7 de noviembre de 2015

Dos que son uno



POR PRIMERA VEZ HABRÁ BALOTAJE PRESIDENCIAL EN LA ARGENTINA 

Scioli y Macri hacen desesperados esfuerzos por diferenciarse,  pero sus pasados y sus presentes indican que son más o menos lo mismo. Los argentinos tendremos que optar dentro de unos días por dos espacios políticos que sólo se diferencian por los estilos de sus candidatos. Poca cosa para decidir, pero es lo –poco- que hay. En efecto, se trata de dos facciones de la burguesía enfrentadas casi exclusivamente por los proyectos personales de quienes las encabezan  y, tal vez, por los empresarios amigos a los que van a favorecer si llegan al poder. En este marco, el voto en blanco aparece como la única opción posible para quienes no convalidan lo que se ha hecho hasta ahora y no quieren que se lo siga haciendo en el futuro, no importa si por Scioli o por Macri. 

Por Marcelo R. Pereyra

¿EL ENEMIGO DE MI ENEMIGO ES MI AMIGO? 

El proverbio chino “El enemigo de mi enemigo es mi amigo” fue popularizado por el líder comunista Mao Tse-Tung. En 1927 había estallado una guerra civil entre el Partido Comunista y el Kuomintang, el partido de la burguesía –similar en algunos aspectos al peronismo-  liderado por Chiang Kai-shek, que había tomado el poder después de derrocar al último emperador. Pero en 1937 el imperialismo japonés invadió China. Chan Kai-shek  lo enfrentó como pudo. Entonces, Mao decidió unirse a su enemigo para expulsar al enemigo común. Logrado este objetivo en 1945, se reinició la guerra civil que culminó cuatro años después con la victoria de los comunistas y la proclamación de la República Popular China. Chiang Kai-shek y sus partidarios se instalaron en la isla de Taiwán donde fundaron la República de China (también conocida como China nacionalista). 

Podría decirse que el pragmatismo que subyace a la estrategia de unirse a un enemigo para vencer a otro es la base del balotaje. Por lo menos así fue en la Argentina, donde el sistema fue implementado por primera vez en las elecciones de 1973. La dictadura militar iniciada en 1966 no quería ni que Juan Perón fuese candidato ni que ganase el peronismo en las elecciones del 11 de marzo. Lo primero lo consiguieron, tal vez con la ayuda del propio Perón, quien viejo y enfermo no tenía muchas ganas de encarar una tercera presidencia. Para lograr el segundo objetivo los militares impusieron el balotaje y además fabricaron un candidato propio, el brigadier Ezequiel Martínez –“El presidente joven”-. El plan diseñado suponía un triunfo peronista en la primera vuelta que debía ser estrecho para posibilitar una segunda, en la que el partido militar se aliaría con los radicales y otros partidos menores para derrotar al candidato del PJ Héctor Cámpora. Pero no funcionó porque se cumplió lo que cantaban los peronistas durante la campaña electoral: “Compañero, compañera/la elección ya está resuelta/ganaremos la primera/y no habrá segunda vuelta”. Igual hubo balotaje para definir doce gobernadores y catorce senadores. En Buenos Aires, los porteños debieron elegir como candidatos al Senado alperonista Marcelo Sánchez Sorondo, o al radical Fernando De la Rúa. El triunfo fue para el que sería presidente de la Nación dieciséis años después.

Estos antecedentes pueden orientar sobre lo que pasará en el próximo balotaje presidencial. Está claro que en un presente en el que ha fenecido el debate de ideas –porque no las hay muy diferentes como para confrontarlas- el voto se define por razones que no necesariamente son ideológicas.  ¿Dónde triunfó Macri? En las grandes ciudades –Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza-; en el primer cordón del Gran Buenos Aires (GABA) y en las zonas sojeras de las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Mientras que Scioli ganó en el segundo y tercer cordón del GABA y en las provincias más pobres, excepto Jujuy. Estos resultados demuestran un fuerte componente de clase en el voto. Generalizando se puede decir que la clase media y la alta votaron por Cambiemos y la clase baja por el Frente para la Victoria. La cuestión frente al balotaje es qué votos pueden sumar Macri y  Scioli. Y es evidente que la clave está en los cinco millones de votos que sacó Massa. ¿De dónde vinieron esos votos, de una clase baja disconforme con la gestión kirchnerista o de una clase media-alta seducida por el discurso sobre la “inseguridad” del ex jefe de Gabinete de la Presidenta? Todo indica que mayoritariamente los massistas se amigarán con sus ex enemigos macristas para derrotar al enemigo común, el sciolismo. 

DOS QUE SON UNO 

Mientras tanto Scioli y Macri hacen desesperados esfuerzos por diferenciarse,  pero sus pasados y sus presentes indican que son más o menos lo mismo. Veamos:

- Los dos comenzaron sus carreras políticas apadrinados por Carlos Menem, especialmente Scioli que fue un invento político del anciano ex presidente. Su hija Zulemita reconoció que “los dos son personas que nacieron de la mano de mi padre" (Perfil, 29-10-15).

- Ambos son empresarios e hijos de empresarios. En declaraciones a radio América el vicepresidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Juan Carlos Sacco, consideró que no ven “grandes diferencias” entre Scioli y Macri. Aseguró además que desde la entidad están "confiados" en que si  Scioli es electo Presidente en las próximas elecciones, hará "los ajustes que hay que hacer". Por último, estimó que si el elegido es Macri no va a ver espacio para “cosas raras”.

- Sus planes económicos son similares. Ambos han dicho que seguirán pagando la deuda externa fraudulenta. También aseguraron que levantarán el cepo a la compra de dólares. En una reunión con empresarios en la Bolsa de Comercio, sus referentes económicos, Gustavo Marangoni (Scioli) y Carlos Melconián (Macri), celebraron tener más acuerdos que desacuerdos en su pensamiento y se ofrecieron mutuamente un cargo en el Palacio de Hacienda en caso de ganar el balotaje.

- Ninguno de los dos candidatos se pronunció taxativamente contra la minería contaminante. Tampoco tienen como tema preferencial en su agenda decisiones políticas conducentes a desbaratar redes de trata de personas y explotación sexual. Han hecho un sospechoso silencio acerca de la complicidad de las policías a su cargo en estos dos delitos.

- No tienen como prioridad aplicar programas integrales para prevenir la violencia de género ni considerar un debate serio sobre la despenalización del aborto.

- Ninguno de los dos ha propuesto medidas que permitan superar las profundas desigualdades socioeconómicas que persisten en el país, después de doce años de políticas que se supone fueron de inclusión. Los dos continuarán con la Asistencia Universal por Hijo y con otros planes  de asistencia social que tienen un fuerte tufo electoralista.

- Cuando los de abajo protestaron por su situación, no dudaron en reprimirlos. Scioli reprimió en Lear; Macri reprimió en el hospital Borda y los dos reprimieron en la toma del Parque Indoamericano.

- El PRO acordó sin chistar con los K en la Cámara de Diputados en muchas ocasiones.  Según el diario Infobae (1-11-15) el kirchnerismo porteño votó el 90 por ciento de las leyes con el PRO en la legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.

Así las cosas, los argentinos tendrán que optar dentro de unos días por dos espacios políticos que sólo se diferencian por los estilos de sus candidatos. Poca cosa para decidir, pero es lo –poco- que hay. En efecto, se trata de dos facciones de la burguesía enfrentadas casi exclusivamente por los proyectos personales de quienes las encabezan  y, tal vez, por los empresarios amigos a los que van a favorecer cuando lleguen al poder. Hebe de Bonafini resolvió el intríngulis electoral con preclaro pragmatismo. En un acto de las Madres dijo que Macri "es la dictadura y la tortura", y que Scioli “hizo mierda la Provincia pero hay que votarlo sí o sí".

Luego de las elecciones del 25 de octubre pasado una militante K escribió en su muro de Facebook: "Nuestro deber ahora es salvar a la patria del infierno". El kirchnerismo asegura que votar a Macri es el infierno porque sería un regreso al neoliberalismo. Un aviso: nunca nos fuimos del neoliberalismo, que no es otra cosa que una nueva etapa del capitalismo  que se inició con la crisis que sufrió a fines de los años 70, cuando en los países desarrollados el Estado de Bienestar dejó paso al Nuevo Orden. En la Argentina, el golpe cívico-militar de 1976 tuvo como objetivo principal incluir disciplinadamente al país dentro del nuevo ordenamiento global. El proceso tuvo sus tumbos por los enfrentamientos internos en las fuerzas armadas, por la incapacidad que tienen los militares para cualquier cosa que no sea jugar a los soldaditos, por su plan criminal de asesinatos y desapariciones en masa, por su fracaso en Malvinas y, más tarde, por la irrupción de una tibia resistencia encarnada en el alfonsinismo. Carlos Menem puso todo en su lugar y concluyó lo iniciado: demolió al Estado con las privatizaciones o liquidaciones de empresas nacionales, desalentó la industria y abrió generosamente las importaciones (Debe recordarse  que este plan destructor de la economía nacional contó con el beneplácito de Néstor y Cristina Kirchner y de los actuales candidatos a la Presidencia de la Nación). Los gobiernos posteriores no hicieron más que administrar, mejor o peor, lo ya hecho. Nadie se movió significativamente del libreto original. Pese a todas las peroratas de encendido nacionalismo pronunciadas por los sucesivos Presidentes y la actual Presidenta, todo está más o menos igual. Y en algunos casos peor, como en la explotaciones petrolera (acuerdo secreto con Chevron) y minera (Barrick Gold contaminante).

Como si todo lo enunciado en el párrafo anterior no fuera suficiente argumento para demostrar que los dos candidatos son uno, los aliados del kirchnerismo han admitido su esencia neoliberal. Patria Grande lo caracterizó como “el costado progresista del neoliberalismo". Ahora esta agrupación deberá escribir un grueso tratado para explicar cómo puede tener un “costado progresista” un sistema de concentración global de empresas, de conformación de gigantescos conglomerados empresariales que se comieron a miles de pequeñas empresas y que han constituido un sistema planetario de dominación y explotación.

En este marco, el voto en blanco no es algo disparatado y mucho menos una expresión de cobardía. Por el contrario, es la única opción posible para quienes no convalidan lo que se ha hecho hasta ahora y no quieren que se lo siga haciendo en el futuro, no importa si por Scioli o por Macri. 

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