7 de junio de 2014

Todo está atado y bien atado



EL ACUERDO CON EL CLUB DE PARÍS, LA INDAGATORIA A BOUDOU Y ESA MANÍA DE GOBERNAR PARA LOS AMIGOS 

De alguna manera, el largo camino del adiós ya ha comenzado para este gobierno. Se ve en muchos gestos, como el de designar jueces amigos, o el de darles empleo a cientos de abnegados militantes, o el de premiar con algún cargo a  intelectuales y artistas del palo. Pero lo más importante es que la administración de Cristina Fernández ha tomado de manera inconsulta medidas decisivas -como el acuerdo firmado con el Club de París-  que favorecen  a los “magos de las finanzas” y condicionan el futuro del país.  

Por Marcelo R. Pereyra   

EMPAQUETADOS   

En 1975, poco antes de morir, el dictador Francisco Franco pronunció su famosa frase “todo está atado y bien atado”. Con esa ella quería tranquilizar a sus seguidores y asegurarles que con la designación de Juan Carlos de Borbón estaba garantizada la continuidad en el poder del  nacionalismo español, el movimiento político fascista que había derrocado a la segunda república tras la guerra civil de 1936-1939. Hace pocos días, luego de 39 años de reinado, el rey entusiasta de la caza de elefantes y mujeres, ha vuelto a liar el paquete con el mismo hilo al designar como sucesor en el trono a su hijo Felipe. Miles de españoles organizaron marchas en todo el país para repudiar esta decisión y reclamar el fin de la monarquía y la instauración de la tercera república. Lamentablemente, el entusiasmo inicial  de los republicanos se diluyó. En mucho contribuyó a ello un reguero de discursos políticos y periodísticos que salieron rápidamente a defender a la institución monárquica, dotándola de un sinnúmero de virtudes que solo existen en las imaginaciones de sus enunciadores. Es más, los pocos medios que osaron publicar algo inconveniente para los augustos Borbones fueron censurados. Por ejemplo, cuando el diario El Mundo estaba por publicar una nota sobre una amiga de Juan Carlitos, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, el director bajó a la redacción y le advirtió a su autora: “O quitas lo de Corinna o ahí tienes la puerta” (¡Joder!). Por su parte, la revista humorística El Jueves publicó en su tapa una caricatura en la que Juan Carlos le está colocando a su heredero una corona que apesta, llena de bosta. Pues bien, se retiraron de la venta sesenta mil ejemplares de dicha revista. Al resto  se les cambió la tapa (ver http://www.publico.es/525425/episodios-de-censura-en-el-mundo-y-el-jueves-tras-la-abdicacion-del-rey).

La verdadera misión de la monarquía española es la funcionar como un mecanismo de relaciones públicas que permiteaceitar los negocios al empresariado español alrededor del mundo. El resto de las casas reales de Europa funciona de forma parecida. Claro que los pingorotudos monarcas también se llevan su tajada en estos asuntillos. No casualmente la eterna reina de Inglaterra es una de las mujeres más ricas del planeta. Serán zánganos, parásitos y frívolos, pero los reinaldos y reinaldas son muy vivos para los negocios.  

EL HILO SIEMPRE SE CORTA POR LO MÁS FINO  

Algo de aquella pretensión de Franco de que se hiciera su voluntad, de que se obedecieran ad infinitum todas y  cada una de sus disposiciones póstumas,  aun cuando él estuviese morando en su linda tumba del Valle de los Caídos, puede verse en ciertas medidas políticas que el kirchnerismo viene adoptando desde hace seis meses. Lo que algunos calificaron como un giro derechoso en su orientación política, no es otra cosa que una ratificación de su programa de acción, tal como lo sostuvimos en esta misma columna dos meses atrás (ver http://revistacontracultural.blogspot.com.ar/2014/03/una-decada-de-malos-entendidos.html). 

De lo que estamos hablando es de un gobierno que pese a estar en retirada, no por eso deja de seguir haciendo lo que siempre hizo. En todo caso, a falta de estímulos electorales, sus políticas se han vuelto francamente desembozadas. Lo que antes se hacía con sutileza, ahora se hace con brusquedad harto evidente. Así, por ejemplo, un día se re estatiza una parte de YPF, sosteniendo que la española Repsol la había llevado a la ruina y amenazando con no pagarle ni una peseta de expropiación, y al otro se le paga religiosamente. Luego también se firma un misterioso contrato de explotación del yacimiento Vaca Muerta con la estadounidense Chevrón, sentenciada en Ecuador a pagar millones de dólares por contaminar el medio ambiente y enfermar a las personas. Sin embargo, con todo desparpajo se dice que se mantienen en secreto algunas cláusulas de ese contrato para “no perjudicar las negociaciones” (¿?). 

Es decir, que el gobierno sigue haciendo buena letra frente al capitalismo extractivo y extorsivo internacional. No es casual que sea la administración que más deuda pagó. Ni siquiera Carlos Menem fue tan generoso. El último acto de esta política fue el reciente acuerdo con el llamado “Club de París”, presentado por el gobierno como la panacea de todos nuestros males -y como un ejemplo de seriedad y responsabilidad- , saludado con sugestivo alborozo por los opositores Clarín y La Nación, y festejado a pata ancha por toda la city porteña. Todo bien muchachos, las deudas hay que pagarlas, pero el problema es que esta deuda, que era de seis mil millones de dólares y la llevaron a nueve mil sin que nadie chistara, no sabemos de dónde viene: ¿por qué debemos tanta plata? ¿Dónde está toda esa plata? ¿Por qué no está en salud, en educación, en el desarrollo de las economías informales, en el estímulo a los proyectos regionales de producción, en la protección del medio ambiente, en el cuidado de la biodiversidad, en el fomento de la agricultura y ganadería racional? Porque en todos esos lugares, no está. De lo cual se deduce que estamos frente a una nueva y gigantesca estafa, parecida a la que armó Domingo Cavallo, cuando siendo presidente del Banco Central durante la  última dictaduranacionalizó toda la deuda privada. Es decir, cuando todos tuvimos que pagar los curros y las bicicletas financieras de unos pocos atorrantes privilegiados. Muchos años después estamos en el mismo lugar. Sino no se explica por qué ha crecido tanto en los últimos años la brecha entre los ricos y los pobres. La cacareadísima inclusión no es otra cosa que un ramillete de políticas asistencialistas que, en el mejor de los casos, sirven para llegar a fin de mes, pero que no sacan a nadie de la miseria. 

Así las cosas, cuando la prudencia aconsejaría a una Presidenta, que está a quince meses de finalizar su mandato, consensuar este tipo de decisiones que afectan estructuralmente al país y lo condicionan hacia el futuro, Cristina Fernández ha hecho exactamente lo contrario. Es como si ella también quisiera dejar todo “atado y bien atado”. Porque será el próximo gobierno el que tenga que pagar los platos que rompió este. Y rompió muchos.  

BOUDOULECES  

Al lado de esta macro estafa, que no es otra cosa el pagar sin discutir ni auditar minuciosamente las deudas del país, las investigaciones sobre hechos de corrupción de distintos funcionarios son pequeñeces sin importancia, numéricamente hablando. En lo político,  ratifican que en todos los gobiernos, hasta el que parece más buenito y decente, se roba. Así es la democracia burguesa, y no solo aquí sino en todo el mundo. Se roba por ambición personal y se roba para hacer política, esto es, para comprar voluntades, silencios y favores. En este marco, la indagatoria y probable procesamiento del vicepresidente Amado Boudou ha levantado una densa polvareda. La prensa opositora no se cansa de recalcar que es “el primer vicepresidente en ser llamado a declaración indagatoria”, algo que es cierto, pero que tiene mucha menos importancia que la que se le adjudica. La indagatoria no necesariamente significa culpabilidad, aunque es el primer paso en esa dirección: es una medida procesal que el juez suele tomar cuando la investigación del delito está muy avanzada. Con ella procura ratificar o rectificar lo investigado con las palabras del imputado, para quien la indagatoria es un acto de defensa. Tan es así que, a diferencia de las declaraciones de los testigos, el imputado no tiene la obligación de decir la verdad. Puede decir todas las mentiras que quiera y puede negar todo de lo que se lo acusa. Esas mentiras y negativas no agravarán su situación.    

La cuestión central es que Boudou acusó al juez Lijo de “oportunismo”, pues el llamado a indagatoria se hizo público el día que se conoció el acuerdo con el Club de París, algo que el gobierno festejó como un triunfo epopéyico sobre las fuerzas del mal que lo acosan. Como se ha señalado más arriba, políticos y medios opositores, y “hombres de negocios”, “financistas” y otros ejemplaresque integran la fauna del mercado, se adhirieron entusiastas  al jubileo gubernamental. En eso estaban todos cuando la decisión de Lijo les amargó la fiesta. La realidad es que el revuelo quese armó terminó beneficiando al kirchnerismo. A poco más de una semana de haberse anunciado el leonino acuerdo con los acreedores europeos, ya nadie habla de él. Ya está. Se firmó y listo. Nos empaquetaron otra vez. Sí, todo está atado y bien atado.

REVISTA CONTRACULTURAL    
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