la construcción patriarcal del hombre. Admiran la violencia de los cuarteles, de las policías y las escuadras fascistas, la degradación de las tabernas, admiran la potestad de usar y abusar del cuerpo de las mujeres porque en ello ven representada la libertad. La llamada masculinización de las mujeres que se ha atribuido a estos movimientos no lo es puridad pues tan denostada es la feminidad natural como la masculinidad primaria. No, lo que se defiende es la brutalidad cuartelera por un lado y la condición de esclavos de un sistema productivo enloquecido como es el capitalismo moderno y ello se vende como emancipación. La exagerada influencia que han tenido tanto Solanas como sobre todo Beauvoir (la Lafitte ha sido menos influyente porque sus relaciones con la Sección Femenina no pueden ser ocultadas) se debe a la propaganda del sistema, desde luego no al valor de su obra pues si la de la francesa es de una pasmosa superficialidad e indigencia intelectual la de la (norte)americana es, sencillamente, la bufonada de una enferma de odio. Su persistencia en el tiempo y su universalidad son un ejemplo de cómo en el presente la propaganda es el fundamento del sistema. 

(FIN DE LA SEGUNDA PARTE) 

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