5 de marzo de 2010

Un final que continuará

COLOMBIA: REVÉS DE LA JUSTICIA PARA LA REELECCIÓN DE URIBE

La Corte Constitucional de la República de Colombia, declaró inexequible en su totalidad la ley por medio de la cual se convocaba a un referendo constitucional para lograr un nuevo período presidencial de Álvaro Uribe. Qué ocurrirá en Colombia a partir de mayo de 2010.

Por Marcelo J. Levy

Sin matices, todo aspirante a gobernar Colombia ha respondido a los grandes intereses de una oligarquía corrupta y mezquina que ha condenado a este país a la inequidad social, la violación de derechos humanos, al miedo y se ha empeñado a toda costa en combatir todo síntoma de proceso emancipatorio.

Es muy reconfortante el categórico fallo de la Corte Constitucional que pone fin a ocho años de un personaje como Álvaro Uribe Vélez. Lo que no hay que olvidar es que el todavía presidente de Colombia ha construido vínculos con criminales y grupos paramilitares que han asolado a su país y prácticamente tomaron el control del Congreso de la República. No alcanza con que Uribe deje el ejecutivo si sus lineamientos políticos son tomados como posta por su eventual sucesor. El futuro colombiano, cuesta admitirlo, pero no es nada promisorio. Y de ninguna manera lo es, porque en Colombia no existe en este momento un proyecto progresista coherente que confronte con el modelo neoliberal o reivindique la soberanía nacional para restaurarle la dignidad al país, dejando de ser una colonia al servicio de Estados Unidos que es la negra herencia que dejan tanto Uribe como su antecesor Andrés Pastrana Arango (1998-2002).
Infelizmente para la inmensa mayoría de colombianos, las opciones políticas con más chance para suceder a Uribe no representan cambio alguno en cuanto al modelo económico y el esquema político. Los candidatos presidenciales de la derecha anuncian que continuarán desarrollando la obra que deja este mandatario corrupto y autócrata que según los grandes medios obsecuentes representa uno de los “mejores Presidentes de Colombia de su historia”.
El legado de Uribe se puede sintetizar en una fuerte impronta neoliberal en lo económico, una estrategia de represión en lo político con graves violaciones a los derechos humanos y de mano dura y tierra arrasada en materia de paz interna, que se refleja en un país con conflicto armado lejos de ser resuelto, con una situación social que es una bomba de tiempo (con indicadores de gran retroceso en salud, educación, empleo, vivienda) y con los sectores mafiosos que lo han apoyado durante sus dos periodos presidenciales haciendo fuerte presencia en el Congreso de la República y en los gobiernos regionales y municipales.
Los dos candidatos con mayor opción para ganar las elecciones presidenciales de mayo de este año, Noemí Sanín Posada y Juan Manuel Santos Calderón representan los mismos intereses que ha privilegiado Uribe.
Santos Calderón fue definido hace algunos años fue el ex embajador en Washington, Carlos Lleras de la Fuente (hijo del ex presidente colombiano Carlos Lleras Restrepo) al compararlo como “una pobre rata de alcantarilla”. En líneas generales, impulsó un emporio comunicacional de la Casa Editorial de El Tiempo y que hace dos años fue adquirida en un 51% por el grupo ultraconservador franquista español Planeta. Su carrera política comenzó en la década de los 90 cuando el presidente neoliberal César Gaviria (1990-94) lo llamó a colaborar como ministro de Comercio Exterior. Posteriormente fue ministro de Hacienda del gobierno de Andrés Pastrana y titular de la cartera de Defensa en la segunda administración de Álvaro Uribe. Ha conspirado contra todos los gobiernos de los últimos 20 años y ha terminado de aliado de ellos. Son de antología dos frases suyas que reflejan su oportunismo: a finales de la década de los 90 dijo que “Colombia necesita un Fujimori” y que si el país quería la paz había que “hacer un Frente Nacional con la guerrilla”.
Por el otro lado (y a su vez por el mismo), Noemí Sanín Posada, la candidata del Partido Conservador constituye la cara amable de la ultraderecha y del modelo neoliberal. Igual que Santos se caracteriza por su oportunismo político. Ha participado prácticamente en todos los gobiernos del bipartidismo liberal-conservador de los últimos 25 años. Cuando no ha estado de Ministra o Embajadora se ha puesto al servicio del sector financiero.
En la campaña presidencial de 2002 dijo que “si gana Álvaro Uribe es como si ganara Carlos Castaña” el sanguinario jefe paramilitar asesinado. Sin embargo no tuvo inconveniente alguno de aceptarle las embajadas tanto de España como de Reino Unido y de proponer en 2005, su reelección inmediata. Por si algo le faltaba, tiene lazos muy cercanos con el Opus Dei.
La tercera vía fascista para las próximas elecciones colombianas está representada por Germán Vargas Lleras. Nieto del ex presidente Carlos Lleras Restrepo (que gobernó entre 1966-70) representa lo más retardatario del pensamiento conservador colombiano. Es un neoliberal recalcitrante, su política frente a la guerrilla será de más represión que la que impuso Uribe, pues tiene sed de venganza con las FARC que le hicieron un atentado en el que perdió tres dedos de una mano.
La cuarta posibilidad de los colombianos es un hombre del Comando Sur, disfrazado de socialdemócrata. Candidato del Partido Liberal, Rafael Pardo Rueda, un hombre netamente neoliberal e impulsor de la reelección de Álvaro Uribe. Terminó alejándose de él y haciéndole oposición. Hoy, es un hombre cercano al Comando Sur del Pentágono y funcional a los dictados de Washington, dado que su desempeño como ministro de Defensa en el gobierno de Gaviria le permitió estrechar lazos.
Como vemos, los cuatro candidatos del abanico presidencial pueden que tengan diferencias de matices pero representan lo mismo. Cuentan con el respaldo económico de la oligarquía criolla y su entramado empresarial y mediático; son defensores a ultranza del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos, así como de profundizar los convenios militares con Washington y por eso apoyaron con entusiasmo la presencia de tropas norteamericanas en las siete bases colombianas acordadas recientemente.
Coinciden en su odio al gobierno venezolano de Hugo Chávez y repudian también de los presidentes Rafael Correa de Ecuador y Evo Morales de Bolivia. Consideran que procesos como el del ALBA o la integración latinoamericana son una amenaza para los privilegios de los sectores dominantes de la región y constituyen el renacer del comunismo.
Cualquiera que llegue a ser presidente da igual. La realidad está a la vista. Colombia retrocedió en materia política, económica, social cultural y de integración regional. Uribe logró imponer sus fichas en varias corporaciones judiciales y en los órganos de control, al tiempo que impulsó a sus socios políticos vinculados al narcoparamilitarismo para que se tomaran el Congreso de la República. Afortunadamente, alrededor de 70 congresistas, la gran mayoría uribista, está en la cárcel. Mediante la corrupción, la trampa y el fraude obtuvo su reelección en 2006. El poder lo utilizó para enriquecer a sus hijos mediante escandalosos negociados y dar subsidios agrícolas a terratenientes y familias pudientes que financiaron sus campañas.
Utilizó el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), la agencia de seguridad de la Presidencia de Colombia, para entregárselo a los paramilitares y montar desde ahí una criminal estrategia que posibilitó interceptar llamadas telefónicas a dirigentes de la oposición, magistrados de las altas Cortes, periodistas y defensores de los derechos humanos.
Uribe tuvo un gran revés la semana comprendida entre el 21 y el 26 de febrero En la Cumbre del Grupo de Río realizada en Cancún, al mandatario colombiano le salió el tiro por la culata. Trató de desviar la atención con una trifulca protagonizada por él y Hugo Chávez (quien oportunamente lo mandó al carajo) para impedir que se avanzara en la consolidación del nuevo bloque regional sin la presencia de Estados Unidos y Canadá. No sólo no lo logró, sino que por el contrario, recibió el rechazo de los asistentes al encuentro y dejó en claro que es el peón del imperio, como bien lo señaló el presidente boliviano Evo Morales.
El viernes 26 de febrero, demás, quedará en los anales históricos colombianos como una jornada en la que se les cerró el paso a los poderes basados en el caudillismo y el culto a la personalidad, pero también a una aspiración dictatorial. El júbilo expresado por miles de ciudadanos al conocerse la noticia, también indica un modo de despertar del pueblo, víctima, precisamente, de todas las exclusiones y tropelías del gobierno.
El Departamento de Estado de los Estados Unidos declaró, tras conocerse el fallo de la Corte, que Colombia tiene una “democracia vibrante y madura”. Huelgan las palabras.
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