DESAFÍOS DE LA SEGUNDA
PRESIDENCIA DE OBAMA EN ESTADOS UNIDOS
Ya pasaron las elecciones y Barack Obama continuará
en el gobierno como el presidente número 44 de Estados Unidos. Los analistas
políticos le prestarán mucha atención a la mecánica de las campañas, a las
técnicas para captar a los potenciales votantes, a la eficacia de los esfuerzos
para lograr que más gente vote. Los analistas de los medios llenarán los
espacios de las cadenas de noticias del cable con comentarios post electorales
acerca de la precisión de las encuestas o acerca del apoyo que tuvieron los
candidatos en un determinado grupo demográfico u otro. Mientras tanto, en el
corazón de nuestra democracia están los movimientos sociales, que son
sistemáticamente dejados de lado por los medios masivos, pero sin los cuales el
Presidente Obama no hubiera sido reelecto.
Por Amy Goodman (desde Estados Unidos)
El Presidente
Obama es un ex dirigente social. Cuando alguien que desempeñaba ese papel se
convierte en presidente, ¿quién se encarga de organizar a la comunidad? Resulta
interesante que Obama sugirió una respuesta a este interrogante durante un
pequeño evento de campaña en Nueva Jersey cuando era candidato a la presidencia
por primera vez. Cuando le preguntaron qué haría con respecto a Medio Oriente,
Obama respondió con una anécdota sobre el legendario líder social del siglo XX
A. Philip Randoplh. En una ocasión, Randolph se reunión con el Presidente
Roosvelt y le explicó la situación en la que vivía la población negra en
Estados Unidos y la situación de la clase trabajadora en general. Roosevelt
escuchó atentamente y luego respondió: “Estoy de acuerdo con todo lo que dice.
Ahora, oblígueme a hacerlo”. Obama reiteró ese mensaje. Ahí está la respuesta,
oblíguenlo a hacerlo. Es una invitación del propio presidente.
Durante los años
que duró el gobierno de Bush la gente sentía que se daba la cabeza contra la
pared. Tras la primera elección del Presidente Obama, esa pared se transformó
en una puerta, pero la puerta estaba apenas entreabierta. Entonces surgió la
pregunta: ¿se abrirá de una patada o se cerrará de un portazo? La respuesta no
debe darla el presidente, independientemente de su poder, sino que es un
trabajo que corresponde a los movimientos.
Ben Jealous es un
dirigente social que se toma en serio su trabajo. Tiene una larga lista de
logros y una lista aún más larga de objetivos por lograr como presidente y
Director Ejecutivo de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de
Color. Advierte que 2013 será un año de importantes aniversarios, entre ellos el
150 aniversario de la Proclamación de Emancipación del Presidente Abraham
Lincoln, el 50 aniversario de la Marcha sobre Washington por el trabajo y la
libertad, encabezada por Martin Luther King en 1963, y el 50 aniversario del
asesinato de Medgar Evers y del bombardeo de una iglesia en Birmingham, Alabama
en el que murieron cuatro jóvenes afroestadounidenses.
Obama asumirá su
segundo mandato presidencial en 2013 en el Día de Martin Luther King. Jealous
me dijo en la noche de las elecciones, poco antes de que Mitt Romney diera su
discurso de aceptación de la derrota: “Hace cuatro años la gente permaneció en
estado de euforia durante varios meses. Esta vez no vamos a hacer eso.
Aprendimos la lección, tenemos que seguir pensando como un movimiento. No permitiremos
que nos vuelvan a pasar por alto”.
Eso es justamente
lo que están haciendo los jóvenes inmigrantes. Los estudiantes indocumentados
que fueron arrestados por ocupar oficinas de campaña en una serie de protestas
contra las deportaciones constituyen el movimiento de derechos civiles de
nuestra época. Hay otros movimientos dinámicos, como Occupy Wall Street, o la
lucha por el matrimonio igualitario, cuyas iniciativas sometidas a referéndum
en cuatro estados fueron aprobadas en las elecciones de este martes. Tras el
desastre provocado por la gran tormenta Sandy y a pesar de la gran cantidad de
recursos gastados por la industria de combustibles fósiles para ocultar lo que
sucede, el cambio climático y lo que hagamos al respecto es ahora un asunto que
el Presidente Obama sugiere que enfrentará. En su discurso de victoria, afirmó:
“Queremos que nuestros hijos vivan en un país que no esté abrumado por la
deuda, que no esté debilitado por la desigualdad, que no esté amenazado por el
poder destructivo del calentamiento global”.
Fue gracias a la
presión de los activistas de base que se manifestaron frente a la Casa Blanca
que Obama postergó su decisión acerca del controvertido oleoducto Keystone XL,
que se extendería desde Canadá al Golfo de México. Más de 1.200 personas fueron
arrestadas hace un año en una serie de protestas frente a la Casa Blanca. En
este preciso momento, un grupo de activistas se encuentra en Winsboro, Texas (a
dos horas al este de Dallas) bloqueando la construcción del tramo sur del oleoducto
y corren el riesgo de ser arrestados e incluso de resultar heridos. Están
realizando acciones directas para impedir la construcción, como treparse a los
árboles para evitar que sean derribados.
Quienes tienen
acceso privilegiado al presidente, le susurran sus demandas al oído en la
Oficina Oval. Si el presidente no puede señalar afuera y decir “si hago lo que
ustedes me piden ellos se alzarán en rebeldía”, si no hay nadie ahí afuera, el
presidente está en graves problemas. Eso en el caso de que esté de acuerdo con
ustedes, pero ¿qué sucede cuando no lo está?
El Presidente de
Estados Unidos es la persona más poderosa del planeta, pero hay una fuerza más
poderosa: el pueblo organizado a lo largo y ancho del país, que lucha por un
mundo más justo y sustentable. El verdadero trabajo comienza ahora.
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Denis Moynihan
colaboró en la producción periodística de esta columna.
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