4 de febrero de 2011

La pirámide invertida

EL POLVORÍN ARABE

Los recientes acontecimientos de Egipto y Túnez, y los de tantos que se van sucediendo en el mundo árabe, nos recuerdan en el año del bicentenario de la Revolución de Mayo que ese mismo derecho a la revolución nace con las necesidades del pueblo y se manifiesta con las crisis del sistema dominante.

Por Marcelo J. Levy


La profundización de la brecha existente entre las distintas clases sociales producto de un descascarado sistema capitalista, se transforma en insostenible supurando cada vez con mayor frecuencia, en este caso en medio oriente.

Al inicio, la represión; el brazo armado del Estado que en ejercicio de ese poder represivo intenta dominar al pueblo. Cuando este no alcanza, se intentan alianzas con los sectores que encabezan la protesta; si por último esto no es posible comienzan el bloqueo de los que detentan el nuevo poder.

Hemos visto en el caso del Oriente Medio y más específicamente el de Egipto, como se crean versiones sobre el origen y devenir de los hechos. Algunos hablan de levantamiento popular, otros de rebelión de las masas o de revolución.

Tratemos de hacer un ejercicio de aproximación de los hechos acaecidos en Oriente Medio:

En lo político, la existencia de una dictadura con rostro de democracia burguesa que aplastaba toda disidencia política, incluyendo las de derecha.

En lo económico, la implantación de un modelo neoliberal emanado desde el FMI y el Banco Mundial, con sus características privatizaciones y abandono de programas sociales por parte del Estado.

En lo social, una abismal polarización de clases, en la cual un 20% de la población recibe beneficios y privilegios muy por encima del 80% de la restante población, la cual se encuentra en estado de pobreza, de esta última la mitad vive en pobreza extrema.

En lo cultural, la imposición opresiva de modelos occidentales los cuales chocan contra una cultura milenaria cuna de la civilización (como es el caso de Egipto).

En lo internacional, un neocolonialismo soporte del avance sionista en la región, y tentáculo del imperialismo estadounidense para el desarrollo de sus planes de control estratégico.

Así no es descabellado pensar que el estallido de las diferentes sociedades en Oriente Medio se produce como consecuencia de múltiples factores que determinaron la decadencia del modelo capitalista impuesto desde los centros de poder mundial.

Veamos los acontecimientos sucintamente y sus posibilidades futuras. Egipto fue sacudido por una ola de manifestaciones en todo el país exigiendo el fin del régimen de Mubarak, que ha oprimido al pueblo de esta nación orgullosa durante casi 30 años. Este ha sido el mayor movimiento de protesta en Egipto que se ha visto en décadas. En El Cairo y muchas otras ciudades manifestantes anti-gubernamentales se lanzaron a la calle y lucharon con la policía.

Después del derrocamiento del presidente de Túnez, Zine El Abidine Ben Ali, el 14 de enero, la pregunta era si esa revuelta tendría efectos expansivos en otros regímenes árabes aparentemente afianzados. Las llamas revolucionarias que han barrido el mundo árabe desde Túnez han llegado a Egipto.

Los primeros indicios de las repercusiones del levantamiento de Túnez en la conciencia popular surgieron la semana pasada en Egipto, cuando varias personas se prendieron fuego o intentaron hacerlo delante del Parlamento y de la oficina del primer ministro. Sus acciones trataban de imitar el ejemplo del joven vendedor de verduras tunecino cuya auto-inmolación contribuyó a desencadenar las protestas que obligaron al autoritario presidente de Túnez a huir del país.

Al igual que en Túnez, las manifestaciones en Egipto llegaron en un contexto de creciente ira por la pobreza generalizada y el desempleo. Casi la mitad de los 80 millones que componen la población egipcia vive por debajo o justo por encima del umbral de la pobreza que las Naciones Unidas han fijado en 2 dólares al día. La mala calidad de la educación y de la sanidad, junto al elevado desempleo, han dejado a un gran número de egipcios privados de sus necesidades básicas.

Pero el descontento económico es sólo una parte de un descontento político más amplio. Hay una rabia profunda por las injusticias, las desigualdades y la corrupción del régimen de Mubarak.

La convocatoria de protestas fue iniciada por la página de Facebook “El Mártir”, creada en nombre de un joven egipcio, Khaled Said, quien fue matado a golpes por la policía en la ciudad portuaria mediterránea de Alejandría el año pasado. Su caso se ha convertido en una bandera de combate para la oposición. Dos policías están siendo juzgados en relación con su muerte. Sin embargo, por una de esas extrañas ironías con la que la historia es tan rica, las protestas coincidieron con un día de fiesta nacional en honor de la odiada policía del país.

Hubo escenas sorprendentes en El Cairo, cuando miles y miles salieron a las calles marchando con aparente libertad en tres grandes manifestaciones en diferentes partes de la capital egipcia. Las cosas empezaron pacíficamente, con la policía mostrando una moderación inusual. A la ruidosa multitud se le unieron coches que hacían sonar sus bocinas. La gente gritaba: "¡Viva Túnez Libre!" y agitaban banderas tunecinas y egipcias, mientras la policía inicialmente se posicionó en la periferia de la multitud. La policía antidisturbios en un principio parecía insegura de qué hacer, ya que cada una de las marchas rompió los cordones policiales.

En el pasado, las manifestaciones fueron violentamente dispersadas. Ahora, sin embargo, la policía había recibido órdenes del gobierno para evitar cualquier enfrentamiento que pudiera provocar una revuelta de masas al estilo de Túnez. Pero esas cosas tienen una vida y unas leyes propias. A medida que el número de manifestantes siguió aumentando y llenando Tahrir, la plaza principal de El Cairo, las fuerzas de seguridad se pusieron nerviosas. De repente, cambiaron de táctica y la protesta se tornó violenta cuando la policía atacó a los manifestantes con cañones de agua y gases lacrimógenos.

El régimen se encuentra en un estado de pánico. Testigos oculares informan que Internet, Twitter y las llamadas telefónicas fueron bloqueados en todo Egipto, pero que ahora están volviendo de forma intermitente. Los últimos informes muestran que la insurrección continúa y avanza a niveles superiores. Se están extendiendo informes de que manifestantes están atacando el edificio del consejo de ministros, mientras que varios miles se dice que están marchando hacia el Palacio Presidencial de Mubarak, en Heliópolis. En Dar El Salaam, un barrio densamente poblado en el sur de El Cairo, los manifestantes afirman que han tomado la comisaría de policía.

Es cierto que nadie sabe cómo acabará esto. Pero una cosa es cierta: Egipto nunca será igual otra vez. Las masas han podido catar la libertad y han sentido su poder colectivo en las calles.

El pueblo revolucionario está ocupando las plazas centrales y se niega a irse. Cada pulgada ha sido conquistada por las masas y no tienen la intención de entregar a nadie lo que han conquistado. Enfrentados a un movimiento de masas de tal escala, las fuerzas de represión estatal, que antes parecían tan formidables, de repente se vuelven vulnerables. En muchos lugares, la policía ha sido simplemente desbordada por las enormes cantidades de gente. Sus cordones han sido rotos por los manifestantes. Los rostros de los policías rasos transmiten nerviosismo y los de sus oficiales, más aún.

Veremos cómo continúan estos acontecimientos que pareciera (y esperemos) no tienen vuelta atrás.



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