9 de septiembre de 2015

En búsqueda de la democracia perdida



IRREGULARIDADES Y CLIENTELISMO DESEMBOZADO EN LAS ELECCIONES DE TUCUMÁN 

La democracia burguesa no deja de ser una democracia apañada, en la que más de una vez no se ha respetado la verdadera voluntad popular. Desde que se iniciara la vida electoral en Argentina, y en especial a partir de 1930, el clientelismo y el fraude electoral han salido a la luz de tanto en tanto. En esta oportunidad fue en Tucumán, una satrapía moderna gobernada con mano dura desde hace doce años por José Alperovich. ¿Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen? 

Por Marcelo R. Pereyra 

DE BARCELÓ A  BARRIONUEVO 

En 1912 el Congreso argentino sancionó la ley que estableció el sufragio universal. La norma llevó el nombre de su impulsor, Roque Sáenz Peña, miembro del ala más progresista del oligárquico partido Autonomista Nacional. Hasta ese momento, y desde que se aprobara la Constitución en 1853, los procesos electorales habían sido un simulacro de democracia muy mal disimulado, resueltos a los tiros en los atrios de las iglesias, con los peones analfabetos de las estancias llevados por los capangas en carretas para emitir un voto cantado a favor de su patrón. La nueva ley venía a cambiar todo eso garantizando la libre elecciónde los candidatos y el secreto del sufragio para evitar la posibilidad de rapapolvos patronales. Así fue entonces que en las elecciones presidenciales de 1916, las primeras de este tipo bajo la ley Sáenz Peña, el electorado votó mayoritariamente por Hipólito Irigoyen, el líder de los sectores populares, a quien eligió nuevamente en 1928. La oligarquía dominante subsanó el error que cometió permitiendo votar a todo el mundo con el golpe de 1930, que expulsó a Irigoyen del sillón rivadaviano. Desde ese momento, los conservadores reimplantaron para las votacionesel régimen fraudulento anterior, pero con un formato exacerbado. Tan groseras, públicas y notorias llegaron a ser sus tramoyas electorales que tuvieron que admitirlas, pero las justificaron diciendo que las habían cometido por el bien de la patria: fue el fraude patriótico. Recién hubo elecciones libres en 1946, y en 1952, al votar por primeravez las mujeres, puede decirse que el sufragio fue finalmente universal.

No obstante, la democracia argentina nunca fue totalmente cristalina y transparente. Juan Perón, por ejemplo, fue proscripto como candidato durante 18 años. Así, en las elecciones de 1963 el candidato radical, Arturo lIIia, ganó con solo el 23 por ciento de los votos. El verdadero ganador fue el voto en blanco de los peronistas.Pero también siempre hubo otras trapisondas menores, sobre todo en pueblos pequeños y otros lugares en los que el control de los comicios es menos estricto y es posible esconder alguna urna o escamotear algunas boletas del partido rival. Además, nunca dejó de haber  clientelismo electoralista. Desde la Década Infame los caudillos, como el que fuera intendente de Avellaneda, Raúl Barceló, han repartido panes y peces a cambio de votos. Más acá en el tiempo, en 2001, en medio de una campaña electoral, la repartija en la provincia de Buenos Aires de zapatillas y ropa deportiva con la firma del entonces gobernador Carlos Ruckauf desató un escándalo mayúsculo. Ante las críticas de propios y extraños, el mandatario peronista declaró que las donaciones no eran clientelísticas sino “un acto de amor” (Página/12, 15-3-2001). Otro acto de amor fue el protagonizado por Luis Barrionuevo, en marzo de 2003 en Catamarca, cuando ofendido e indignado porque no se le había autorizado su candidatura a senador, decidió bloquear el acceso a los locales comiciales y quemar las urnas en las que se había votado.  El gastronómico justicialista había profetizado que "si no hay boletas del PJ, no hay elecciones" y cumplió, pues los comicios debieron suspenderse. La nota tierna la dio un diputado radical, quien al advertir que entraban al recinto electoral los matones de Barrionuevo con intenciones non sanctas, tomó la urna de su mesa, se abrazó a ella y se escondió en el cuarto oscuro. 

Ese mismo año un trabajo periodístico denunció que en Lugones, Formosa, ochenta personas de la comunidad indígena pigalá fueron encerradas en un galpón todo el fin de semana del comicio. A cambio del virtual secuestro, el candidato justicialista Antonio Torres les había prometido dinero, chapas o alimentos. Todos recibieron en la mano el voto que luego deberían colocar en la urna. En 2009, en Ingeniero Juárez, también en Formosa,  el intendente Cristino Vidal Mendoza –fiel devoto del gobernador Gildo Insfrán y de CFK- fue procesado por sacarles los DNI a los wichis para asegurarse de que lo votaran a cambio de dinero colchones o frazadas. Y una última de Insfrán -16 años como gobernador de Formosa-: en las recientes elecciones se descubrió que miles de ciudadanos paraguayos que residen en su país cruzaron a Formosa para votar con un DNI argentino. Al pisar suelo nacional fueron distribuidos por punteros del partido justicialista en autos y camiones que los llevaron a los lugares de votación. Las recompensas: una pensión por invalidez de la ANSES o un plan Trabajar. 

EL SÁTRAPA TUCUMANO 

En las elecciones del 25 de agosto pasado en Tucumán también se denunciaronirregularidades y fraude electoral. No es casual que todo lo descripto hasta aquí haya sucedido en provincias del norte argentino. Es la zona más pobre del país y por lo tanto la más expuesta al clientelismo y a las dádivas interesadas. Los pobres, las comunidades originarias, son blanco fácil de estas prácticas venales porque sus necesidades son extremas y sus recursos escasos. Es que en toda esta  región hay una situación de atraso que es producto de unas relaciones de producción latifundistas en las que predomina un poder oligárquico: son sociedades que desde la época colonial se han asentado en múltiples opresiones. Apenas un puñado de familias es el propietario de grandes extensiones de las mejores tierras para cultivo, de los ingenios tabacaleros y azucareros o de las minas dehierro en Jujuy. Las fuentes de riqueza de la región provienen casi exclusivamente de estas explotaciones, ya que las políticas neoliberales de los ‘90 obturaron cualquier posibilidad de un desarrollo industrial. La modernización de la agricultura, por otra parte, aceleró las migraciones desde el campo a las ciudades en las que el cierre de fábricas y la privatización de las empresas públicas no permitieron absorber la mano de obra desocupada migrante. Los estados  provinciales suelen ser los principales empleadores.

En el norte argentino, especialmente en Tucumán y Jujuy, se combinan una economía extremadamente ruralizada con una gran concentración en la propiedad de la tierra. Se trata de una estructura de larga data que se originó afines del siglo XIX con la instalación de los ingenios azucareros.  La brecha de la desigualdad social es amplísima, lo cual lleva a una situación de atraso generalizado en todos los órdenes, más allá de lo económico. Persisten formas feudales en las que el poder que se origina en la propiedad de la tierra se extiende a los bienes -públicos y privados- y a los cuerpos. En este último sentido, la pobreza y el desempleo generalizados, la falta de oportunidades de progreso, la ausencia de políticas de desarrollo, la educación insuficiente, entre otros factores, originan numerosos casos de violencia sobre mujeres y niños, de prostitución infantil y adolescente y de abuso de menores. Por otra parte, el hecho de que la riqueza agraria y mineral esté altamente concentrada ha configurado pocos pero poderosos actores políticos que resuelven por sí mismos el destino de las provincias del NEA y el NOA. 

MACONDO EN TUCUMÁN 

Desde diciembre de 2001, renuncia del presidente Fernando de la Rúa incluida, los políticos no terminan de hacer pie en el lodoso terreno de los favores del electorado. En estos catorce años hemos visto el ascenso fulgurante y la posterior violenta caída de varios. Algunos incluso han desaparecido por completo de la escena con un sigiloso mutis por el foro. La excepción han sido Cristina y Néstor Kirchner, pero a él se lo llevó la muerte y a ella se la están llevando del poder los sabios límites que impone la Constitución para que los gobernantes no se eternicen en sus cargos. Empero, en algunos partidos del Gran Buenos Aires y en algunas provincias estas limitaciones no existen, y de este modo tenemos intendentes y gobernadores con demasiados años en el poder. Entre estos últimos está el capo de Tucumán, José Alperovich, un ex radical que se pasó oportunamente a las filas K y que es el hombre fuerte de la provincia desde hace doce años.Su hijo fue denunciado como responsable del asesinato de Paulina Lebbos y el mismo Alperovich recibió en la casa de gobierno a uno de los involucrados en la desaparición de Marita Verón, pero nada de esto le impidió al sátrapa tucumano seguir manejando sus múltiples negocios. Alperovich controla concesionarias de autos, camiones y maquinaria agrícola; hoteles, inmuebles y medios de comunicación; produce soja y ganado y exporta limones. Agradecido con los familiares y  los amigos, más de una decena de ellos logró penetrar en la administración provincial, unos como funcionarios y otros como contratistas del Estado. Su esposa, Beatriz Rojkés, fue presidenta provisional del Senado, y también la acompañan numerosos parientes en la actividad política. Así, su hermana Silvia es ministra de Educación de la provincia desde 2007 y su hermano Carlos es representante del Banco de Tucumán. Su otro hermano, Rubén Ricardo, es socio de Alperovich en Avanco SRL, una empresa multipropósito -constructora, inmobiliaria, financiera- que se dedica a la explotación de establecimientos sojeros y ganaderos.

Imposibilitado de presentarse para una nueva reelección, Alperovich designó como candidato a gobernador a Juan Manzur, el ministro que más se enriqueció luego de su paso por la administración provincial y por el gobierno de Cristina Kirchner. Los periodistas Irene Benito, Indalecio Sánchez y Fernando Stanich, revelaron en el libro  A su salud, la historia de Juan Luis Manzur, el ministro más rico de la era kirchnerista que Manzur mintió dos veces: una cuando declaró su patrimonio y otra cuando afirmó que la tasa de mortalidad infantil pasó del 25 por mil al 15 por mil en Tucumán gracias a su gestión como ministro de Salud. Así que al acercarse las elecciones provinciales del 23 de agosto de este año las cosas no parecían tan fáciles para Alperovich y Manzur. Sabían que iban a ganar, pero sospecharon que por un margen mucho más estrecho que en comicios anteriores. El imperio comercial y el nepotismo desembozado parecíanno servir de nada a la hora de garantizar un resultado favorable. Entonces recurrieron a todas las artimañas posibles: desde repartir bolsones de comida y llevar a los votantes en autos hasta cometer fraudes electorales.

Manzur ganó la elección. Eso es indiscutible, pero pagó el precio de no haber sido un ganador limpio y honesto. Por supuesto, como pasó las otras veces, el bochorno tucumano irá quedando en el olvido. Alperovich seguirá haciendo sus negocios, la policía seguirá apañando a tratantes de personas y los dueños de los ingenios seguirán explotando a los cañeros.

¿Hasta cuándo, pueblo tucumano? 

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