NATURALES, ACCIDENTALES
E INTENCIONALES
Los bosques andino patagónicos constituyen una de las últimas reservas mundiales de bosques templados con poca alteración antrópica y valiosa biodiversidad, y son uno de los biomas argentinos mejores conservados. Sin embargo, se encuentran cada vez más amenazados por los incendios forestales (naturales, accidentales e intencionales). Existe mucha preocupación por lo que pueda suceder en la próxima temporada estival, dado que se esperan altas temperaturas y el otoño e invierno pasado las precipitaciones fueron muy bajas.
Por Hernán Giardini (desde Río Negro)
Los bosques andino patagónicos constituyen una de las últimas reservas mundiales de bosques templados con poca alteración antrópica y valiosa biodiversidad, y son uno de los biomas argentinos mejores conservados. Sin embargo, se encuentran cada vez más amenazados por los incendios forestales (naturales, accidentales e intencionales). Existe mucha preocupación por lo que pueda suceder en la próxima temporada estival, dado que se esperan altas temperaturas y el otoño e invierno pasado las precipitaciones fueron muy bajas.
Por Hernán Giardini (desde Río Negro)
Su superficie actual es de aproximadamente 1.800.000 hectáreas. La
ecorregión se inicia en el norte de la provincia de Neuquén, prolongándose
2.088 kilómetros hasta la provincia de Tierra del Fuego. Tiene un ancho máximo
de 226 kilómetros de este a oeste, que en algunas ocasiones puede interrumpirse
por la estepa patagónica.
En su mayor parte los
bosques andino patagónicos están formados por un número limitado de especies
que, aún cuando cambian a lo largo de sus diferentes sectores, cumplen un rol
ecológico similar para los animales. De allí que, si bien la flora presenta
variaciones, la fauna es bastante parecida en toda la extensión de la región.
Se distinguen cuatro distritos,
cada uno de ellos con características peculiares y especies propias que los
diferencian, aunque las transiciones son muy paulatinas:
• El distrito del
Pehuén se caracteriza por los bosques de pehuén, que se forman puros y extensos
entre los 900 y 1.800 metros de altitud, y por bosques ralos mezclados con
especies como la lenga, el coihue, el ñire, el roble pellín, el raulí, la caña
coligüe y el ciprés.
• El distrito del
Bosque Caducifolio está conformado principalmente por tres especies arbóreas:
el ñire, generalmente en lugares bajos y húmedos; la lenga, que es la más
tolerante al frío y crece hasta los 1.800 metros de altura; y el ciprés, que
sólo se encuentra en el norte. También existen bosques de raulí y roble pellín,
y bosques de coníferas.
• El distrito
Valdiviano es el más húmedo, superando los 4.000 mm de precipitación anual. Sus
especies características son el cohiue y el alerce; y existen numerosas
enredaderas que le dan un aspecto selvático. La lenga y el arrayán aparecen en
ciertos puntos del distrito.
• El distrito
Magallanes es más frío, seco y florísticamente más pobre que el Valdiviano, con
predominio de bosques siempre verdes. Sus árboles característicos son el
guindo, el canelo y el maitén.
La fauna presenta una
destacada homogeneidad, debido a que las variaciones de una zona a otra no
revisten por lo general gran importancia. Entre los mamíferos sobresalen el
huemul, el pudú, el huillín, el hurón menor, el zorrino patagónico y el monito
del bosque. Los predadores mayores son el puma, el zorro colorado, el zorro
gris patagónico y el gato huiña; y los roedores son abundantes y numerosos.
Entre la vasta cantidad de aves se distinguen el cóndor, el águila mora, el
cisne de cuello negro, el pájaro carpintero gigante, y el picaflor rubí.
Los incendios
forestales son la principal fuente de degradación y deforestación de los
bosques andino patagónicos.
En 2007 la Secretaría
de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación advirtió que “las estadísticas de esta última década
muestran una fuerte componente de la actitud humana, ya que es principalmente
alrededor de los centros urbanos en que se observan la mayor cantidad de
eventos de incendios. Las causas varían desde el juego de niños, accidentes,
negligencias, hasta una marcada intencionalidad en la que se mezclan las
necesidades de leña de los sectores de menos recursos económicos, las
diferencias políticas, los problemas de relación entre pandillas y policías, y
los conflictos generados por la tenencia de la tierra. (…) El avance de la
ciudad por sobre el bosque ha incrementado el problema ya que se ha sumado el
tema de los incendios de interfase”.
Por su parte, en
septiembre de 2015 un informe oficial señaló que el área afectada en las
últimas trece temporadas de incendios en la provincia de Chubut “se aproxima a las 87.000 hectáreas (de las
cuales 65.000 corresponden al último decenio). Esta cifra representa un 9,6% de
los bosques de la provincia”. Previo a la temporada 2014–2015, donde el
fuego arrasó más de 40.000 hectáreas, “la
superficie media anual afectada (período 2002–2014) era aproximadamente de
3.915 hectáreas”.
En cuanto a los grandes
incendios forestales sufridos durante las temporadas 2013–2014 y 2014–2015 en
Chubut, un estudio de Thomas Kitzberger, del Instituto de Investigaciones sobre
Biodiversidad y Medio Ambiente (INIBIOMA), estimó que “el área quemada por incendios iniciados por rayos representó un 72,8%
del área total quemada. Claramente los incendios por rayos tienden a producirse
con mayor probabilidad en áreas remotas y de difícil acceso que los incendios
generados por causas humanas, que se concentran, justamente cerca de sitios
poblados, rutas y áreas de mayor acceso. Eso posiblemente determine que los
incendios por rayo, al ser más dificultoso su combate inicial, tengan mayores
probabilidades de convertirse en eventos extensos”.
Un informe de abril de
2015 del Nodo Regional Bosque Andino Patagónico del Centro de Investigación y
Extensión Forestal Andino Patagónico (CIEFAP), advirtió que en el verano
2014–2015 “observamos grandes parches de
bosque que presentaban síntomas de secamiento” y que “en el Noroeste de la provincia de Chubut hay que sumar como situación
propicia para la ocurrencia de incendios la floración de caña colihue ocurrida
en 2013”; lo que sumado a “eventos fuertes
del fenómeno climático como El Niño Oscilación Sur, que afectan al régimen de
precipitaciones y temperaturas en la región, pueden generar situaciones
extremadamente favorables para la ocurrencia de grandes incendios”.
Autoridades
provinciales y nacionales afirmaron en los medios de comunicación que muchos de
los incendios forestales de los últimos años fueron intencionales para desarrollo inmobiliario y ganadero.
A pesar de esto, no hay
informes oficiales o investigaciones que lo confirmen y, aún si se llegara a
descubrir a los culpables, la legislación actual no penaliza la quema
intencional de bosques nativos.
Resulta evidente que para
este verano no será suficiente rezar que no se produzcan incendios forestales
(como insólitamente afirmó el Ministro de Ambiente de la Nación, Sergio
Bergman). El gobierno debe ampliar significativamente los fondos destinados a
la prevención y lucha contra el fuego; y el Congreso de la Nación debe avanzar
en el tratamiento del proyecto de ley Régimen Penal de Protección al Bosque
Nativo, que castiga con prisión de 2 a 10 años y multa a quien “sin autorización, excediendo las que
tuviere, violando las disposiciones legales o reglamentarias, o las órdenes
legítimas de la autoridad, intencionalmente ocasionare el desmonte, incendio,
cambio de uso de suelo o la destrucción de bosques nativos”.
Destruir bosques es un
crimen.
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