9 de julio de 2012

La cosecha de enemigos nunca se acaba

CONTRADICCIONES DEL DISCURSO PRESIDENCIAL

Amenguado el fugaz estrellato de Hugo Moyano después de su anémico acto en la Plaza de Mayo, Daniel Scioli se convirtió en el enemigo estrella de este mes. El Gobernador se hizo merecedor de la furia presidencial por tener el tupé de confesar aspiraciones presidenciales. Cosechando este nuevo enemigo, Cristina Fernández continúa con el productivo estilo de enfrentamiento permanente que inauguró su fallecido esposo en 2003. Sólo ha ido cambiando el destinatario de sus discursos confrontativos: la iglesia católica, el FMI, las entidades agropecuarias, el Grupo Clarín, Mauricio Macri, Hugo Moyano, Daniel Scioli. No obstante, un análisis menos superficial  revela que el modo agresivo en la alocución política obedece a la necesidad de tener que justificar ciertas decisiones que no se corresponden necesariamente con lo que se dice.

Por Marcelo R. Pereyra


LA PLATA’S BLUES

Señoras y señores, el enemigo del mes es…Daniel Scioli. El gobernador de la provincia de Buenos Aires ha sido castigado con una menor remesa de dinero por parte del Poder Ejecutivo nacional. No se ha explicado oficialmente la razón de tal medida, pero de lo que se infiere de un discurso de la Presidenta parece ser que es un mal administrador. Lo curioso es que recién ahora, después cuatro años y medio de gestión, Cristina Fernández se haya dado cuenta de ello. La verdadera explicación pasa por otro lado: en 2015 hay elecciones presidenciales. Si la Presidenta se propone aspirar a una nueva reelección necesita un alto número de diputados y senadores que levanten la mano cuando se deba discutir una reforma de la Constitución que la autorice a ser candidata. Pero hay quienes, como Hugo Moyano y Scioli que especulan con reemplazarla. Don Hugo dijo en un discurso hace dos años que era hora de que un trabajador –supuestamente él- ocupara el sillón de Rivadavia. Fernández tomó la palabra y le retrucó que tal cosa ya era una realidad porque ella misma era una trabajadora y había alcanzado la presidencia. Desde entonces todo está mal entre los dos. Scioli reconoció en un reportaje sus aspiraciones presidenciales y ahora está siendo duramente disciplinado por semejante irreverencia.

En un país con una democracia normal, las pretensiones presidenciales de Moyano, de Scioli y de cualquier otra persona del partido gobernante serían  algo de lo más común. Pero el sistema político pergeñado por el kirchnerismo es sui generis, manera eufemística de decir que nada se hace sino es con la aprobación del/a jefe/a máximo/a. A esta realidad estamos bastante acostumbrados. Nuestra democracia burguesa es muy poco democrática: las listas sábana, las listas “colectoras” y la falta de democracia partidaria así lo demuestran, junto con las designaciones a dedo, el amiguismo y el nepotismo. Es cierto que nada de todo esto es nuevo, pero lo que los Kirchner hicieron fue acentuarlo y reforzarlo hasta extremos que a veces se acercan peligrosamente al “fraude patriótico” de la Década Infame.

Como sea, los más perjudicados en la disputa entra la Presidenta y el Gobernador, como siempre, son los de abajo: convidados de piedra, los empleados provinciales cobrarán la mitad de su aguinaldo anual fragmentado en cuatro partes. Scioli, en cambio, no tendrá mayores problemas ni económicos ni políticos. La plata le sobra y en política es un gato que siempre cae parado. Mal que mal, don Daniel se las viene ingeniando desde hace muchos años para estar cerca del poder político: secretario de Turismo de Carlos Menem, después diputado, luego vicepresidente de Néstor Kirchner y ahora gobernador de la provincia más grande, más rica y de mayor peso político del país, ya que representa el cuarenta por ciento del electorado nacional. Otro que recorrió diversos cargos ejecutivos y legislativos desde el menemismo para acá es Felipe Solá. Una vez le preguntaron cuál era la fórmula de su persistencia a través de los años y los gobiernos y respondió sin ponerse colorado: “Hacerse el boludo”. Pues bien, la fórmula de Scioli es la misma. Hábil para hacer declaraciones de poca sustancia, tiene puesto un casete desde hace mucho tiempo y no se cansa de repetirlo.  Astuto para construir un perfil de buen tipo, que no se enloda en los charcos de la política, ha conseguido una imagen positiva más alta que la que registra la propia Cristina Fernández.

El ORDEN DEL DISCURSO Y EL ORDEN DE LAS COSAS

En abril de este año esta columna se tituló “El enemigo interno”; en mayo, “Cómo perder amigos” y con el título que lleva la de este mes se cierra una “trilogía” que ha procurado analizar las estrategias de enfrentamiento de la presidenta Cristina Fernández con sus principales u ocasionales oponentes políticos. Fernández en este aspecto, como en otros, no ha hecho más que remedar el estilo de enfrentamiento permanente que inauguró su fallecido esposo en 2003. Sólo ha ido cambiando el destinatario de sus discursos confrontativos: la iglesia católica, el FMI, las entidades agropecuarias, el Grupo Clarín, Mauricio Macri, Hugo Moyano, Daniel Scioli. Contra todos ellos embistió sin miramientos y con singular éxito el matrimonio político más triunfante de la historia argentina.

Esta agresividad puede tener que ver con las condiciones personales de don Néstor y doña Cristina. De hecho les ha resultado muy práctica a la hora de sumar adeptos, pues esa tarea requiere definir nítidamente quiénes son los amigos y quiénes los enemigos. Y, por último, el modo agresivo en la alocución política responde a la necesidad de tener que justificar ciertas decisiones que no se corresponden necesariamente con lo que se dice. En otras palabras, no siempre los enemigos “discursivos” de los Kirchner lo han sido en la práctica; o también, no siempre esos enemigos han tenido realmente esa condición. Algunos ejemplos: a) a pesar del enfrentamiento verbal contra la jerarquía católica, el kirchnerismo ha frenado toda iniciativa parlamentaria para discutir la despenalización del aborto; b) a pesar de toda la perorata dirigida contra el FMI, la deuda externa ilegal y fraudulenta se sigue pagando; c) a pesar de que en la actualidad el Grupo Clarín es lo peor de lo peor, en el pasado era un aliado valioso, y lo mismo podría decirse de Moyano y de Scioli; d) a pesar de haber hablado pestes del neoliberalismo, los lineamientos generales de la política económica, salvo por una mayor dosis de asistencialismo,  no difieren en mucho de los que imperaban en los años noventa. Por ejemplo, todavía está vigente la nefasta ley de Entidades Financieras de la última dictadura, estructurada para favorecer la concentración del sistema bancario. Es decir, para aniquilar a las pequeñas entidades de ahorro y préstamo que daban créditos accesibles a los sectores más populares. Pero hay algo aún más grave: la brecha que hoy separa a los ricos de los pobres es más amplia que la de aquella época aciaga. Quiere decir entonces que muy poco se ha hecho para revertir la injusticia socioeconómica, pese a que todos los discursos presidenciales baten el parche sobre la “inclusión”.

Si todo lo argumentado hasta aquí es correcto, podría concluirse que en el orden de las cosas hay un enemigo histórico de los Kirchner que ha permanecido invisible en el orden del discurso: las clases populares. Jamás por supuesto serían mencionadas como adversarios, pero en los hechos lo son. Lo son en la medida en que reclaman por lo que les pertenece. El problema es que en la medida en que lo obtengan los de arriba acumulan menos (la palabra mágica es plusvalía, y la dijo por primera vez un señor alemán de larga barba en el siglo XIX). Por eso la respuesta inicial a los reclamos de los trabajadores nunca ha sido un intento de acuerdo. Todo lo contrario. Lo primero que se piensa es en reprimir a los que no aceptan el orden de las cosas establecido. Y allí están para atestiguarlo los petroleros de Las Heras, los constructores de Chubut, los pueblos originarios de Chaco y de Salta, y tantos otros que han padecido en sus cuerpos la violencia de un discurso que no los nombra como adversarios pero que los aborrece profundamente.

REVISTA CONTRACULTURAL
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