6 de agosto de 2014

Salando las heridas



AVANZA EL GENOCIDIO PALESTINO ANTE LA PARÁLISIS INTERNACIONAL 

Desde el inicio de la operación llamada “margen protector” el estado militarista de Israel en complicidad con los Estados Unidos y otras potencias profundizaron su gran objetivo de la “solución final” expulsar a los palestinos al Sinaí o mejor, lanzarlos al mar. Crónica de un nuevo holocausto. 

Por Marcelo J. Levy 

Cerca de 2000 muertos y 10000 heridos se reportan hasta la fecha en la Franja de Gaza como consecuencia del genocidio palestino perpetrado por Israel. Escuelas, refugios, espacios protegidos: nada detiene a un país que, a las claras, tiene un oscuro aval de las potencias mundiales. Nada tendría semejante consecuencia sin la venia norteamericana, que a su vez le vende material militar. El 80% de los asesinados son civiles y el argumento de la ofensiva militar israelí es atacar las instalaciones de cohetes de Hamas. La sangrienta campaña del sionismo más recalcitrante ha sido impulsada por el gobierno de Benjamín Netanhayu, a contrapelo de las condenas internacionales y de la necesidad de lograr la paz en “la mayor prisión a cielo abierto en la tierra".

Previo a esta operación denominada como en la mayoría de los casos provocativamente “margen protector” se vivió la campaña militar denominada por los artistas del crimen como “Pilar defensivo” en el año 2012, que se saldó en aquella oportunidad con 150 muertos palestinos y cerca de 2.000 heridos. Y con anterioridad la operación "Plomo Fundido" que costó la vida a 1.500 palestinos, el 80% de ellos niños y mujeres.

Los medios de comunicación suelen perderse en el análisis de las causas del conflicto, refiriendo a hechos puntuales y no el proceso histórico que determina el actual estado de cosas, tratando de responder la pregunta respecto a cómo comenzó este último o el penúltimo o el antepenúltimo episodio bélico.

Los indignantes defensores del régimen genocida de Israel quieren comparar sus muertos con los miles de palestinos asesinados como si esto se tratara de sufrimientos, padecimientos y destrucción equiparables. Pensarán los ideólogos del asesinato masivo que el atacar por aire mar y tierra a una población indefensa está escrito en su Torá. Pensarán estos criminales que su actuar sediento de sangre puede seguir impune. La impotencia, la rabia, la indignación aparecen de estampida ante un país que pretende emular el genocidio cometido con ellos.

Una sociedad que tolera el maltrato contra sus semejantes, una sociedad que no se levanta contra un gobierno genocida, una sociedad que aplaude a los soldados que matan niños, mujeres, ancianos, que atacan escuelas, hospitales, que custodian muros de la vergüenza, que atropellan los derechos humanos, una sociedad que entrega ramas de olivos a estos genocidas no merece respeto alguno y son cómplices de los crímenes cometidos por su gobierno.

Nunca más una sociedad como esta, que avala el crimen de sus gobiernos, podrá esgrimir el argumento de su holocausto para cometer crímenes similares contra sus vecinos, nunca más el chantaje de su sufrimiento podrá aplicar el sufrimiento que infringen al pueblo palestino.

Hoy, a pesar de las protestas internacionales, de la constatación de los crímenes contra la humanidad del gobierno israelí, a pesar de comprobarse la estrategia sangrienta de un régimen que quiere acabar con la población palestina en su propio remake de un holocausto de todo un pueblo, Israel sigue bombardeando las escuelas donde se hacinan 250 mil palestinos, principalmente mujeres, niños y ancianos. El 15% de la población de la Franja de Gaza trata de protegerse donde las bombas también han llegado con su carga de muerte desde el aire.

Los Gazatí viven hoy de las migajas de ayuda internacional, el contrabando con Egipto a través de su frontera sur como también de las decisiones arbitrarias israelitas, que deciden cuándo y cómo recibir alimentos, combustible, agua o asistir a sus lugares de trabajo extramuros, donde representan la mano de obra barata y explotada. En ese contexto cada campaña militar significa sumar más muerte, dolor y sufrimiento. Esto, a pesar que políticos y militares israelíes repiten constantemente que “Israel usa la fuerza en legítima defensa.

No hay que perder de vista que los sionistas llevan ocupando tierra de Palestina desde hace 66 años, solo eso les ha interesado, nunca les ha preocupado el pueblo palestino, que es el pueblo semita del territorio; los sionistas son antisemitas. El objetivo de los sionistas ha sido y es la posesión de una tierra ajena y la expulsión de sus habitantes, para la creación de un Estado religioso judío, cuyos miembros tengan raíz judía.

El 14 de mayo de 1948 los ocupantes sionistas, estando Palestina bajo mandato británico aún, declaran la independencia del Estado de Israel. Para el 29 de mayo los sionistas han ocupado ya el 77 % del territorio palestino bajo mandato británico. Consiguen el territorio palestino tras destruir más de 500 pueblos y la expulsión de todos sus habitantes, esto es lo que el pueblo palestino recuerda bajo el nombre de la Nakba, el Desastre.

El 11 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas emite la resolución 194 en la que trata el caso del pueblo palestino expulsado de su tierra, y dice así: “Debe permitirse a los refugiados que deseen regresar a sus hogares y vivir en paz con sus vecinos, que lo hagan así lo antes posible, y que deberán pagarse indemnizaciones a título de compensación por los bienes de los que decidan no regresar a sus hogares.” 

A pesar de la complacencia con que la Asamblea General de las Naciones Unidas trata a los sionistas ocupantes, nada de lo que declara en la resolución ha sido cumplido, por el contrario los sionistas han dejado una mínima parte de Cisjordania para el pueblo palestino, y la franja de Gaza, de 365 kilómetros convirtiéndola en el campo de concentración más grande y poblado del mundo con 1.800.000 personas.

La cíclica agresión a la nación palestina mediante bombardeos aéreos, marítimos e incursiones terrestres sobre su territorio tiene dos objetivos posibles: primero, su absorción a un Estado israelí que termine por abarcar las tierras de la Palestina histórica, eliminando toda posibilidad del desarrollo de un Estado palestino vecino –finalmente creado por las Naciones Unidas en el año 2012, sesenta y cinco años después de aprobado el Plan de Partición–, o, segundo, la completa y total destrucción de su población, con la obvia expansión territorial mencionada del poderoso Estado israelí sobre un Estado palestino jamás materializado –cuyos ciudadanos, de otro modo, gozarían de los derechos garantizados en el ordenamiento jurídico internacional frente al agresor.

En los días previos a esta última embestida, los periódicos del mundo, al carecer del cálculo de los cadáveres, titubearon un tímido «más de mil», contraponiéndolo con un exacto número 51 referido a los israelíes, que corresponden al grupo perpetrador de la masacre. Días atrás, se esperó a que sobrevinieran trece muertos israelíes, cuando cuatrocientos cincuenta y dos palestinos ya habían sido asesinados; elevada la cifra a treinta y cinco israelíes, cuando ya los palestinos habían excedido los quinientos, los líderes del mundo, llamaron a la moderación y al mutuo «cese de hostilidades». Lo que nunca sospecharon es que, si hubieran aplicado las medidas diplomáticas y las sanciones políticas contra Israel cuando se habían asesinado palestinos, ningún israelí hubiera muerto… ni otros mil palestinos. Naturalmente, esto se debe al hecho nada despreciable de que la sangre tiene un valor diferencial, en particular, cuando todo análisis obliga a los Estados a realizar una evaluación ética del agresor económicamente poderoso.

La omnipotencia israelí, sumado al apoyo norteamericano redunda en una impunidad que los anunciados hipócritas de la ONU no van a modificar. Mientras el mundo siga dependiendo en términos bélicos de un comité de seguridad con cinco países con capacidad de veto, mientras el financiamiento de la comunidad israelí a la política norteamericana continúe balanceando la estrategia de política exterior, y además siga siendo el conflicto palestino israelí un buen mercado de venta armamentística, el destino del pueblo palestino estará sentenciado. Los pueblos libres del mundo seguirán, incansablemente abogando por la autodeterminación, la soberanía y el fin del colonialismo sionista.    

A modo de cierre, les dejo unas líneas de un gran escritor y pensador de los pueblos del mundo:
Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos. Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador.

Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen. Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelí usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.
Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa. No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho. Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros.
¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos? El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales.
En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica. Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí. Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.
La llamada comunidad internacional, ¿existe? ¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro? Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad. Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos.
La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna que otra lágrima mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena.
(Este artículo está dedicado a mis amigos judíos asesinados por las dictaduras latinoamericanas que Israel asesoró).
EDUARDO GALEANO


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