8 de mayo de 2016

Las recetas de siempre y la banalización del mal


A CUATRO MESES DEL NUEVO GOBIERNO ES PREOCUPANTE LA SITUACIÓN SOCIOECONÓMICA 

Un nuevo gobierno y las recetas de siempre. Las mismas que implantó la dictadura 76-83. Primero, el ajuste; después, se verá. Los pobres de los ’90 siguen en la pobreza porque nadie se preocupó por sacarlos de ahí. Con planes y subsidios no alcanza porque viven en pobreza estructural. ¿Qué habrán pensado al ver las imágenes de mansiones de lujo y gente contando plata un humilde trabajador de un ingenio de Salta o de una finca de Río Negro, o una maestra que da clases en una escuelita perdida en alguna inmensidad o un empleado que todos los días viaja como un animal desde los suburbios? ¿Serán conscientes de que ese dinero es su dinero, el que le entregan como impuesto al Estado para que éste lo destine al bien común? ¿Serán conscientes de que altos funcionarios del gobierno que muchos de ellos votaron lo desviaron a los bolsillos de empresarios cómplices? Y eso no es ningún escándalo. Es un delito. O sea que son corruptos, sí, pero antes que nada son ladrones. 

Por Marcelo R. Pereyra 

Antes de las elecciones presidenciales del año pasado en Argentina, algunos periodistas y opinólogos profesionales advertían que la ex presidenta Cristina Fernández había dejado la economía como  un campo minado: por donde quiera que se caminase estallaría una bomba. Se referían a ciertas medidas que, siendo aparentemente necesarias, la administración kirchnerista se había negado a adoptar, como, por ejemplo, la liberación del cepo cambiario y una consecuente devaluación y un ajuste de tarifas. Sostenían que, al ser medidas generadoras de inflación, la ex Presidenta se negaba a adoptarlas para no perjudicar su imagen. Las dejaba entonces para que las tomara el nuevo presidente con el fin de que fuera él quien cargara con los costos políticos. Y al decir “nuevo presidente” incluían tanto a Scioli como a Macri. En el caso del segundo es comprensible, pero en el caso de Scioli ¿estaban sugiriendo que Cristina Fernández hizo todo lo posible para que no ganara el Frente para la Victoria? ¿Fue por eso que designó en la provincia de Buenos Aires a un candidato de dudosa probidad y escasa aceptación como Aníbal Fernández, lo que permitió el inesperado triunfo de María Eugenia Vidal?

Independientemente de que este maquiavélico plan fuese cierto o no, Mauricio Macri –por convencimiento o por ingenuidad- no tuvo ningún inconveniente en transitar por ese campo minado y como era de prever las bombas le empezaron a estallar. Así, a sólo cuatro meses de haber asumido hizo todo lo posible para dilapidar su capital político: devaluó  el peso con brusquedad y aumentó con fervorlas tarifas,  los combustibles y el transporte. Resultado: la inflación más alta de los últimos años. Todo ello lo sazonó con muchos despidos injustificados en organismos del gobierno y con la negativa a sancionar una ley “antidespidos”, algo que aterroriza a sus amigos empresarios. Tampoco avanzó, hasta el momento, en la rebaja del impuesto a las ganancias. Y como si no fuera poco, decidió convalidar la deuda externa fraudulenta pagándoles hasta el último peso a los usureros internacionales. Es increíble, pero algunos de aquellos periodistas y opinólogos  critican a los que se quejan por estas desmesuras, al tiempo que también le reprochan al gobierno ser demasiado gradualista en su política económica. El gobierno, por su parte, jura y perjura que hay que ajustarse el cinturón en este primer semestre, porque en el segundo llegará una lluvia de corazones y dólares y a partir de ese momento todo será felicidad para el pueblo argentino.

Más allá de todas estas especulaciones hay una realidad innegable: los que estuvieron mal en los gobiernos del matrimonio Kirchner no están –ni estarán- mejor con Macri. Es que hay una cuestión estructural que en la Argentina de la posmodernidad viene desde la década de los ’90. El Nuevo Orden Neoliberal, es decir, el capitalismo reorganizado y adaptado al proceso de globalización de la economía, se encarnó definitivamente en el gobierno de Carlos Menem. Previamente la dictadura 1976-1983 le había abierto las puertas; unas puertas que el alfonsinismo intentó tímidamente cerrar hasta que fue vencido por un golpe de mercado. Llegado entonces el menemismo no tardaron en crecer las cifras del desempleo, la pobreza y la indigencia. La pauperización llegó incluso hasta la clase media. Desde entonces, ningún gobierno hizo nada para superar estructuralmente aquella situación. La alianza UCR-FREPASO, que había llegado como la gran salvadora en el pos menemismo se diluyó en sus contradicciones internas llegando a nombrar ministro de Economía al mismo que había ejecutado el ajuste neoliberal, Domingo Cavallo. Duhalde, un presidente de transición en un período de convulsión social, atinó a implementar los subsidios y los planes. Los Kirchner no fueron más allá. Continuaron el asistencialismo,  pero sofisticaron sus mecanismos y los dotaron de una impronta política de mayor significación. Así fue cómo terminaron construyendo viviendas populares entidades de DD.HH. y organizaciones sociales que le eran adictas, cuando no es esa su función. Pero encolumnar a un sector de las Madres de Plaza de Mayo y a la Tupac de Jujuy detrás de estos proyectos, con un montón de dinero circulando sin control, le sirvió al kirchnerismo para acallar quejas y comprar votos y adeptos. En resumen: aunque algunos hayan conseguido una modesta vivienda o algún otro beneficio, los pobres e indigentes de los ’90 nunca salieron de esa situación

Macri decidió eliminar las tarifas subsidiadas casi en su totalidad. En cambio mantiene los programas de asistencia. No ha prometido mucho en este sentido. Sólo el Plan Belgrano para la región norte del país. Pero algo tendrá que imaginar porque la situación social se está recalentando. Comenzaron a florecer los conflictos –docentes universitarios, médicos en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo- y las centrales sindicales –a las que une más el espanto que el amor- ya le organizaron una marcha de protesta. En muy poco tiempo llegará el primer paro general. Lo que pueda imaginar  un gobierno como el de Macri será, nuevamente, un plan de contingencia, algo para salir del paso cuando las papas le quemen las manos. Algo parecido a lo que hicieron los Kirchner, tal vez, pero sin la mística nac & pop.

Es posible que, por ahora, muchos integrantes del sufrido pueblo argentino estén otorgándole cierto changüí a Macri porque fueron convencidos por el discurso del campo minado de que “esto” era lo que había que hacer. Además el macrismo está empezando su gobierno y muchos creen que es poco tiempo para que las cosas cambien. Y también hay otros que se niegan a la posibilidad de un rápido retorno al kirchnerismo. Como sea, para todos es un momento muy difícil, de gran incertidumbre y pronósticos poco optimistas. Por otra parte, es probable también que el impacto público del ajuste "a la Macri” sea menor gracias a que los jueces federales dejaron de invernar, salieron de su madriguera y se pusieron a trabajar en varias causas donde se investigan delitos de peculado, dádivas y malversaciones varias cometidos por funcionarios del kirchnerismo y empresarios amigos. La oportunidad fue propicia para que varios medios se prendieran con ganas a la movida judicial y llenaran páginas y minutos de información con allanamientos, bóvedas, campos y mansiones fastuosas. Para muchos televidentes resultaron movilizadoras las imágenes de gente contando miles de fajos de billetes y festejando con whisky el éxito de su operación delictiva.  ¿Qué habrán pensado al ver esas imágenes un humilde trabajador de un ingenio de Salta o de una finca de Río Negro, o una maestra que da clases en una escuelita perdida en alguna inmensidad o un empleado que todos los días viaja como un animal desde los suburbios, que se desloman trabajando para apenas sobrevivir? ¿Serán conscientes de que ese dinero no es un dinero “abstracto” sino que es su dinero, el que le entregan como impuesto al Estado para que éste lo destine al bien común? ¿Serán conscientes de que altos funcionarios del gobierno que ellos votaron lo desviaron a los bolsillos de empresarios cómplices, y que luego esos empresarios lo fugaron al exterior y se lo retornaron a los funcionarios? 

Es de esperar que el show mediático de las excavadoras no banalice la maldad: lo que hicieron los funcionarios kirchneristas y sus cómplices no es ningún escándalo. Es un delito. Armaron asociaciones ilícitas para robar. O sea que son corruptos, sí, pero antes que nada son ladrones

1 comentario:

Pablo dijo...


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