1 de noviembre de 2001

Nuevo gerente se busca

SITUACIÓN POLÍTICA DESPUÉS DE LAS ELECCIONES EN LA ARGENTINA

Las recientes elecciones, donde el principal ganador fue el candidato “Bronca”, terminaron de deslegitimar a un gobierno que, como tantos otros, engañó a sus otrora votantes De la Rúa puede perder, en cualquier momento, su sillón de gerente. Si el pueblo, con mucha razón, ya no les cree a los políticos, y si la crisis es más que terminal, ¿cómo se saldrá de semejante atolladero?

Por Marcelo R. Pereyra


Tal como se preveía, los resultados del pasado 14 de octubre explicitaron que la bronca, la apatía y el desencanto se adueñaron, casi por completo, del electorado argentino. El fracaso de la Alianza UCR-FREPASO como herramienta política del cambio es más que evidente, lo mismo que la tremenda pérdida de votos que sufrió el justicialismo. Es asimismo destacable el pobre resultado que sacó el ARI, en relación a las grandes expectativas que se habían creado en torno a la figura de su líder, Elisa Carrió.

El pueblo argentino ha terminado de advertir que Fernando De la Rúa es un gerente más de un modelo neoliberal que parece eternizarse. Usando hábilmente la bandera de la transparencia, la Alianza había logrado el favor de un pueblo que estaba cansado de diez años de corrupción menemista. A poco de andar, el gobierno de De la Rúa demostró, con los sobornos en el Senado y con el meganegociado del megacanje, que es tan corrupto como cualquiera. Y además demostró que no vino a resolver problemas, sino a empeorarlos. El Presidente ha dado pruebas suficientes de no ser un inútil o un dormido, sino todo lo contrario: en muy poco tiempo, cumpliendo acabadamente su rol gerencial, ha llevado a la Argentina a la peor de sus crisis, al tiempo que ha favorecido, con creces, a todos los especuladores financieros de adentro y de afuera.

La instancia política que se ha abierto, con miras a las elecciones presidenciales de 2003, es tan grave como interesante: ¿Podrá De la Rúa terminar con su mandato? ¿Si no fuera así, quién está en condiciones de reemplazarlo? Es más, ¿quién querría reemplazarlo? ¿Consolidará Elisa Carrió su liderazgo? ¿Crecerá más la izquierda? Y lo que es más importante: ¿hasta cuándo soportará el pueblo mansamente esta situación de hambre, desocupación, angustia y desesperanza?

Falta envido y truco

Más que un juego, una costumbre

Luego de un nuevo octubre eleccionario, donde la desesperanza y el escepticismo parecen haber sido los candidatos mejor posicionados, una mirada introspectiva hacia las costumbres argentinas puede darnos los por qué de semejante resultado. Más allá de ideologías políticas o de medidas económicas, la raíz de la problemática nacional podemos encontrarla en aspectos culturales y educacionales con los que nos hemos formado como sociedad.

por Javier Cacio


“Qué ves? Qué ves cuando me ves? Cuando la mentira es la verdad...”, versa alguna estrofa comprometida del rock nacional, y tal vez sirva como puntapié para poder interpretar la realidad de nuestra sociedad.

Evidentemente las elecciones legislativas del pasado 14 de octubre constituyen una excelente medida para indagar sobre la correspondencia que necesariamente debe existir entre lo que se dice y lo que se hace. Esto es, dentro del ámbito político, entre los discursos de los candidatos, donde lo que abundan son réplicas para con los gobernantes de turno y promesas de todo lo que se llevará a cabo, y lo que finalmente se concreta en realidad.

Sería muy osado, y tal vez demasiado atrevido afirmar que estos discursos electoralistas están constituidos en su totalidad por MENTIRAS. Pero bien, para no salir del cauce del respeto, podemos reemplazar “totalidad” por “mayoría.” Lo que resulta bastante complicado es encontrar algún concepto para suplantar la palabra “MENTIRAS...”

En definitiva, sin entrar en la especificidad de los números, las últimas elecciones han dejado al descubierto una clara protesta por parte de la población a través del mediatizado “voto bronca” respecto de las mentiras con que los candidatos políticos se abren camino en pos de ejercer su vocación de brindar servicio a la gente y de luchar por y para los más necesitados...

Más allá de la ironía, la inestabilidad emocional con que los argentinos transitamos este nuevo milenio, impacta a la hora de ejercer nuestro derecho civil, y más de una pregunta resonga de nuestras gargantas: ¿Es que no existe ningún candidato capaz de asumir una campaña de manera sincera y realista con proyectos concretos? ¿ O es que en política lo que menos importa es la puesta en práctica de lo que se promete en las plataformas? ¿Acaso no es una verdad a las claras que los funcionarios gubernamentales argentinos cuentan con privilegios económicos totalmente disparatados con relación a la realidad que atraviesa el país, reflejada en la calidad de vida de la población? ¿Acaso no es verdad que las remuneraciones políticas, sus jubilaciones, sus gastos reservados, sus facultades para nombrar a una conglomeración de asistentes, ayudantes, secretarios, etcétera, constituyen una inmoralidad en una realidad donde se recortan los salarios de los empleados públicos como argumento para palear el déficit fiscal, dentro de un plan económico que ha quedado sin brújula? . Tal vez no sea que la brújula esté perdida, sino que contrariamente, sólo indica hacia un sólo lado: el “norte...”

Claro está, esta idea de las MENTIRAS, tan ancestral desde la época en que Adán engañaba a Eva, no es exclusivo de un grupo de personas con aptitudes a funcionarios públicos en campaña electoral, y mucho menos de nuestro bendito país. Pero, después de todo: ¿Para qué tenemos esta democracia que tanto nos costó?, diría algún personaje de edad mayor, de sexo femenino, con nombre de una flor... Bueno, pues estamos bajo un sistema democrático no sólo para expresar nuestras ideas libremente y sin ningún tipo de censuras. También tenemos derecho a elegir a quienes se postulan como los más aptos, capaces y comprometidos para representarnos y responder a nuestras necesidades y demandas de ciudadanos.

Lamentablemente la sensación reinante es que nuestro derecho poco y nada importa, quedando sólo la obligación de un voto estéril. Pero obviamente hoy no es 28 de diciembre y la inocencia no está muy cotizada. Nadie pretende escuchar de un candidato: “Vótenme a mí porque soy simpático, por más que el país esté cada vez peor y no tenga arreglo”, pero no por eso debemos soportar puñados de mentiras en donde se embanderan ilusiones, tales como la creación de miles de puestos de trabajos, más presupuesto para los sectores de salud y educación, mayor asistencialismo a los más necesitados, más beneficios a los jubilados, cuando luego en la realidad todas estas cuestiones, no sólo se dejan de lado, sino que a la hora de simplificar gastos, los sectores sociales son los más castigados, sufriendo recortes permanentes.

Darse cuenta de todo esto no es para nada dificultoso, pero inevitablemente el tiempo transcurre y la precariedad aumenta en todos los niveles. La desazón de las generaciones de individuos, tanto las mayores como las más jóvenes es alarmante. Tan alarmante que lo que se está generando simbólicamente es una gran deuda interna para con todos los ciudadanos de parte de los funcionarios, y de seguir así se llegará a un punto en que, quizá la otra deuda, la externa, sea superada por la deuda interna, lo que traería aparejado toda una sensación de desesperanza y descreimiento, mezclados de una extrema impunidad. El gran riesgo que hay detrás de esta puesta en escena es que pueda tambalear esa democracia que anteriormente se citaba en boca de Doña Rosa...

Ahora bien, el quiebre en todo lo señalado hasta aquí radica en un reconocimiento de ciertas conductas “improcedentes”, como es el hecho de enarbolar una idiosincrasia de vida a partir de mentiras, de transgresiones permanentes de las normas establecidas, de un cada vez mayor desinterés hacia el otro, y de una falta de ética, fundamentalmente de quienes les ha sido delegado el mandato de gobernar, pero que de ninguna manera les merece absoluta exclusividad. Es decir, y aquí hemos llegado a la punta del ovillo, los argentinos como nación, como sociedad, y primordialmente como pueblo, a través de los años, hemos acuñado y llevado como una marca registrada esa "viveza criolla" que supimos acrecentar para distinguirnos de otros pueblos. Lamentablemente cargamos con una fama que poco nos ha favorecido.

La mentira, la transgresión de normas, el desinterés hacia el otro, la pérdida del respeto, el abuso de las libertades, forman parte de una cultura que, como sucede en las películas, en manos de “el mal”, puede ocasionar daños como los que vemos día a día en nuestro andar cotidiano, en un país cada vez más estancado y paralizado. Claro, citando en esta oportunidad a un famoso conductor de televisión: “como todo tiene que ver con todo”, sin una política que invierta dinero en educación, estas cuestiones básicas y necesarias nunca van a poder ser aprendidas y consolidadas para manejarnos en todos los órdenes de la vida.

No es pretensión afirmar que absolutamente todos los políticos son mentirosos y corruptos, sino que es en el ámbito de la política donde se capitalizan las conductas de las personas que sí poseen estas características, que traen consigo como producto de una formación personal y que bien podrían ser canalizadas en otras profesiones. ¿O acaso no existe la mentira, el engaño y la corrupción en ámbitos empresariales privados, en los clubes de fútbol, en los medios de comunicación, donde a la hora de sacar provecho de un golpe de efecto, vale la publicación de cualquier noticia, sea verdad o no? ¿O acaso los argentinos no festejamos con una sonrisa socarrona cuando algún jugador del seleccionado nacional de fútbol hace un gol con la mano? ¿O acaso cuando se forma una larga fila a la entrada de algún recital de música, no buscamos siempre la manera de evitar la demora y tratamos por todos los medios de adelantarnos, sin respetar a quien se encuentra primero? ¿O es que en determinados lugares donde se prohibe fumar, no se observa a quienes encienden sus cigarrillos sin importarles esto...? La lista podría ser inagotable y abrumadora, pero son ejemplos de acciones sencillas y cotidianas que experimentamos y que simplemente marcan una manera de ser “muy argentina” como consecuencia de lo anteriormente apuntado: una falla en la educación e instrucción.

Es de esperar que de aquí a algunos años se pueda revertir la precariedad asistencial de todos los sectores sociales, principalmente de la educación, que a muchas generaciones nos toca vivir. A pesar de las crisis dirigenciales, de la falta de consenso político, los ciudadanos comunes, en definitiva, quienes conformamos la población de este país, no podemos dejar de bregar y exigir a quienes nos gobiernan, ya sea a través de protestas o manifestaciones, la aplicación de políticas que impulsen y reviertan esta compleja situación coyuntural. Hay un viejo dicho que promulga: “ la esperanza es lo último que se pierde”, y este es el espíritu con que se ha escrito la presente. Más allá de la interpretación ácida y crítica de la realidad, el deseo sigue latente. Como en una partida de truco, cuando las cartas no son buenas, en este caso, antes que mentir y seguir jugando, preferible barajar y dar de nuevo...

Ni bushistas, ni ladenistas, pacifistas

LA GUERRA EEUU-AFGANISTAN Y LAS FALSAS OPCIONES

¿Quién dijo que inexorablemente hay que alinearse con el terrorista George Bush o con el terrorista Osama bin Laden? Antes que nada hay que alinearse con la paz. La guerra sólo trae horror para los que la sufren directamente y dinero para los que venden armas, tanto en uno como en el otro bando.

Por Marcelo R. Pereyra


Bush nos advierte: “O están con nosotros, o están con el terrorismo”. Bin Laden nos amenaza: ”Esta es una guerra de infieles contra creyentes”. Pues bien, habemos algunos que no queremos estar con ellos ni con el terrorismo, y que no necesariamente somos infieles o creyentes. Habemos algunos que rechazamos las falsas opciones dicotómicas y excluyentes, porque nuestra verdadera opción es, siempre, la paz.

Además, habemos quienes, coincidiendo con el pensador estadounidense Noam Chomsky, calificamos al gobierno de Washington de terrorista mundial número uno. Por que es como el grandote prepotente del barrio que siempre nos pegaba sin motivo, que nos tiraba lejos la pelota porque sí. Claro que el símil no es del todo correcto por que este grandote cada vez que le pega a alguno es por un único motivo: hacer dinero y más dinero.

Y habemos algunos que no estamos con Bin Laden porque desconfiamos de quien ya trabajó para la CIA, de quien instrumenta políticamente una religión pacifista como el Islam. Por que nos preguntamos qué ha hecho por un pueblo como el afgano, que tiene un ingreso anual per cápita de 220 dólares, y una tasa de mortalidad del 22%.

Habemos algunos que creemos que en el fondo esta no es una guerra por la libertad ni por el Islam. Que ni al multimillonario petrolero tejano Bush le importan sus 7.000 muertos, ni al multimillonario petrolero saudí Bin Laden el atraso y la miseria que hay en Afganistán, por que en realidad ambos se están peleando por otra cosa: por el petróleo, es decir por el dinero. Esto es lo que siempre ha estado en el trasfondo de los eternos conflictos en Medio Oriente y en Asia Central. Todo lo demás es estrategia política hipócrita y mentirosa de ambos bandos.

La paz exige que Estados Unidos se retire de las zonas en conflicto y que auspicie acuerdos justos entre los países enfrentados. Israel, por supuesto, tiene derecho a un territorio seguro, como también lo tiene Palestina, lo cual debería ser garantizado por unas Naciones Unidas independientes de los manejos de Washington. El fanatismo musulmán, por su parte, debería entender que el terrorismo es el camino hacia el fracaso, tal como lo atestiguan la escasa adhesión a su causa que ha logrado la ETA, y el reciente abandono de la lucha armada por parte del IRA.

Sí, es cierto: habemos algunos que somos soñadores, pero, como dijo Jhon Lennon, no somos los únicos.

Señal de ajuste

EL PODER DE LOS MEDIOS MASIVOS DE DIFUSIÓN

Lo peligroso de la ”realidad” que se construye en los medios masivos de difusión es que la distribuyen al resto de la población como el manual de la vida diaria sobre lo que pasa en el mundo, sobre lo que está bien y sobre lo que está mal que suceda.

por Hernán L. Giardini


El desarrollo del sistema capitalista es también, en gran medida, el desarrollo de la tecnología y del progreso técnico. El avance tecnológico y la adquisición de nuevas técnicas produce una aceleración del proceso de producción de los bienes materiales, y con ello del excedente adquirido de la explotación a partir del trabajo no pago.

La tecnología también ha llevado a que las comunicaciones sean cada vez más eficaces y de cada vez mayor alcance. Alcance por supuesto desigual, porque quienes no poseen los medios de producción mediáticos (permítaseme el término) viven la “realidad” en condiciones diferentes de quienes los poseen. Puesto que hoy lo que sucede, sucede en tanto que sucede en los medios, es que la
”realidad” se construye en los medios que la distribuyen al resto de la población como el manual de la vida diaria sobre lo que pasa en el mundo, sobre lo que está bien y sobre lo que está mal que suceda.

Y el público no sólo recibe de buen agrado toda lo que les llega de los medios, sino que se agolpa como corderos de un rebaño sediento de información a todos los que puede y en casi todo momento: desayuna mirando televisión o leyendo el diario, escucha la radio mientras va a trabajar e incluso en el trabajo, usa la internet, llega a su casa saluda a su familia y prende el televisor para dormirse en su sillón especialmente acomodado para ver televisión. La familia está desestructurada, el televisor está en el living, en el comedor, en la pieza, en el bar, se ve televisión individual o grupalmente. La vida de cada vez más personas gira a través de los medios y su influencia en sus conductas es cada vez mayor.

Pero he aquí el peligro: los medios masivos de difusión esconden su ideología presentándose a la sociedad bajo la bandera de la objetividad que la misma sociedad no sólo les compra sino les impone. Así, cualquier medio que no se quita la careta de objetividad y se presenta como opinión subjetiva de lo que sucede pierde credibilidad; cuando, sin dudas debería ganarla porque permitiría a los sujetos interpelar al medio, desconfiar del mensaje y sacar sus propias conclusiones y no las del medio “objetivo” que, como la ideología que lleva inevitablemente impregnada, presenta a sus propias ideas como las ideas de toda la sociedad.


Algunas características de los medios masivos de difusión:

· El elevado costo que implica la realización o construcción de un medio de difusión atenta contra la competencia, limitando aquellos que no poseen importantes sumas de dinero a participar en el sistema de medios.

· La propiedad de los medios de difusión privados ha pasado a manos de grandes empresas instaladas en el mercado que restringen el pensamiento crítico. Las grandes corporaciones vieron el poder que los medios ejercen sobre la sociedad y apuntaron los cañones allí comprando y creando nuevos medios para asegurarse que la industria de la conciencia no sólo no atente contra sus intereses sino que los favorezca.

· La concentración monopólica de los medios atenta contra los medios pequeños que tienden a no ser escuchados, a ser absorbidos, y en última (o primera) instancia, a desaparecer. Los pequeños medios de difusión pelean por la audiencia con los grandes medios en una gran desigualdad de condiciones; su alcance mínimo hace que su influencia también sea mínima.

· Los medios de difusión tienden a representar en demasía los intereses ideológicos y los intereses de los ricos porque éstos disponen de más poder como consumidores que los pobres y pueden gastar mucho más dinero que éstos en los servicios adicionales que ofrecen.

· La publicidad constituye la mayor fuente de financiación para los medios de difusión de masas. Esto genera presiones para evitar el enojo de los anunciantes, a sus productos y a sus programas políticos.

· Los conflictos de intereses existentes entre los trabajadores y los jefes quedan sepultados al centrarse en el mundo del consumo que los iguala a la categoría de consumidores.

· La estética de los medios promueve una visión de mundo centrada en el individuo y tienden a enmarcar las soluciones a los problemas siempre desde una moral individual, antes que en términos de acciones colectivas.

· Las elites tradicionales tienden a disponer de un acceso privilegiado a las instituciones (y con ello al poder) del Estado, y utilizan este hecho para controlar o ejercer su influencia sobre los medios.

· Las noticias que recibimos están establecidas por los medios que utilizan los periodistas a la hora de reunir las noticias, por las fuentes que utilizan y por las exigencias de las instituciones en las que trabajan.

· El argumento de que los medios de difusión son instituciones autónomas, controladas sólo por el público es una falacia porque en realidad los medios son controlados por empresas corporativas de mercado que les permiten, al mismo tiempo, controlar al público. Los medios de difusión operan en nombre de la estructura de poder de la sociedad intentando dominar a al audiencia.

· Los medios de difusión funcionan como organismos de mistificación, torciendo la realidad y creando una falsa conciencia de las relaciones sociales que fomentan el consenso para el orden social; porque favorecen el punto de vista de ese orden como algo “natural e inevitable”.

· El conflicto de las clases sociales se oculta a menudo a través de un proceso significativo de segmentación, de reproducción y unión de entidades sociales alrededor del imaginario de “unidad”. Los medios fomentan la desunión de los grupos subordinados al hacer parecer las protestas como algo injustificable y amenazador que trae consecuencias negativas para el resto de la sociedad: “esto le hace mal al país”.

· Los medios de difusión no sólo nos ayudan a conocer el mundo y a saber más de lo que sucede, sino que también nos ayudan a darle un significado estructurando nuestra comprensión: el sistema dominante de ideas y representaciones transmitido por los medios de difusión nos brinda las significaciones a través de las cuales las personas vivimos una relación imaginaria con respecto a las verdaderas condiciones de nuestra existencia.

“No cabe duda de que San Martín fue un agente inglés”

ENTREVISTA CON JUAN BAUTISTA SEJEAN

El autor de San Martín y la tercera invasión inglesa repasa los motivos que llevaron al padre de la patria a independizarnos de España. Contracultural lo entrevistó para conocer y discutir las repercusiones de su libro.

por Hernán L. Giardini


Pocos recuerdan que Juan Bautista Sejean en 1986 suscitó fuertes debates cuando introdujo el divorcio vincular en la Argentina a través de una demanda judicial que la Corte Suprema de Justicia de la Nación acogió favorablemente. Ahora, en San Martín y la tercera invasión inglesa, sorprende al abordar otra cuestión conflictiva: ¿fue San Martín el jefe de una tercera invasión inglesa, oculta, maquillada?.

El autor, aunque siendo abogado y no historiador, contradice todo lo que se ha escrito sobre el prócer acerca de los motivos que llevaron al ¿padre de la patria? a incursionar en la guerra contra los españoles en América, poniendo en evidencia la política desplegada por Gran Bretaña desde fines del siglo XVIII para obtener la dominación económica de América del Sur.

Sejean intenta demostrar que después de las frustradas invasiones de 1806 y 1807 los ingleses cambiaron su estrategia de conquista, poniendo en cabeza de San Martín la responsabilidad de llevar adelante los planes que no pudieron concretar antes.


¿Está de moda escribir sobre San Martín?

Mi libro es de Julio de 1997 y curiosamente desde esa fecha aparecieron seis nuevos libros con seis nuevas causas por las cuales supuestamente San Martín vino a la Argentina. Realmente ya no saben cómo argumentar por qué vino acá; evidentemente no pudo hacerse patriota de repente si a los cinco años tuvo que abandonar el país. Lo más lógico es que fue enviado por los ingleses, y es indudable que vino con ellos. No cabe duda de que fue un agente inglés.

¿Cree que los historiadores no se dieron cuenta de esto?

No, yo creo que sí se dan cuenta, lo que pasa es que creo que mi postura es muy incómoda. Imaginemos que a partir de ahora, aunque ni yo estoy dispuesto a eso, habría que cambiar nombres de calles y escuelas, quitar monumentos...sería un proceso muy largo.

¿Cree que el hecho de no ser historiador influyó para que su libro haya tenido poca repercusión en los medios?

Y... un poco sí. Lamentablemente a veces es importante quién dice las cosas para que le presten atención.

A mi lo que me da bronca es que todos se creen dueños de la verdad. La historia oficial parece un dogma inamovible.

¿Eso no le parece peligroso?

A mi lo que me fastidia profundamente es que nos tomen por estúpidos; porque para tomar decisiones correctas uno tiene que conocer la historia de su país. Si uno cree en la novelita de la historia oficial evidentemente las decisiones que vamos a tomar con respecto a Estados Unidos, Inglaterra, o los factores de poder del mundo van estar equivocadas.

¿Por qué?

La política internacional de los ingleses siempre fue muy clara: dónde no podían conquistar por la vía militar directa, dividían las aguas para provecho propio. Y acá hicieron lo mismo.

Creer que los ingleses o los norteamericanos nos van a ayudar porque son buenas personas o creer que los ingleses nos ayudaron a liberarnos de los españoles también porque son buenas personas es tan estúpido como pensar que el lobo le está haciendo un favor a la oveja cuando se la come.

¿Y entonces?

Lo importante es la integración con los países vecinos, pero una integración no sólo económica, como planteaba Bolívar: la unidad latinoamericana. Si tenemos la misma religión, hablamos la misma lengua, comemos lo mismo...

Bolívar era un tipo brillante, era un visionario; lo que pasa es que nadaba contra la corriente. Pero San Martín vino con una misión, él era un gran militar que lo mandaron acá, cumplió el contrato y se fue.

Una apuesta por el cambio

RED GLOBAL DEL TRUEQUE

Ya son un millón las personas que participan activamente en los 1200 clubes o nodos de un sistema que crece a pasos agigantados y que mueve unos 1000 millones de pesos al año: el trueque.

por Hernán L. Giardini


Todo comenzó en 1995, cuando el psicólogo Carlos De Sanzo, el químico Horacio Covas y el bibliotecario Rubén Ravela buscaron darle una salida a la crisis creando un club de trueque. La primera reunión se llevó a cabo en el garage de la casa de De Sanzo, en Bernal, con 23 invitados.

La iniciativa se fue perfeccionando y en 1997 se realizó la Primera Jornada del Trueque Multirrecíproco, donde mas de mil personas participaron del encuentro en el Centro Cultural General San Martín. Desde ese momento hasta ahora el trueque tiene un constante crecimiento: hoy se estima que se abren unos 200 clubes por mes.

La Red Global del Trueque crece día a día y ya son 250 mil los “prosumidores” (productores y consumidores) que intercambian mercaderías o servicios en los 1200 clubes o nodos de toda la Argentina.

“En parte, el crecimiento del trueque se debe a la situación socio – económica. Pero fundamentalmente por la incapacidad del modelo de darles a todos la posibilidad de producir y consumir”, opina De Sanzo, uno de los fundadores.

Si se suman los familiares de los “prosumidores”, son alrededor de un millón las personas que intervienen en el sistema, que mueve unos 1000 millones de pesos al año.

El sistema es bastante fácil: una persona se acerca al club y ofrece su producto o servicio, por el que recibirá una cantidad de “creditos” (la moneda del trueque) que le servirán para cambiarlos por otro producto o servicio de la red. El lema de la red es primero producir para después consumir.

Para empezar hay que tener un servicio o mercancía para ofrecer (está permitido todo, menos droga y prostitución). Luego hay que inscribirse en el club más cercano y asistir a ocho reuniones informativas obligatorias en las que se enseñan las leyes del trueque y se reciben 50 créditos para empezar a usar el sistema.

Cada “prosumidor” fija el valor se su producto o servicio (teniendo en cuenta que un crédito es igual a un peso), aunque si éste es demasiado alto los coordinadores pueden llamarle la atención.

Según estadísticas propias de la red, el 62 % de lo que se cambia son alimentos elaborados; el 16 % es indumentaria; el 11 % artesanías y el 10 % servicios profesionales (dentistas, fleteros, maestros, psicólogos, etc). El 1% restante corresponde a operaciones inmobiliarias y a construcción de viviendas.


Dónde están

CAPITAL DEDERAL

- Nodo Obelisco: Pringles 947. Tel. 4815-6874.

- Nodo Constitución: Santiago del Estero 1024. Tel. 4813-3066.


GRAN BUENOS AIRES

- SUR: Nodo La Bernalesa (Quilmes): Rodolfo López y Calchaquí. Tel. 4252-1256.

- NORTE: Nodo Carapachay: Cajaraville 3725. Tel. 4763-7298.

- OESTE: Nodo San Justo: Mercado Social de La Matanza. Tel. 4757-5791.