IMPACTOS ECONÓMICOS,
SOCIALES Y AMBIENTALES DEL AVANCE DE LA FRONTERA AGROPECUARIA
Existe una
falsa teoría, muy difundida entre grandes productores agropecuarios, dirigentes
políticos y promotores del actual modelo agroexportador, de que desmonte es
equivalente a progreso. O, dicho de otra forma: que es necesario sacrificar
nuestros bosques para aumentar el bienestar de la población.
Por Hernán L. Giardini
Lo primero que debemos advertir es que, a causa de este modelo de desarrollo,
Argentina se encuentra en emergencia forestal. En las últimas
tres décadas se perdieron 8 millones de hectáreas de bosques nativos (el tamaño
de Escocia o de la provincia de Entre Ríos). Esto nos coloca entre los diez
países que más destruyen sus bosques en todo el mundo.
El 80% de los desmontes se concentra en cuatro provincias del
norte: Santiago del Estero, Salta, Chaco y Formosa. Cabe señalar que, tras 30
años de deforestación descontrolada, esas provincias siguen estando entre las
que tienen más pobres (entre el 40% y 50% de su población) y, para peor, ahora
con muchos menos bosques. Un reciente informe de Naciones Unidas ubicó a esas
mismas cuatro provincias como las peores de un ranking que mide tres variables
fundamentales para el desarrollo sostenible: crecimiento económico, inclusión
social y sostenibilidad ambiental.
La principal razón de la
deforestación es el avance de la frontera agropecuaria, cuya producción (soja y
ganadería intensiva) tiene como principal destino la exportación y no el
consumo local. Hay que decirlo claramente: en gran medida destruyen nuestros
bosques para alimentar a pollos y cerdos de China y Europa; o para que un
alemán disfrute de un jugoso bife supuestamente producido "en las
pampas".
Los desmontes son realizados por grandes productores agropecuarios
que en su mayoría no son de la región chaqueña, sino que provienen
principalmente de la región pampeana (Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe) y en
algunos casos del exterior. En lugar de adaptarse a las limitantes y las
posibilidades que les brinda el ecosistema, deciden transformarlo,
destruyéndolo. Esta "pampeanización del Chaco" se viene produciendo
fundamentalmente porque el precio de una hectárea en el norte oscila entre los
300 y 500 dólares (con bosques), mientras que en la zona pampeana su valor
ronda entre los 10 mil y 15 mil dólares.
La deforestación impacta directamente sobre las familias indígenas
y campesinas que históricamente habitan y utilizan esos bosques pero que, por
desidia del Estado, no han obtenido su titularización; y que, tras el paso
implacable de las topadoras, pierden su forma de vida y sustento, caen en la
pobreza extrema y ello provoca que deban emigrar a la periferia de las grandes
ciudades. Son cada vez más los casos en los cuales los conflictos de tierras
terminan con campesinos e indígenas asesinados, donde es frecuente el accionar
de guardias armadas bajo la orden de los empresarios.
Por otra parte, la producción de soja transgénica no genera mucho
empleo (una persona cada 200 hectáreas) y trae consigo la constante fumigación
con agrotóxicos que impactan fuertemente sobre la flora y la fauna; sobre ríos,
arroyos y lagunas (claves para la supervivencia en la región chaqueña); y sobre
la salud de los pobladores. Resulta
evidente que los beneficiarios de los desmontes son los grandes productores
agropecuarios y el Estado nacional, mediante los impuestos.
¿Cuánto llega de esas ganancias para la gente de la región chaqueña? ¿Y al
resto de los habitantes de las provincias? Muy poco. Y a un costo social y
ambiental enorme.
Finalmente debemos recordar que los bosques y las selvas
concentran más de la mitad de la biodiversidad terrestre y juegan un papel
fundamental en la regulación climática (cerca del 20% de las emisiones de gases
de efecto invernadero provienen de la deforestación). Nos brindan bienes
indispensables como alimentos, maderas y medicinas; y son claves en la
conservación de los suelos y en el mantenimiento de las fuentes y los caudales
de agua. Son nuestra esponja y paraguas protector natural. Un reciente estudio
del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria reveló que una hectárea con
bosque chaqueño absorbe en una hora 300 milímetros de agua, mientras que una
con pasturas, 100 milímetros, y una con soja, tan solo 30 milímetros. Menos
bosques es sinónimo de más inundaciones. Cada verano miles de personas lo
sufren.
Destruir bosques no es progreso, es un crimen.
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