10 de septiembre de 2017

¿Dónde está Santiago Maldonado?



A CUARENTA DÍAS DE SU DESAPARICIÓN FORZADA 

Cuando ven amenazados sus intereses políticos y/o económicos, las clases dominantes de la Argentina nunca dudaron en apelar al uso de la fuerza. Así sucedió, por ejemplo, en el genocidio que la historia oficial denominó “Campaña del Desierto”; en la represión sangrienta de obreros en la Semana Trágica de 1919; en el bombardeo de la Plaza de Mayo en 1955 y en el plan criminal de desaparición, tortura u muerte de la dictadura cívico-eclesial-militar de 1976-1983. Ahora, en agosto de 2017, el gobierno de Mauricio Macri ha desatado una escalada represiva que parece no tener límites, y cuya primera víctima es Santiago Maldonado. 

Por Marcelo R. Pereyra

CAMBIO DE CLIMA  

Desde sus comienzos, el gobierno de Cambiemos se mostró muy cauto con las distintas expresiones de protesta social que comenzaron a producirse a poco de tener andadura sus políticas económicas, sociales y laborales. Y ciertamente que fueron muchas las situaciones en la que ejerció esa cautela. Gremialistas burócratas, comisiones internas combativas, pequeños y medianos productores agrícolas, organizaciones sociales, políticas y de derechos humanos: todos ganaron la calle para proferir sus reclamos. Y en la ciudad de Buenos Aires la modalidad de corte de calles generó un masivo y airado reclamo social y mediático. En las redes sociales y en los medios comerciales en general casi que se pedía a gritos algún tipo de represión. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, también era una partidaria entusiasta de esta idea, pero el Lord Mayor, Horacio Rodríguez Larreta se negaba temeroso del desastre que arman los perros de la represión cuando son desatados. Bullrich amenazaba con su famoso protocolo de actuación contra los cortes de calle, pero nunca terminaba de aplicarse. Así transcurrieron casi dos años, hasta que, en los meses previos a las PASO del 13 de agosto último las protestas se multiplicaron colmando la poca paciencia que tienen los porteños para con las manifestaciones político-gremiales que afecten su transitabilidad. Con el resultado favorable que tuvo en las PASO, el gobierno evaluó que había llegado la hora de empezar a reprimir. 

EL SUR TAMBIÉN EXISTE 

Mientras esto ocurría en la capital del país, en la zona pre cordillerana de las provincias de Neuquén, Chubut y Río Negro en el último año se agudizaba un conflicto de vieja data. Desde fines de los años ’90, poderosos empresarios extranjeros comenzaron a adquirir grandes extensiones de tierra  (http://www.lanacion.com.ar/1368769-quienes-son-los-extranjeros-famosos-que-tienen-tierras-en-argentina). Rápidamente se convirtieron en amos y señores de esas regiones, impidiendo el acceso a ríos y lagos de pescadores y turistas (http://www.infobae.com/2016/03/09/1795736-seis-lugares-la-patagonia-que-fueron-cercados-sus-duenos-y-no-se-pueden-visitar/), lo cual provocó reclamos enfáticos de los lugareños (ver “La Patagonia se rebela contra Ted Turner”, en http://www.losandes.com.ar/article/un-393461). Además, los grandes propietarios se enfrentaron con las comunidades mapuches que vivían pacíficamente en sus dominios bajo el argumento de que esas tierras habían pertenecido a sus antepasados. Los dueños anteriores de las grandes estancias toleraban la presencia de los mapuches; en otros casos se trataba de tierras fiscales. Como sea, las poblaciones originarias no eran molestadas, pero cuando llegaron los Benetton, los Turner y compañía la cosa se puso fea y fueron desalojadas violentamente. 

Un sector de los mapuches aceptó resignadamente la nueva situación, pero otro sector decidió resistir, emprendiendo distintas acciones de agitación y protesta –cortes de rutas- que se intensificaron con el paso del tiempo, llegando a la “ocupación” de las tierras de las que habían sido expulsados. Toda esta actividad “subversiva” movilizó la acción del aparato judicial-policial del Estado, siempre celoso y fiel custodio de la propiedad privada, sobre todo la de los señorones importantes. En todos los casos de “ocupación” de tierras  jueces y fiscales siempre fallaron en contra de los mapuches. Además, para 2015, siendo todavía presidenta Cristina Fernández, la AFI (Agencia Federal de Inteligencia) realizaba operaciones de espionaje sobre los líderes de la revuelta mapuche. Espionaje que no había sido ordenado por ningún juez. Pero el agente secreto responsable de las operaciones resultó no tan secreto: al ser descubierto fue procesado y condenado por espionaje ilegal. Con todo, las tareas de inteligencia se siguieron realizando, pero  a cargo de la Policía Federal, la Prefectura y la Gendarmería, y autorizadas por los distintos jueces federales de la región (“La AFI realizó espionaje ilegal a los mapuches durante 2015”, La Nación, 7-9-17).

PATAGONIA TRÁGICA 

En ese contexto de “guerra fría” por la propiedad de la tierra patagónica, el 1º de agosto pasado se hizo presente en Esquel el jefe de Gabinete del ministerio de Seguridad, Pablo Noceti, un abogado que supo ser defensor de militares procesados por delitos de lesa humanidad. Noceti, íntimo colaborador de la ministra Bullrich, se entrevistó con los comandantes de Gendarmería. En esas reuniones bajó la nueva línea del gobierno: reprimir los cortes de ruta y capturar indios revoltosos para su juzgamiento y condena ejemplar. Así, el 1º de agosto pasado -día de la Pachamama, el festejo más popular entre los pueblos originarios de América Latina, en el que celebran la fecundidad de la Madre Tierra-, Gendarmería reprimió el corte de la ruta 40 que protagonizaba un pequeño grupo de mapuches al que se había sumado, por solidaridad con su causa, Santiago Maldonado. 

En esa oportunidad, cuando los gendarmes avanzaron hacia los protestantes disparando balas de goma éstos respondieron lanzando piedras. Minutos después, ya eran casi las 18 horas y anochecía, el grupo de mapuches huyó hacia su territorio vadeando el río Chubut, que es poco profundo en ese lugar, siendo perseguidos por los represores. En ese momento fue atrapado Maldonado, poco baqueano para la fuga a través del terreno escarpado, el río y los matorrales. Aquí se abren dos posibilidades: o fue molido a golpes y lanzado al río desvanecido, o fue secuestrado. Como quiera que sea, la única responsable de su ausencia es Gendarmería. No hay ninguna otra hipótesis criminal que considerar. 

EL HURACÁN SANTIAGO 

A cuarenta días de ocurrida, la desaparición de Santiago Maldonado ha provocado un huracán social y político. En el primer caso, miles se han movilizado en las calles y han publicado en las redes exigiendo por su aparición con vida. En el segundo, el gobierno de Macri atraviesa una verdadera crisis, atorado por los reclamos nacionales e internacionales y por la presión de los organismos de DD.HH. y los partidos de izquierda. A todos estos se sumó, con el oportunismo miserable y la hipocresía política que lo caracterizan, el kirchnerismo, que todavía tiene que explicar dónde está Julio López. 

Conocida la noticia de la desaparición, el gobierno reaccionó tarde y mal. La ministra Bullrich mostró sus cartas defendiendo a rajatabla la actuación de Gendarmería; los primeros testimonios de los testigos que responsabilizaban a esa fuerza fueron desechados por haberse hecho de manera informal y no en sede judicial. Además, algunos vivos y algunos medios amigos del gobierno colaboraron con la confusión general difundiendo las más disparatadas hipótesis. El juez federal Otranto manejó la investigación con la velocidad de una tortuga renga, esperando algún milagro que le evitara tener que poner bajo examen a Gendarmería (recién para el día 12 de septiembre citó a declarar a los gendarmes que participaron del operativo del 1º de agosto).

Pero el huracán Santiago siguió soplando. Al gobierno le duró poco la alegría por el resultado favorable de las PASO, y tuvo que hacerse cargo del problema. A su manera, claro. Lo primero que hizo el presidente Macri fue bancar a la Bullrich, pero le ordenó silencio absoluto. Comenzaron a hablar entonces otros funcionarios, que con resignación aceptaron que no se podía descartar la hipótesis Gendarmería. Por último encargó sondeos de opinión a la AFI. En paralelo, a Macri le preocupó la repercusión internacional del caso. No le gustó para nada que el caso apareciera en la portada de importantes medios extranjeros y que fuera requerida la intervención de las Naciones Unidas. Y más se preocupó cuando le acercaron los resultados de los sondeos, que revelaron un firme reclamo hacia el gobierno para el esclarecimiento de la desaparición de Maldonado. 

FINAL ABIERTO 

La actitud contemplativa del macrismo frente a la protesta social no fue aceptada por gruesos sectores de la sociedad y por conspicuos integrantes del “círculo rojo”. Unos y otros se cansaron de reclamar mano dura para con quienes se atreven a cuestionar cómo se reparten las riquezas y las tierras en la Argentina. Con los votos de las PASO en la mano Macri evaluó que tenía que cambiar de estrategia, demostrar liderazgo y darle rienda suelta a las fuerzas de seguridad. A lo largo de la historia argentina  las elites dominantes, para resolver los conflictos en los que se ven amenazados sus intereses políticos y/o económicos, siempre han confiado más en las policías y las fuerzas de seguridad que en la justicia. Las primeras son mucho más rápidas y eficientes que la segunda. Sin embargo, cuesta pensar en el presente caso que se haya ordenado un asesinato y/o una desaparición forzada. Como se dijo más arriba, el funcionario Noceti fue al sur a pedirles a jueces, fiscales y gendarmes más energía para controlar las acciones de los mapuches más radicales. Pero parece que a algún uniformado “se le fue la mano”. 

Los gobiernos civiles deberían aprender de la experiencia histórica: las policías y las fuerzas de seguridad llevan en su ADN la violencia, especialmente desde la dictadura 1976-1983. Baste con recordar la represión de Gendarmería sobre el puente General Belgrano, en Corrientes, que dejó dos muertos y varios heridos, a  pocos días de la asunción del gobierno de la Alianza, el 17 de diciembre 1999 (https://www.laizquierdadiario.com/A-16-anos-de-la-represion-al-puente-del-correntinazo). Macri, es evidente, no aprendió nada de experiencias como ésta  y de muchas otras por el estilo. Por eso Santiago Maldonado está desparecido.   

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