8 de noviembre de 2012

Comunicación pública del crimen y gestión del control social


LIBROS (II)
El equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), que encabeza Stella Martini, acaba de publicar una segunda compilación de trabajos referidos a la problemática del delito y su control social. Profundizando un camino iniciado con La irrupción del delito en la vida cotidiana. Relatos de la comunicación política (Biblos, 2009), los investigadores han apelado a diversos recursos metodológicos articulando métodos cuali y cuantitativos,  recurriendo al trabajo etnográfico, usando técnicas de observación no participante y entrevistas para la obtención de datos en diversos barrios y en instituciones de seguridad; al relevamiento de un sector de opinión pública en una encuesta de 628 casos en la ciudad de Buenos Aires y a la construcción de varios corpus discursivos, legales, institucionales, periodísticos que les permitieron el análisis del discurso sobre textualidades y soportes diversos y el procesamiento de toda la información seleccionada. Seguidamente se reproduce la “Introducción” de Comunicación pública del crimen y gestión del control social (La Crujía, 2012) redactada por sus compiladoras, Stella Martini y María Eugenia Contursi.

Por Ricardo Lazo

La gestión del control social en Argentina, y en tantos otros lugares, se asienta sobre el relato común y único –que da sentido a la vida cotidiana– de la necesidad de fortalecer las tramas represivas, lo que se aseguraría mediante la vigilancia, la legislación adecuada y la exclusión de los sectores indeseables. Prácticas y representaciones estigmatizantes y violentas se unen, desde diversos lugares enunciativos, para lograr el efecto de una realidad y un territorio que sería preciso sanear para el retorno de un pasado mítico, entre el locus amoenus del espacio público como paraíso y la aurea aetate de la seguridad total.

El control social se exige cuando las instituciones no lo garantizan o la falta de seguridad se hace una sensación cuasi objetiva, y la noticia policial reiterada y enfatizada se ofrece como el formato discursivo más idóneo para hacer natural el reclamo y por tanto hacerlo de todos. Es el sentido común el que se expresa, atravesando los relatos de situaciones en las que el azar es muchas veces la invariante. La noticia sobre el delito, tradicionalmente moralista, suma en la actualidad la apelación a la indignación ciudadana, y es así como, articulando las dimensiones de lo religioso y lo profano, cobra una legitimación que se extiende, metonímicamente, a las denuncias y exigencias por mayor control y políticas de mano dura. De tal forma, asentada sobre la metáfora de la ventana abierta al mundo, la mediación se vende y se entiende en singular, el único ojo posible, y se sustenta en la marca fundacional de la prensa moderna, la testimonialidad.

Fiel a la imagen de “custodio de la democracia”, el periodismo habla con un lenguaje similar al que usa esa sociedad a la que atiende y logra consolidar el lazo fiduciario. La comunicación pública suma, pues, la producción mediática a los discursos sociales autorizados y a aquellos del ciudadano común cuya voz suele registrarse a través de los números de las encuestas y los reclamos en la calle. Los discursos sobre infracciones y delitos, sobre las penas, las leyes y las relaciones consecuentemente implicadas en las prácticas institucionales y sociales tienen en los medios por su mismo alcance y masividad el soporte y canal con mayor posibilidad de eficacia comunicacional.

Difícil abordar los planos discursivos del individuo y de la opinión pública separándolos de los de los medios informativos. La eficacia está definida en este caso por la posibilidad de establecer una coherencia discursiva y la justificación de técnicas de control sobre los sujetos, construyendo el marco del sentido publicitado y definiendo los espacios entre uno y otro lado de la ley. Las agendas de la prensa informativa gozan de una fuerte legitimidad que opera de modo reflexivo, toda vez que el mismo sentido común elaborado por la noticia policial coincide y reactualiza las voces cotidianas de vastos sectores de la población. Es poco probable que, en el circuito de circulación de los discursos sociales, no tengan prioridad los que dicen sobre la necesidad y la búsqueda de seguridad (entendida como la ausencia del delito o al menos su total control) porque se trata de la vida y la muerte, los afectos y los bienes. Es el punto nodal en el que privacidad y publicidad se intersecan con absoluta claridad.

El análisis comunicacional y cultural es la herramienta metodológica fundamental para un (a)cercamiento a esta problemática, porque permite dar cuenta de la densidad de las formas de construcción del sentido que agentes y agencias realizan y difunden sobre delitos, infracciones, leyes, penas, usos y apropiaciones del espacio público, la privacidad y las actuaciones, el control y el orden sociales. Es en el estudio de las mediaciones donde encontramos los cruces y los accesos, miradas oblicuas e interpretaciones posibles de este conjunto problemático en el que el control social es tópico consecuente del sentido común.

Focalizando en la búsqueda de los modos en que directa o indirectamente se construye y refuerza una forma determinada de control social, se identificaron escenificaciones, actuaciones y argumentos que ordenan la demanda o la justificación de acciones represivas y de exclusión, reiteradas denuncias de falta de gobernabilidad a partir del tópico de la violencia urbana que sintetizan en la figura del denominado delito común todos los males de la sociedad. En este sentido, las lógicas productivas de los representantes de políticas de derecha y de los medios masivos de comunicación, particularmente, apelan a la caracterización del desorden en el espacio público a partir de acciones y escenarios que tienen la marca común de la estigmatización: ocupación de “indeseables” (sujetos/sectores sociales estigmatizados) en forma permanente o circunstancial; escasez de espacios verdes, índices de “vida sana y responsable”; ausencia de elementos probatorios de alta calidad de vida (plazas, iluminación, vigilancia policial, cercanía con enclaves habitacionales de la pobreza, entre otros); accionar de la delincuencia; presencia de sospechosos; ausencia de legislación con mayor carga punitiva y de planes de prevención y vigilancia; carencia o debilitamiento de un “orden moral”, entre otros.

La creencia en la “veracidad” del discurso informativo, al que nos dedicamos especialmente a través de distintos casos, se hace efectiva por su coincidencia con el verosímil de otros discursos que el público estableció como naturales, y que posibilitan la legitimación de la universalidad del delito, su expansión en el espacio público (real e imaginado) y la consecuente exigencia de vigilancia en la sociedad. En el relevamiento de los medios se enfatiza la centralidad de tales agendas y se suma una persistencia que es omnipresencia, un presente continuo del crimen en el espacio público y en la impotencia del espacio privado que deja de serlo por el accionar delictivo. La herramienta estratégica es la reiteración ad infinitum de las crónicas del miedo y del padecimiento en la publicación diaria/secuencial, marca del relato unificado sobre la inseguridad.

Se verifica por la reiteración y por las atribuciones pertinentes que el crimen, que expresa una situación de conflicto permanente, ha adquirido en los últimos 20 años la relevancia que hace de la noticia policial una noticia política, esto es, la inscribe de modo rotundo en el campo de la comunicación política. La agenda del delito es tema y práctica constituyente del campo de la comunicación política, pero, además, del modo en que también habla el sentido común. De hecho, la reiteración espectacularizada de los casos más violentos apela a una conciencia “vecinal” (por lo grupal y compartido) e individual (por lo pietista y atemorizante de la soledad ante la amenaza) que produce efectos certeros sobre formas de la conciencia histórica y ciudadana. Tópica y predicados del delito se han analizado en el contexto del estudio mayor del conflicto, que puede definirse brevemente como espacio de la disputa por el poder, y que es en los medios tema privilegiado a partir del reclamo, la denuncia y proclamas de diferentes formas de la fe liberal. El conflicto, parte del negocio periodístico y tema permanente en cualquier sumario noticioso, exige un escenario, como también el crimen y sus representaciones (horas, momentos, lugares propicios) que permite moralizar didácticamente sobre las opciones entre las cuales se mueve y/o debería moverse el conjunto de la sociedad, entre el control y el descontrol.

REVISTA CONTRACULTURAL
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