LAS PASO: UN ANTICIPO DE LA DERROTA ELECTORAL QUE EL GOBIERNO SUFRIRÁ
EN OCTUBRE
Pocos entienden para qué son las PASO. La ciudadanía
demuestra indiferencia. El gobierno hace y dice cualquier cosa por ganar, pero
su derrota está asegurada. Por su parte, Cristina Fernández no quiere exponerse
y hace campaña en modo “mudo”. A diario, las políticas del gobierno defraudan
expectativas, pero algunxs lo votarán igual. ¿Cuántos? Es un hecho grave la
desaparición en Chubut de Santiago Maldonado.
Por Marcelo
R. Pereyra
CERTEZAS
Quiere nuestro
caprichoso, arcaico y turbio código electoral que antes de las elecciones
generales, se lleven a cabo primero otras elecciones –las PASO- que
supuestamente serían para dirimir con más transparencia los candidatos para las
elecciones “de verdad”. En un escenario democrático establecido y sólido las
PASO podrían ser un avance, esto es, un método que asegure mayor pureza en un
sistema político famoso por sus trapisondas, engaños y malas artes. Pero ¡ay!
en la Argentina actual la política vive una muerte lenta desde hace varios
años.
Es que, desde 1983
hasta la fecha, ninguno de los gobiernos supo/quiso/pudo encarar las drásticas
transformaciones socioeconómicas que eran necesarias para remontar la hecatombe
que produjo la dictadura cívico-militar-eclesiástica de 1976-1983. A grandes
rasgos, las situaciones de pobreza, marginación y desigualdad no se han
revertido. Por el contrario, se han agudizado, incluso habiendo atravesado
momentos muy favorables de ingreso de divisas por el aumento del precio de las
materias primas, como ocurrió entre 2002 y 2010. Ni siquiera con las vacas
gordas los que estaban abajo pudieron subir. Subieron más los que ya estaban
arriba.
A esta
incapacidad, imposibilidad o negación
para implementar cambios estructurales, algunos gobiernos –como los de Carlos
Menem, Néstor y Cristina Kirchner- sumaron desprestigio a la actividad política
por sus numerosos actos de corrupción. Otros, como De la Rúa y Alfonsín,
exhibieron una escandalosa negligencia e impericia para la gestión
gubernamental. La administración Macri se distingue por exhibir, hasta el
momento, un mix de ambas características.
Así las cosas,
frente a cada nueva elección lxs ciudadanxs exhiben, mayoritariamente, una
combinación de desinterés y fastidio, más aún cuando se los obliga a participar
en unas elecciones donde no se elige nada. En efecto, salvo en unos pocos
casos, en las próximas PASO no se resolverán disputas internas partidarias.
Esto por dos razones: una, porque casi no existen los partidos políticos tal
como se los conoció. Ahora hay “sectores” o “espacios”, es decir, meras siglas
detrás de las cuales se acomodan, todos juntos -tirios y troyanos, montescos y
capuletos-, no importa mucho cómo se piense: importa armar alianzas o
contubernios que sirvan para que se pueda acceder a una banca en el Congreso.
Lxs políticxs actuales se nuclean en tribus apolitizadas, carentes de doctrina,
cohesionadas exclusivamente por la ambición de poder. De esta manera, si los
que cortan el bacalao en cada “espacio” se ponen de acuerdo para armar la
repartija de cargos no hay necesidad de interna y listo. En cambio, en la
estructura de los viejos partidos políticos, cuando había líneas internas
contrapuestas se organizaba un congreso en el que la militancia elegía los
candidatos partidarios. Ahora las listas de candidatos se rellenan con amigos,
parientes, artistas, deportistas y hasta con desconocidos.
La segunda razón
por la que las PASO no resolverán disputas internas se deduce de lo recién
dicho: casi no las hay. En realidad son un ensayo para las elecciones de
octubre. Un ensayo al cual es muy difícil encontrarle una razón lógica de ser y
existir.
INCOGNITAS
A pesar de lo
expresado en el apartado anterior, en algunos sectores más politizados
–periodistas, militantes, encuestadores, cientistas sociales y políticos- estas
PASO han despertado algún interés. En estos círculos las discusiones giran en
torno al resultado en la provincia de Buenos Aires (el resto del país importa
poco y nada, por lo general), y más específicamente sobre el desempeño que
tendrán los candidatos del gobierno frente a Cristina Fernández. Hay cierta
expectativa por constatar el nivel de convocatoria electoral de la ex
mandataria, la cual, astutamente, ha diseñado una campaña de escasísima
exposición pública –no ha dado casi entrevistas a periodistas- suponiendo que una
mayor exposición derivaría en la posibilidad de más críticas acerca de su
pasada administración. En este sentido el oficialismo alerta que el triunfo de CFK sería una
potencial amenaza, ya que su cercanía con el poder –sostiene sin dar mayores
pruebas- dificultaría la llegada de inversiones desde el extranjero. Y elevando
la apuesta los oficialistas proclaman que con Fernández “estuvimos a punto de
ser Venezuela”. Aluden con ello a la crítica situación existente en el país
hermano, en el que han sido denunciadas violaciones a los derechos humanos por
parte del gobierno de Nicolás Maduro por organismos internacionales como
Amnistía y Human Rights Wacht y locales como el CELS (http://www.cels.org.ar/web/2017/08/crisis-de-derechos-humanos-en-venezuela/).
De todos modos, la
campaña oficialista del miedo no evitará una derrota de Cambiemos. Primero,
porque en las PASO y en las elecciones legislativas no se elige un gobierno
sino que se elige una oposición. Es decir, quién se le opondrá al gobierno y lo
obligará a hacer cambios. De allí que raramente un oficialismo gana estas
elecciones. Segundo, y relacionado con lo dicho en el apartado previo, más
tarde o más temprano los gobiernos terminan desencantando a sus votantes y
defraudando sus expectativas. Y el gobierno de Macri no ha sido la excepción,
todo lo contrario: estructuralmente el país sigue siendo el mismo. La única
diferencia con respecto al gobierno anterior es que los grupos empresariales
favorecidos por la política económica actual son distintos. Y tercero, los
candidatos de Cambiemos tienen cero carisma al lado de CFK, y ya es sabida la
importancia de la imagen del político/a a la hora de votar. González y Bullrich
son dos desangelados que se presentan a las entrevistas con la gobernadora
Vidal, quien con su onda Heidi, trata de insuflarles un poco de vida.
La única duda
reside en el grado de desencantamiento producido por el gobierno -algunas
encuestas han registrado un voto favorable aún en aquellxs que admitieron
sentirse defraudados por estos dos años de gestión-. O dicho de otra forma,
hasta cuándo le van a “perdonar la vida”. Y en esta situación la figura y el
recuerdo de Cristina Fernández tiene mucha incidencia. Esto, claro, en los
sectores medios. En las capas más pobres de la sociedad –en la que CFK ganará con amplitud- los reclamos por
alimentos, mejores sueldos, viviendas, tierras, etc., son urgentes y cotidianos.
Como parte de la campaña electoral, el gobierno ha decidido aplicar la mano
dura cuando estos reclamos se trastocan en cortes de calles o de rutas. En este
sentido preocupa la desaparición del joven artesano Santiago Maldonado, quien
una semana atrás participó de un corte de la ruta 40, en Chubut, junto a integrantes de la comunidad mapuche en Vuelta
del Río, que fue “evacuado” por Gendarmería. Según los mapuches, Maldonado fue
secuestrado por los gendarmes, pero las autoridades judiciales y policiales lo niegan.
Como sea, su desaparición es muy grave y preocupante. En lo político es una
brasa demasiado caliente para un gobierno que proclamó “la revolución de la
alegría”.