1 de octubre de 2001

El burro y la zanahoria

DEUDA EXTERNA

¿Cómo se generó la impresionante deuda externa de los países del Sur?, ¿Quiénes son los responsables?, ¿Qué consecuencias trae pagar los intereses?, ¿Cómo salir de la trampa de la deuda?

por Hernán Leonardo Giardini


La historia de la deuda externa de los países del Sur (África y América Latina) está estrechamente ligada a la del petróleo. En 1973 el precio de éste se cuadruplicó y de pronto los jeques árabes se encontraron con grandes cantidades de dinero que depositaron en los bancos del Norte (Norteamérica y Europa) que ahora disponían de mucho capital para ofrecer créditos a los países del Sur y así aumentar sus ganancias.

La oferta de dinero por parte de los bancos del norte duró diez años. Así, los gobiernos del Sur pidieron un crédito tras otro añadiendo deuda a la deuda.

Pero, ¿para qué querían tanto dinero? Por un lado, los menos, para encaminarse hacia el proceso de desarrollo industrial. Por el otro, los más, para obtener ventajas personales, sea financiando la balanza pública permanentemente en déficit por la gestión deshonesta, sea comprando armas, sea robando.

En efecto, buena parta del dinero prestado acabó directamente en los bolsillos de los gobernantes o de los empresarios; o mejor aún, en las cuentas bancarias en el extranjero abiertas en los mismo bancos que concedían los créditos.

Pero el crédito tiene dos caras: una de fiesta en el momento en que se recibe el dinero, y otra de luto, cuando hay que devolverlo. Los gobiernos del Sur empezaron a retrasarse con los pagos y entraron en la trampa mortal de la deuda que se alimenta a sí misma. De hecho cada vez que no se paga la cuota de amortización, el monto total de la deuda aumenta, provocando un posterior aumento de los intereses, en una espiral sin final.

Una vía que pueden invocar los países del Sur para salir de la trampa de la deuda es negarse a pagar (resulta evidente que la deuda es impagable y que tarde o temprano lo tendrán que hacer). Pero esta opción sólo es posible si se alían entre ellos y hacen causa común ante los acreedores. Quien pretendiese hacerlo por su cuenta estaría condenado al aislamiento comercial. Por desgracia los países del Sur no están unidos y se arrodillan ante los acreedores para pedir postergaciones del pago y nuevos créditos para mantenerse a flote: lo que comúnmente se llama “renegociar la deuda”.

Y el Norte está interesado en hacer concesiones porque si quiere seguir recibiendo dinero tiene que mantener con vida al deudor. Pero para asegurarse que recibirá su dinero, exige a los países deudores que firmen una declaración de intenciones, preparada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), con la cual prometen reorganizar su economía en torno al pago de la deuda, recortando el gasto público (salud, educación, justicia), bajando salarios, privatizando empresas, aumentando impuestos indirectos (al consumo: IVA), etc.

Los efectos de estos recortes son desastrosos: reaparecen enfermedades como la malaria, el tifus y el cólera, porque han disminuido o se han suprimido los servicios de salud pública y de medicina preventiva. Sube el analfabetismo porque se han suprimido servicios escolares básicos, aumenta el hambre porque se han suprimido ayudas del gobierno para sostener el precio de los alimentos básicos, y aumentas la represión para sofocar las revueltas populares.

En muchos casos la disminución de salarios y de inversiones y el recorte de gastos públicos no significan sólo empobrecimiento sino muerte. UNICEF afirma que la deuda, con sus políticas de ajuste estructural, provoca cada año la muerte de 500.000 niños.


El caso argentino

A fines de 1975 cada habitante de la Argentina debía al exterior 320 dólares en concepto de deuda externa. En 1976 el mundo vivía en la era de los petrodólares y los bancos internacionales ofrecían créditos cómodos a tasas bajas; las empresas privadas son alentadas a tomar créditos internacionales: comienza el gran endeudamiento del Estado argentino.

A partir de 1980 se produce un desvío en la economía mundial. El crédito se vuelve escaso y caro. Pero nuestro país no parece estar a tiempo de cambiar: sigue aumentando su deuda, apremiado por desequilibrios fiscales y comerciales.

En 1980 se inicia el fenómeno de convertir deuda internacional de empresas privadas en deuda del Estado: esas empresas habían tomado préstamos en el exterior y por imprevisión se encontraron de pronto en situación delicada; entonces el Estado salió al rescate. En cubrir las deudas de estas poderosas empresas privadas se nos fueron más de 7000 millones: Celulosa Argentina (1.500 millones), Cogasco (1.350), Autopistas Urbanas (950), Pérez Companc (910), Acíndar (650), Bridas ( 600), Banco de Italia (550), Alpargatas (470) y Techint (350 millones).

A fines de 1983, cuando los militares se fueron cada habitante pasó a deber US$ 1.500 (en otros términos: la deuda trepó de 8 mil a 45 mil millones.

¿En qué se fue el dinero?:

  1. Compra de armas (y pagar comisiones por la compra). Según estimaciones del Banco Mundial, se emplearon 10.000 millones.
  2. Cubrir deudas de empresas privadas. Esta conversión es inaugurada por el ministro Sigaut y seguida por los sucesivos ministros como Jorge Whebe, así como los directivos del Banco Central, incluyendo a Domingo Felipe Cavallo.

En 1992, el ministro Cavallo renegocia la deuda externa y logra ciertas postergaciones de las fechas de pagos y algunas deducciones de montos. Sin embargo, el endeudamiento sigue aumentando en forma vertiginosa, devorándose de paso lo que se pudo haber obtenido por las privatizaciones de empresas del Estado.

A fin del 2000 cada habitante debía 3.800 dólares en concepto de deuda externa, algo más que los 320 de 1975. Hoy, ¿cuánto deberemos?

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