7 de junio de 2016

Todo sigue igual


PERÚ DECIDE PRESIDENTE ENTRE DOS CANDIDATOS DE DERECHA 

Con una diferencia insignificante, siguen los conteos del ballotage en Perú que dará como presidente al neoliberal Pedro Pablo Kuczynski de Peruanos por el Kambio (PPK) o a Keiko Fujimori, hija y heredera política del ex dictador Alberto Fujimori, condenado a 25 años por crímenes de lesa humanidad y corrupción. A pesar de presentarse como dos propuestas distintas, lo único claro es el escenario de continuidad neoliberal para los peruanos y la profundización de la pauperización de las clases populares. 

Por Marcelo J. Levy 

Nada cambia. Todo sigue igual. Desde El mandato de Alejandro Toledo, pasando por Alan García y Ollanta Humala, la Republica de Perú ha sido un país devastado por el neoliberalismo conservador. Las dos opciones que se presentan para este nuevo periodo presidencial continúan en esa línea. Con una diferencia de décimas en los conteos finales (www.onpe.gob.pe) al cierre de esta edición, Kuczynski lleva la delantera. Faltan los votos del extranjero que representan el 4% del padrón electoral total que, según las encuestas, favorecerían a PPK.

Ahora bien, Las diferencias económicas entre los dos candidatos son de detalles. Si bien es cierto que hay una gran inquietud ciudadana por el posible retorno del autoritarismo fujimorista,  el establishment económico está tranquilo con el resultado electoral. Cualquiera sea el ganador, Keiko Fujimori o Pedro Pablo Kuczynski, la continuidad del modelo neoliberal y de los intereses y privilegios empresariales, están garantizados. En eso, ambos candidatos están del mismo lado. Coinciden por ejemplo en su apuesta por los tratados de libre comercio y en privilegiar, a nivel regional, a la Alianza del Pacífico (Perú, Chile, Colombia y México), acuerdo comercial de orientación neoliberal y cercano con Estados Unidos en detrimento de espacios como CELAC y UNASUR. 

El próximo gobierno recibirá un país con una economía que se ha desacelerado, pero que sigue creciendo por encima del promedio regional. En 2015, creció 3,2 por ciento. Años anteriores lo había hecho por encima del 5 por ciento. La pobreza a nivel nacional es de 21,8 por ciento, pero en las zonas rurales se eleva a 45,2 por ciento. El 75 por ciento de la economía es informal, con trabajadores mal pagados y sin derechos laborales.

Para reimpulsar una economía desacelerada, el programa de PPK, como se le conoce a Kuczynski, propone devolver a las empresas el cien por ciento de impuestos a cambio de que reinviertan ese dinero y reducir el impuesto a la renta. También plantea bajar el Impuesto General a las Ventas (IGV), equivalente al IVA, de 18 a 15 por ciento.

El fujimorismo, por su lado, acusa a PPK de estar al lado de las grandes empresas, algo que no está lejos de la realidad, pero cuando ellos fueron gobierno en los años 90 les dieron a las grandes empresas generosos beneficios. Es casi hilarante ese tipo de reproches entre candidatos que representan a los mismos intereses económicos.

La economía peruana es altamente dependiente de la minería, que representa alrededor de la mitad de las exportaciones del país, y la caída de los precios internacionales de los minerales la ha golpeado y ha afectado su crecimiento. Pero ni Kuczynski ni Keiko tienen un plan para diversificar la economía y comenzar a romper esa dependencia.

Ambos candidatos se han comprometido a “defender los derechos laborales”. El fujimorismo, sin embargo, tiene en su historia la liquidación de esos derechos durante el régimen autoritario de Alberto Fujimori. Y Kuczynski, quien ha sido ministro de Economía, no se ha caracterizado por su apego a los derechos laborales. Sin embargo, en esta campaña PPK se ha reunido con los principales sindicatos del país, con quienes se ha comprometido a respetar esos derechos. 

La candidata del fujimorismo ha basado su campaña en el viejo y extendido clientelismo fujimorista en los sectores populares, donde se basa su mayor apoyo, y en un discurso de mano dura contra la delincuencia, considerada por la mayoría de peruanos como el principal problema del país, ofreciendo pena de muerte, declarar el estado de emergencia en la capital del país y sacar a las fuerzas armadas a las calles. Kuczynski, por su parte, ha pedido el voto, con mayor fuerza en este último tramo de la campaña, apelando a la defensa de la democracia frente al riesgo autoritario que representa el fujimorismo.

El llamado de Verónika Mendoza, ex candidata presidencial del izquierdista Frente Amplio, tercera en las elecciones de abril con 19 por ciento, a votar por PPK por ser la única opción para detener la amenaza del regreso del fujimorismo al poder, y las masivas marcha antifujimoristas, han sido claves para la subida de Kuczynski.

Paradojas de la vida, si el candidato neoliberal gana la elección presidencial, le deberá su triunfo, en buena parte, a la izquierda. Pero la izquierda no le ha dado su apoyo a PPK por sus propuestas o virtudes, sino para defender la democracia frente al posible retorno del autoritarismo fujimorista, y ha sido clara en señalar que en un eventual gobierno de PPK sería oposición a su proyecto neoliberal. Keiko recibió esta semana el respaldo del alcalde de Lima, Luis Castañeda, cuya gestión es identificada con la expresión “roba, pero hace obra”. Es el único respaldo de un dirigente político de relevancia que ha logrado captar la candidata del fujimorismo. Con quienes sí ha cerrado alianzas la hija del ex dictador es con los mineros ilegales, que operan contaminando el medio ambiente y con altos niveles de explotación laboral; con los transportistas informales, que trabajan en la ilegalidad; y con un sector evangélico ultraconservador que pregona que la homosexualidad es “una aberración” y pide que el Estado la condene. 

La primera vuelta de de las elecciones había dado algunos datos significativos para analizar. Por un lado Keiko llevó la delantera con el 39% de los votos seguido por PPK con 21%. De ahí la necesidad de la unidad antifujimorista.

En este escenario aterrador, sin embargo, podemos vislumbrar algo esperanzador: el ascenso fulgurante de la candidata de izquierda Verónika Mendoza, que pasó del 2 al casi 19% de la votación en la primera elección. A su vez el voto de protesta no sólo se ha expresado votando por la izquierda sino también en el alto número de ausentes, blancos y nulos que suman ocho millones de los 23 que tiene actualmente el registro electoral, casi el 35% del mismo (en el ballotage fue de poco más del 18 %).

En definitiva asistimos a un proceso que viene de larga data en Perú y empieza a profundizarse en Latinoamérica. Como siempre,  no debemos desconocer la incidencia de los grandes medios hegemónicos de comunicación que han sido decisivos en el sufragio. Prebendas, concesiones y acuerdos posicionan y quitan candidatos. Todo sigue igual.

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