7 de noviembre de 2013

El imperialismo los cría, y el viento los amontona



DEL FALLIDO ALCA A LA ALIANZA DEL PACÍFICO 

Se cumplen ocho años de que las luchas populares de América Latina y los presidentes del continente enterraron la propuesta imperialista que proponía el Estados Unidos para Latinoamérica, encarnada en lo que se conoció como el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Hoy la aparición de la Alianza del Pacífico y el reacomodamiento de las derechas de la región marcan los desafíos que deberá encarar el continente y el proyecto de la Patria Grande.  

Por Marcelo J. Levy  

La imperiosa necesidad de consolidar proyectos a largo plazo responde a evitar el crecimiento a contramano de alianzas (neo) neoliberales. La nueva embestida se llama Alianza del Pacífico. Con un nuevo discurso pseudoarticulador, viene a “no enfrentarse al MERCOSUR”, pero sí a reavivar los fantasmas del enterado ALCA en aquella histórica jornada marplatense hace ya ocho años. El entonces presidente de la República Bolivariana de Venezuela, el Comandante Hugo Chávez, pronunció aquella tarde  palabras que pasaron a la historia: “Cada uno de nosotros trajo una pala, una pala de enterrador, porque aquí en Mar del Plata está la tumba del ALCA. ALCA al carajo”. Nos sentimos los artífices del final de los proyectos de libre mercado en el continente. Lamentablemente no ocurre así.

Las derechas del continente reaparecen refritadas con propuestas de integración neoliberales. Aquella ALCA comenzó a forjarse en 1994 y buscaba ampliar los Tratados de Libre Comercio de Estados Unidos con el resto de los países, profundizando el sistema inequitativo entre el imperio y los países empobrecidos del sur. Tras años de resistencia y rechazo, en noviembre de 2005, la movilización en las calles demostró el repudio de grandes mayorías a las políticas neoliberales que se habían expresado durante muchos años y dieron el lugar al surgimiento de proyectos de integración como el ALBA, UNASUR y CELAC.

Poco antes del entierro del ALCA, nació la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA) impulsada por Hugo Chávez Frías y Fidel Castro, que luego fue sumando numerosos países entre los que se destacan Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Con la solidaridad y la complementariedad como principios fundantes y rectores de esta alianza, el proyecto de integración desde los pueblos marco un proceso soberano y anti imperialista. El ALBA generó cambios estructurales y puso sobre el tapete la relevancia del protagonismo popular, las nuevas formas de pensar la integración entre los pueblos y la construcción de un proyecto continental novedoso con el socialismo del siglo XXI como horizonte.

Así aparecen las misiones y la reciprocidad entre los países, los programas de educación y de salud, los alimentarios, etc. que permitieron pararse frente a las lógicas de mercado y competencia que fueron eje de los procesos de integración económica de América del Sur y de Centro América en los años 90.

Desde allí, el avance en procesos de integración como UNASUR y CELAC dieron cuenta del nuevo escenario regional que ponía en el centro de la escena la soberanía de los Estados por sobre la subordinación que caracterizó la década anterior.

Frente a estas políticas regionales que muestran la supremacía de los pueblos por sobre el capital aparece, como contrapeso, la Alianza del Pacífico. Nació hace sólo un año y hoy busca ocupar el espacio dejado por el ALCA. Si bien está conformada por Chile, Colombia, México y Perú, los gobiernos de Costa Rica y Panamá han manifestado su interés en integrar a este bloque de libre comercio antagónico al ALBA y también han coqueteado los gobiernos de Paraguay y Guatemala. Los elogios a la apertura de mercados para no “quedarse estancados”, planteado por el presidente Juan Manuel Santos, la defensa de una “economía social de mercado, libre, abierta, competitiva y transparente”, hecha por el mandatario derechista de Chile, Sebastián Piñera, o la clara afirmación del presidente peruano Ollanta Humala, “la Alianza del Pacífico es una oportunidad para todos los capitales que están deambulando” evidencian la faceta neoliberal del proyecto de integración que hoy disputa en la región.

La situación interna de cada uno de los países es bastante compleja. En Colombia, las políticas neoliberales y el avance represivo fueron rechazados masivamente por el paro nacional agrario y popular hace pocos meses atrás, en el caso de México y Chile se ve diariamente la represión a las movilizaciones populares, mientras que el extractivismo en Perú ha generado el alza y resistencia de las comunidades en los últimos años.

Por otro lado, la Alianza del Pacífico no sólo busca reinstalar la hegemonía imperialista sino que ha generado una ruptura en los procesos de integración de la región frenando y en disputa con los procesos del Mercosur, la Unasur y la CELAC.

Fue a partir del 2009 que aparecieron las nuevas derechas en Latinoamérica en el marco de nuevas formas de desestabilización. Se destacan los casos de los triunfantes golpes de estado en Honduras y Paraguay, el fallido en Ecuador, la instalación de nuevas bases militares en la región y la reactivación de la IV Flota, por nombrar algunos de los hechos centrales de estos últimos años. La Alianza del Pacífico vine a continuar con este concepto, en el plano económico.

El presidente de Ecuador, Rafael Correa, reconoció que esta Alianza, a su juicio, “forma parte de una estrategia para impedir la unión regional” y aseguró que “existe una restauración conservadora para contrarrestar proyectos alternativos”.

Ante esta realidad, los movimientos populares se encuentran ante el desafío de profundizar lo ya iniciado, seguir articulando nuevos proyectos basándose en el principio indeclinable de  poner el eje en la soberanía.

Más que nunca, los movimientos sociales de América Latina y el Caribe tienen la tarea de afianzar su coordinación frente la nueva embestida del imperio y sus eternos cipayos, para lograr acciones e iniciativas conjuntas que permitan visualizar la reivindicación de procesos de integración que redunden en la justicia social y el protagonismo del pueblo.

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