9 de julio de 2017

Sin piedad



AVANZA EL PLAN DESESTABILIZADOR Y GOLPISTA DE LA OPOSICIÓN VENEZOLANA 

Con el apoyo de Estados Unidos, la derecha en Venezuela se empecina con derrocar a la Revolución Bolivariana. Boicot a la Asamblea Constituyente, desabastecimiento, corridas cambiarias, caos, miedo y violencia son parte de la estrategia. El gobierno de Nicolás Maduro resiste y cuenta con algo fundamental: la lealtad de las Fuerzas de Seguridad y de las barriadas populares. 

Por Marcelo J. Levy 

La República Bolivariana de Venezuela está atravesando horas difíciles, profundamente complejas. Los abordajes sobre la situación pueden ser múltiples, pero lo que es incuestionable es el grado de virulencia de la ofensiva opositora para la desestabilización y la caída final de Nicolás Maduro. Esto no es una novedad. Desde que empezó allá a finales de la década de los noventa, luego de la llegada de Hugo Chávez al gobierno, el proceso bolivariano se ha encontrado amenazado;  el golpe de Estado que logró desplazarlo brevemente de la presidencia en 2002,  el llamado “paro petrolero”, en el que la burguesía rentista venezolana se aferró con uñas y dientes a PDVSA, y tantos intentos violentos y golpistas de la derecha por hacerse nuevamente del poder. A pesar de este escenario, el gobierno bolivariano convocó, una tras otra, elecciones y consultas que, cuando le fueron adversas, salió a reconocerlo, como cuando perdieron en el referéndum para la reelección y la pérdida de la mayoría del PSUV y sus aliados en la Asamblea Nacional. Venezuela ha sido un ejemplo de respeto a las reglas de la democracia representativa, y más aún lo ha sido por sus esfuerzos dirigidos a tratar de ampliarla para hacerla participativa. La comunidad internacional y los organismos veedores dieron cuenta de ello.

Los medios de comunicación vernáculos  y especialmente los “escuálidos” extranjeros, machacan constantemente y atacan al núcleo duro chavista,  “los negros de los cerros”, es decir, las miles de personas que viven en los montes que rodean a Caracas. Los mismos que en 1989  bajaron en aquellas jornadas conocidas como El Caracazo y que trece años más tarde volverían a manifestarse abiertamente, forzando la restitución de Chávez después del cruento golpe de Estado que había colocado como presidente a Pedro Carmona. Ellos, los campesinos y las nuevas clases medias, conformadas por aquellos que se han visto beneficiados por las políticas sociales, que nunca fueron tomados en cuenta y que con la revolución bolivariana se sienten CIUDADANOS.  Han adquirido no sólo bienes y servicios, accedido a un consumo negado por décadas, sino que han sido empoderados y ahora se asumen como sujetos y actores sociales protagónicos, para los que conceptos como nación y patria cobran por primera vez sentido y se llenan de contenido. Quizás sea esto, tan importante, lo que sostiene con fuerzas al gobierno frente a los embates de una derecha racista y neocolonial.

Frente a la imposibilidad de derrocar al gobierno, la oposición ya no titubea en pedir ayuda internacional. El dirigente de la derecha venezolana Juan Requesens, del partido Primero Justicia, reconoció durante un foro el plan de la oposición para promover una intervención extranjera en Venezuela. “Para llegar a una intervención extrajera tenemos que pasar esta etapa”, dijo el derechista venezolano, en referencia a las acciones promovidas desde abril, que han derivado en hechos violentos y vandálicos. Hasta el momento, más de 80 personas han muerto en medio de estos hechos y al menos 1.500 han resultado heridas en medio de estos hechos. La agenda de la oposición se resume en agudizar la crisis y generar un escenario de ingobernabilidad.

No buscan  ni quieren triunfar en las urnas, sino destruir un país con gente adentro. Una minoría opositora ha decidido definitivamente abandonar la vía política. El objetivo es interrumpir la vida democrática del país sin importar el costo, ni económico, ni humano. Estas prácticas fascistas son injustificables. Los errores que haya podido cometer el gobierno o las discrepancias que muchos puedan tener no pueden ser excusas para que estas acciones violentas se impongan. No hay razón para asesinar, perseguir o insultar a quién opina diferente. Eso es lo que está ocurriendo en Venezuela por parte de un minúsculo grupo opositor que en nombre de la democracia y libertad paradójicamente están instaurando un régimen de pánico. Muchos medios de comunicación prefieren hablar de los errores del Presidente Nicolás Maduro. Y están en todo su derecho. Pero lo que es inadmisible es que silencien o justifiquen los actos terroristas que están aconteciendo casi a diario.

La violencia no puede sustituir a la política. La oposición venezolana apostó en octubre de 2012 y abril de 2013 por la vía electoral y perdieron en ambas citas presidenciales. Después volvieron a perder las municipales de diciembre de 2013. Y es verdad que ganaron luego la Asamblea Nacional (diciembre de 2015), pero confundieron o no comprendieron. Tenían potestad legislativa pero no ejecutiva. Y no tuvieron en cuenta que se trata de un país altamente presidencialista según lo fija su propia Constitución. La oposición venezolana ha tenido la oportunidad de separarse de estas prácticas violentas. Podrían haber condenado algunos de los evidentes acontecimientos. Por ejemplo, el ataque del helicóptero robado contra varias instituciones de los poderes públicos o la quema de personas por aparentemente ser chavistas. Pero no lo hacen. No lo quieren hacer. Han agredido al ex secretario general de Unasur y al ex Presidente español Zapatero por querer buscar una vía de    dialogo y pacífica para bajar la tensión al conflicto político. Se sienten incómodos cada vez que el Papa apela a la paz y a la no violencia. Salvo contadas excepciones, la mayoría de los máximos representantes de la oposición venezolana han sido generadores de esta dinámica antidemocrática. Fueron partícipes  de las guarimbas del 2014. Prefieren la parapolítica a la confrontación democrática. 

Así y todo, el 30 de julio se realizarán las elecciones para elegir a los 545 miembros de la Asamblea Nacional Constituyente. Serán electos 364 miembros territoriales, 173 sectoriales y 8 indígenas. La iniciativa busca “institucionalizar el sistema misiones sociales y sentar las bases jurídicas para un nuevo modelo económico post-petrolero”. La oposición llamó a sabotear la Constituyente y convocó a un plebiscito para el 16 de julio para rechazarla y proponer “la conformación de un Gobierno de Unión Nacional para restituir el orden constitucional”. La propuesta opositora no cuenta con el aval del Consejo Electoral por lo que carece de validez legal. Así intentan el quiebre de la correlación de fuerzas, el Golpe de Estado. Por ello aumenta la presión comunicacional, se agudizan los ataques sobre la economía profundizándose la violencia, el terror callejero y el ataque sobre los cuerpos de seguridad del Estado, en particular la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb). La base militar de La Carlota en Caracas sufrió una agresión con el fin de desmoralizar y quebrar la Fanb. La misma base de donde se robaron un helicóptero y atacaron al Ministerio de Relaciones Interiores con quince disparos, y al Tribunal Supremo de Justicia, con cuatro granadas de las cuales una no estalló. Tan solo a unas cuadras de Miraflores, en el centro político de Venezuela.                                                     

La derecha tiene poder en Venezuela. No hay que subestimarlos. Puede someter al terror a localidades durante varios días seguidos, asaltar cuarteles militares y policiales, desatar un odio político y de clase, mantener movilizaciones casi diarias con un número relativamente estable, generar escenarios que pueden transformarse en destrozos y saqueos casi-generales, incursionar a través de grupos delictivos en barrios populares para armar barricadas, atacar con granada desde un helicóptero instituciones del Estado, quebrar algunos cuadros del chavismo -como la Fiscal General- para pasarlos a su lado, asesinar personas y lograr hacer creer a una parte de la población que fueron matados por el chavismo. No tiene sin embargo los dos elementos necesarios para perpetrar el Golpe: las barriadas populares de su lado y la fractura de la Fanb. La apuesta central, sobre la cual trabajan con más fuerza hoy, es la de lograr esa fractura, tanto en la Fanb como en otros sectores del gobierno.  Por eso suben el nivel de violencia, la focalización de los ataques a los cuerpos de seguridad, el terror como método de control social. A esto se le suma el apoyo yanqui con financiamiento directamente a los partidos o indirectamente a través de ONG que encauzan ese dinero para mantener la presión callejera y el entrenamiento de las células paramilitares.

La economía en crisis es otro de los flancos de ataque opositor. En estas semanas, la situación ha empeorado con la subida de los precios, del dólar ilegal y la dificultad de acceder a medicamentos. Este ataque no es casual, es parte de la presión que busca asfixiar y no dejar punto de escape a una población. Las consecuencias del embate es el franco retroceso de conquistas obtenidas durante el desarrollo de la Revolución Bolivariana. Y a eso también apelan, a generar condiciones de despolitización. Revertir esa tendencia es el desafío que no logra resolver la dirección del chavismo.

El plan es claro y definitivo. Acciones armadas encabezadas por paramilitares, bandas delictivas asociadas a dirigentes de derecha, zonas oscuras de cuerpos de seguridad. Los muertos lamentablemente seguirán porque no importan. Sólo sirve terminar con el régimen. El fin justifica las muertes, los ataques, el terrorismo. Hoy se está apostando a una revancha histórica, a terminar con cualquier vestigio revolucionario e instaurar un gobierno neocolonial. Habrá que seguir resistiendo y saltar, por más alto que sea, el cerco informativo. 

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