7 de agosto de 2017

Pueblo maduro



MÁS DE OCHO MILLONES DE VENEZOLANOS DIERON EL TRIUNFO DE LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE 

La República Bolivariana de Venezuela demostró una vez más que gran parte del pueblo apoya la continuidad del proceso revolucionario iniciado por Hugo Chávez Frías. A pesar de los intentos de crear la idea de fraude electoral, la Asamblea Nacional Constituyente recibió más de ocho millones de votos de aprobación por parte del electorado. 

Por Marcelo J. Levy 

Con la realizada el último 30 de julio, es la décimo novena oportunidad que el gobierno bolivariano triunfa una elección democrática, por más de que los medios hegemónicos insistan en la “dictadura chavista”. De veintiún procesos electorales, la revolución triunfó en diecinueve. La oposición, con el apoyo norteamericano, salió una vez más derrotada. Sin embargo, la situación actual en Venezuela es complicada y su futuro incierto. Pese al triunfo en la elección, la derecha ataca ferozmente y tiene poder de fuego. Negarlo seria errar el análisis, y consecuentemente, los caminos a seguir. La guerra mediática y las acciones militares de baja intensidad como las guarimbas horadan a la sociedad venezolana.

Sería interesante pensar porqué Venezuela está en boca de todo el mundo, porqué es tan codiciada por los sectores dominantes. La República Bolivariana de Venezuela con un millón de kilómetros cuadrados de mar territorial y 2.394 km. de costa firme sobre el Mar Caribe, es poseedor de las cinco fuentes principales de energía natural: petróleo, gas, carbón, hidroelectricidad y solar. De hecho, contiene en su subsuelo las reservas petroleras probadas más grandes del mundo: 300.000 millones de barriles de petróleo, suficientes para 341 años de producción al ritmo actual. Gran producción minera de materiales altamente demandados por los países centrales, además de ser el noveno país del mundo en biodiversidad en su Amazonia (53.000 km2 de selvas tropicales) y décima-tercera fuente de agua dulce (la enorme cuenca del Río Orinoco).Un botín más que apreciable. Prácticamente desde que comenzara el gobierno de Hugo Chávez, y más aún a partir de sus primeras medidas de corte nacional y popular, la reacción no se hizo esperar. El boicot y los intentos de desestabilización tanto vernáculos como exógenos fueron incontables, pero a su vez ineficaces (intentos de golpe de Estado, paro patronal, sabotaje petrolero, guerra económica interna, violencia callejera, desacreditación mediática a nivel global).

Para el segundo semestre de este año, la administración Trump estaría planificando, con los cipayos locales, la eclosión del actual gobierno de Venezuela. La violencia inducida que está viviendo el país desde hace meses (120 muertos), más el denodado trabajo de demonización mediática apunta al ello. El Plan estadounidense contempla provocar desabastecimiento de productos de primera necesidad, impulsar el mercado negro, fomentar la inflación, crear violencia callejera, buscar una guerra civil y pedir airadamente por todos los medios posibles (incluyendo la ONU y la OEA) una intervención extranjera para "restablecer la democracia". Ahora bien, las sanciones que le impone Estados Unidos a Venezuela son muy curiosas. Se le congelarán los activos a Nicolás Maduro y a trece altos funcionarios chavistas en jurisdicción estadounidense, lo que parece una broma porque el líder venezolano no posee ningún activo allí. Eso sí, el petróleo no se toca ya que Estados Unidos lo necesita. No es menor el papel de los lacayos de turno en los gobiernos de países vecinos, empezando por Mauricio Macri, que intenta configurarse como referente de la lucha por la “democracia” en la región para tapar las penurias que vive la población en Argentina y ser reconocido por el imperio.

Ante este embate de la derecha, internacional y vernácula, y el clima de violencia creciente que comienza a vivirse desde febrero de este año, el presidente Nicolás Maduro convocó, el pasado 1° de mayo, a la conformación de una Asamblea Nacional Constituyente, "con la finalidad primordial de garantizar la preservación de la paz del país ante las circunstancias sociales, políticas y económicas actuales, en las que severas amenazas internas y externas de factores antidemocráticos y de marcada postura antipatria se ciernen sobre su orden constitucional". El objetivo fundamental de la iniciativa, aunque se intente distorsionar, es buscar una respuesta no-violenta al terror desatado por la oposición, viabilizada básicamente por grupos de jóvenes mercenarios entrenados por fuerzas militares y paramilitares colombianas. El mensaje dominante, desde el momento mismo en que se lanzó la idea de la Asamblea, fue "fomentar la paz".

La derecha se esfuerza por mostrar cada cosa que hace el gobierno como un acto antidemocrático, nunca apegado a derecho y dictatorial. Curiosa apreciación, porque en Venezuela cada acción del gobierno, desde Chávez en adelante, se apega rigurosamente a la Constitución vigente. De todos modos, la lucha política admite todo, y en la guerra (lo que se vive es una guerra, decididamente, expresión al rojo vivo de la lucha de clases), la verdad es siempre la primera víctima. En definitiva, e intentando hacer un poco de honor a esta verdad tan vilipendiada, la población venezolana dio otro ejemplo de superación de grandes dificultades. Más de 40% del padrón electoral, superando grandes obstáculos y poniendo en riesgo hasta la propia vida, lograron depositar su voto en un sistema electoral reconocido internacionalmente por su transparencia. La versión que grandes medios de comunicación dieron sobre las elecciones, lejos de reflejar su importancia democrática y soberana, se dedicaron a distorsionar los hechos. En una zona de Caracas, la explosión de una bomba activada por sectores terroristas destinada a generar caos e impedir a la población acudir a ejercer su derecho al voto, fue fotografiada nítidamente. La bomba se activó hiriendo a 8 efectivos de la Policía Nacional Bolivariana.

Lo primero a destacar es que la población masivamente continúa siendo chavista. La gran mayoría, aún pese a todas las amenazas recibidas, dio una fenomenal muestra de participación cívica. La acusación de fraude o de dictadura ante la elección de este 30 de julio es ridícula y cae ante su propio peso. La derecha, tanto local como global, no sabe cómo detener esa marea chavista. No hay dudas que la revolución, pese al desabastecimiento, la inflación, la violencia callejera  y a toda la desacreditación de que es objeto, se mantiene. La gente ansía la paz. El llamado a la Asamblea Nacional Constituyente funciona como un mensaje político en favor de esa paz.

Como  muchos países latinoamericanos que vieron truncado su avance progresista, la figura del líder, a veces, funciona distorsivamente para la configuración de un verdadero poder popular. La problemática para profundizar estor procesos de participación y formación de cuadros, es quizás una deuda a cancelar.  La Asamblea Nacional Constituyente puede ser una buena oportunidad para dar ese salto. Haber ganado, una vez más, una elección no significa que el socialismo ya está instalado. No debe olvidarse que la guerra está al rojo vivo. En todo caso, la paz hay que construirla y asegurarla con algo más que buenas intenciones.

Estaremos atentos para ver cómo discurre la Asamblea Nacional Constituyente con sus  545 integrantes que deberán, sin duda, asumir su compromiso histórico. Pocas veces se ve de manera tan clara la colisión de los entramados de poder económico y político y el pueblo que resiste. Es lo que nos toca asistir. No podemos ser esquivos a lo que allí ocurra. Escuché decir a alguien en estos días que el destino de Venezuela es el destino de Latinoamérica. Creo que no se equivoca.

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