9 de diciembre de 2013

De Monsanto a Mondiablo


LA REPUTACIÓN DE LA MULTINACIONAL DE LOS TRANSGÉNICOS EN SU PEOR MOMENTO 

Mientras el poder de Monsanto en Argentina avanza con el proyecto gubernamental de una nueva Ley de Semillas confeccionada a su medida, aumentan las protestas por las evidentes consecuencias de un modelo agropecuario insostenible y por el proyecto de instalar de una planta de semillas transgénicas en Córdoba. 

Por Hernán L. Giardini 

En 1996 Argentina contaba tan sólo con 1 millón de hectáreas de soja, pero de la mano de Felipe Solá (por entonces a cargo del Ministerio de Agricultura de la Nación), Monsanto lograba la aprobación de la semilla de soja RR (genéticamente modificada para soportar al glifosato “Roundup”, un potente herbicida).   

Por entonces se prometía que con los transgénicos se iba a “acabar con el hambre y con la deforestación”. Greenpeace y el Grupo de Reflexión Rural fueron las primeras organizaciones que se opusieron a su aprobación; pero no fueron escuchados por las autoridades.

Casi dos décadas después, el poder de Monsanto y de las multinacionales del agronegocio creció muchísimo: en nuestro país ya hay aprobadas 26 variedades de transgénicos, con más de 23 millones de hectáreas sembradas (sobre un total de 33 millones); mientras que el 100% del algodón, el 99% de la soja y el 92% del maíz que se produce es modificado genéticamente.

Los impactos de este modelo insostenible están a la vista: la frontera agrícola avanzó sobre los bosques nativos, se produjo una importante pérdida de biodiversidad, aumentó considerablemente el uso de agroquímicos, varias poblaciones fueron fumigadas y sufrieron graves impactos en la salud, se contaminaron suelos y cursos de agua, se concentró la tenencia de la tierra, se desalojaron a miles de campesinos e indígenas, y se perdió soberanía alimentaria.

La sanción de la Ley de Bosques a fines de 2007 es una herramienta clave, además de la protección a ecosistemas vitales como los bosques nativos, para controlar la expansión de la soja transgénica en el país. No obstante, su implementación efectiva enfrenta severas dificultades por falta de decisión política.

La expansión de los cultivos transgénicos ha incrementado, lógicamente, enormemente el uso de glifosato, especialmente en Estados Unidos, Brasil y Argentina (más del 70% de la producción mundial de cultivos transgénicos está concentrada en estos tres países).

El mercado global de semillas y plantas es controlado en un 70% por tan sólo 10 empresas, como Monsanto, Bayer, Syngenta, Dow AgroSciences y Pioneer, quienes buscan patentar todas las variedades posibles de plantas, especies y genes.

La lucha de organizaciones ecologistas, campesinas e indígenas contra el avance de la frontera agropecuaria sobre los bosques y su gente; la resistencia a la instalación de una planta de semillas de Monsanto en Córdoba; y el rechazo del movimiento campesino-indígena contra la nueva Ley de Semillas han contribuido muchísimo a difundir el impacto de los transgénicos y el control de las corporaciones, como Monsanto, sobre nuestros alimentos.

Argentina debe abandonar el modelo de Monsanto y construir un modelo agrícola ecológico, sin agroquímicos ni cultivos transgénicos, que proteja a los alimentos y a los productores agrícolas de las corporaciones, y que garantice el derecho de los consumidores a saber si sus alimentos fueron modificados genéticamente. 

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Nueva imagen, viejos hábitos


SAQUEOS, TENSIÓN SOCIAL, REPRESIÓN Y BUENOS NEGOCIOS PARA LOS AMIGOS 

Cuando el gobierno estaba empeñado en construir una nueva imagen de la Presidenta, cuando los días del negro luctuoso habían quedado atrás, cuando emergía vigorosa la figura del Jefe de Gabinete Jorge Capitanich, la realidad social y económica pegó con dureza: los reclamos salariales de los policías en diez provincias y los saqueos y el vandalismo en Córdoba desnudaron una realidad que no puede ocultarse con astutas estrategias comunicacionales. 

Por Marcelo R. Pereyra

NUEVA IMAGEN                                

La presidenta Cristina Fernández emergió de su ostracismo postoperatorio exhibiendo una nueva estrategia comunicacional, cuyo objetivo principal reside en mostrarla como ha sido siempre, pero distinta a la vez.  Está, en primer lugar, el famoso video hogareño del perrito y el peluche, en el que se la vio distendida, relajada, coloquial, tratando de minimizar la dureza de su  gestualidad y su oratoria, tan criticada por sus opositores, y aparentando una salud de hierro.

En segundo lugar hay que mencionar el abandono del luto en su vestuario. No es éste un detalle menor ni frívolo: el desacostumbradamente largo período durante el que se vistió de negro sirvió para recordarnos que había perdido a su compañero, y en consecuencia, siguiendo el viejo estereotipo de la fragilidad femenina, ella requería de nuestra comprensión, simpatía y apoyo. Pero, a la vez, el luto era una reivindicación cotidiana de la figura política del que no estaba más en el mundo de los vivos: la negrura en la vestimenta homenajeaba a Néstor Kirchner, reenviándolo al Olimpo de la política donde solo moran unos pocos elegidos. Pero  así como durante más de tres años la Presidenta no abandonó el negro, ahora el color elegido es el blanco. Tampoco esta decisión estética es casual. Después de las elecciones de octubre hay una nueva etapa política frente a la cual desea mostrarse diferente, renovada: el blanco absoluto, color alegre si los hay, parece simbolizar en ella que ha superado ilesa los escollos que le han presentado la vida y la política.

En tercer lugar figuran los cambios de funcionarios. Cuando se pierde una elección siempre es bueno querer demostrar una actitud de cambio, aunque, como se sabe, los ministros y otros funcionarios rara vez han gozado de autonomía para tomar decisiones que se aparten de la línea política que baja desde las alturas del poder. Desde siempre y en todos lados son fusibles que saltan cuando resulta conveniente. Es curioso cómo anuncia las renuncias y designaciones de funcionarios el vocero presidencial: nunca nos explica por qué se fue el que se fue, ni por qué se designa al nuevo. Como sea, lo que sí queda claro es que la decisión de nombrar a un cura para manejar el SEDRONAR es una jugada que apunta a granjearse la simpatía de la iglesia católica, en estos tiempos de raudos peregrinajes a Roma para ir a besarle el anillo del Pescador a quien hasta hace poco era un acérrimo enemigo.

Por último, la nueva estrategia de comunicación apunta a preservar la imagen presidencial. Con la restricción de sus apariciones públicas, y con el nombramiento de un nuevo Jefe del Gabinete de Ministros, Cristina Fernández aspira a colocarse por encima de las reyertas fútiles, de las rencillas menores, de la vulgaridad de lo cotidiano. El plan consiste en seguir tomando las decisiones, pero que los palos los reciba el lenguaraz Jorge “El Coqui” Capitanich. La estrategia de las mini conferencias de prensa cotidianas de Capitanich –que copió de Carlos Corach, ex ministro del Interior de Carlos Menem- fue bien recibida por políticos y periodistas opositores, pues representa un giro copernicano en la política de comunicación del kirchnerismo. Todos estaban chochos, empezando por el nuevo Jefe de Gabinete, pues su alta exposición mediática lo catapultaba como uno de los aspirantes a suceder a su jefa en 2015, hasta que ¡ay! se desató el violento conflicto social en Córdoba.

Esa mañana, en su encuentro con los periodistas Capitanich desbarrancó feo cuando afirmó que la caótica situación debía ser resuelta por el gobierno de la provincia. Mientras el Coqui hacía estas declaraciones en las pantallas de TV podían verse las imágenes de comercios vaciados y destrozados  y  de vecinos armados construyendo barricadas para defenderse de los saqueos y el vandalismo. Comentaristas de diarios opositores especulan con que la orden de ningunear al gobernador De la Sota provino de la morada presidencial en Olivos, y que si hubiera sido por Capitanich habría enviado rápidamente las tropas reclamadas por el gobierno cordobés. Como quiera que haya sido, la realidad –que es la única verdad, como bien decía el General- le estalló en la cara al Coqui. Curado de espanto, en la conferencia del día siguiente quiso esquivar el bombardeo periodístico y dijo que contestaría sólo cuatro preguntas. Los periodistas acreditados en la Casa Rosada  se enojaron y resolvieron que ninguno preguntaría nada. Más tarde Capitanich se disculpó con ellos y prometió que no lo iba a hacer más, pero el romance comunicacional había tenido su primera querella.  

VIEJOS HÁBITOS I 

La actitud irresponsable frente al conflicto social en Córdoba demuestra que la nueva imagen que ha querido instalar el gobierno es sólo eso: una imagen. El viejo hábito de castigar con dureza a los adversarios permanece inalterado. Pero este caso es más grave, porque el castigo alcanzó a buena parte de los comerciantes de la capital de esa provincia, que fueron atacados y saqueados con toda libertad ante la notoria ausencia de efectivos policiales en las calles. Además, pagaron los platos rotos de esta mezquina táctica política del kirchnerismo miles de cordobeses que no pudieron desarrollar normalmente sus actividades durante casi dos días.  De la Sota también fue irresponsable: viajó al exterior cuando los uniformados ya habían efectuado su reclamo salarial en vez de quedarse a resolver el conflicto. Los policías también tuvieron su cuota de irresponsabilidad. Si bien es cierto que el tono de su reclamo fue subiendo gradualmente, nunca debieron llegar al amotinamiento. Teniendo a mano otras formas de reclamar, pusieron en riesgo la vida y los bienes de sus coterráneos. 

Periodistas oficialistas han querido ver la mano del narcotráfico detrás de la rebelión policial. Sin embargo, la realidad –nuevamente- ha dado por tierra con estas especulaciones. Mientras estas líneas se están escribiendo en nueve provincias hay conflictos con los policías. Ello revela, independientemente del efecto “contagio” a partir del conflicto cordobés, que en tanto empleados de los estados provinciales los policías sufren el mismo retraso salarial que los no uniformados en un contexto de creciente inflación. Son ciertas  las relaciones entre el narco e importantes funcionarios de las policías, y también son conocidas variadas formas de corrupción en todos los niveles de la institución policial, pero también es cierto que los agentes y suboficiales provienen de las capas más pobres de la población, y que han entrado de milicos huyendo de la miseria y el desempleo, apuntando a un mejor pasar económico que raramente han  conseguido. Claro que este reconocimiento para nada quiere justificar la corrupción, la tortura, ni el “gatillo fácil” en las fuerzas policiales y de seguridad. Se trata solamente de puntualizar que la burguesía le está pagando mal a los encargados de defender sus intereses con la violencia. 

“ALTO SAQUEO” 

Si se quieren entender verdaderamente los saqueos y el bandidaje de la semana pasada en Córdoba, habrá que admitir que amplias capas dela población del país no están tan bien como los gobiernos nacional y provinciales dicen que están. En la “década ganada” si algo no se ganó en Argentina fue en equidad social, pues la brecha que separa a los más ricos delos más pobres se ensanchó como nunca antes. Como atenuante de esta situación, el kirchnerismo priorizó los planes sociales y la ayuda universal por hijo. Una táctica que mantiene los reclamos a raya y disciplina políticamente a los beneficiarios. Están además los subsidios a los servicios públicos, cuyas tarifas tarde o temprano deberán adecuarse a la triste realidad inflacionaria. En suma, una estrategia de paliativos, antes que de creación de puestos de trabajo dignamente remunerados, cuyos resultados están a la vista, aunque no se quieran ver.

¿Por qué cuando llega diciembre aparecen los saqueos? Porque es el mes del consumo por antonomasia. Estimulados e impulsados por la publicidad, todos consumimos: comidas, bebidas, regalos, vacaciones,etc. Y los que menos tienen también quieren consumir. Por eso el saqueo no tiene contenido político. El saqueo es un intento de los que están abajo por meterse, aunque sea por unos días, en un mundo más feliz: el mundo del consumo. Un mundo que es de otros y que solo pueden mirarlo por televisión. La violencia y la destrucción de comercios durante el saqueo en Córdoba no es otra cosa que la liberación de una bronca contenida hacia los que tienen bienes y dinero, hacia esos otros que pueden acceder al consumo. Incluso los que no roban comida en los saqueos sino electrodomésticoslo hacen para venderlos y tener plata para consumir: desde droga hasta las mejores zapatillas, desde cerveza hasta un pollo, desde una moto hasta un arbolito de Navidad… 

VIEJOS HÁBITOS II 

¿Cuál es la estrategia gubernamental ante esta situación socioeconómica que suele desbordarse casi todos los fines de año? Distribuir gendarmes y policías, por aquí y por allá. No hay otra idea distinta en el gobierno para afrontar el conflicto social. Y es que no puede haberla en un gobierno más preocupado en facilitarles los negocios a empresas como Chevrón, Barrik, Repsol y Monsanto que en mejorar las condiciones de vida de millones de argentinos y argentinas. Ante los sucesos de Córdoba funcionarios nacionales y de la provincia de Buenos Aires del área “seguridad” se reunieron para “coordinar esfuerzos” para evitar nuevos saqueos. Decidieron conformar un “comando operativo”. Este léxico militar es toda una definición política: para estos funcionarios los saqueos no son expresiones de la desigualdad socioeconómica, son operaciones de un ejército enemigo al que hay que combatir solo con las armas. 

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Nelson Mandela, una herencia ambivalente



UNA HISTORIA DE RESISTENCIA A LA OPRESIÓN RACISTA Y SOCIAL 

Acaba de fallecer Nelson Mandela, seguramente el negro africano más admirado y apreciado en la historia. Su biografía atraviesa la segunda mitad del siglo XX, y culmina con todos los honores posibles, es ya un icono. 

Por Pepe Gutiérrez Álvarez 

Ahora, los representantes de la derecha neoliberal que, a la manera de Reagan y Thatcher, le trataron de “peligroso terroristas”, se apremian por depositar el ramo de flores más grande sobre su tumba. Lo podemos ver en el “homenaje” que el thatcheriano Vargas Llosa, acaba de publicar en “El País”, y cojan la lupa y miren: ni media palabra sobre los posicionamientos de Mandela por el socialismo, las luchas de liberación, su admiración por el Che y por la revolución cubana. De buen seguro, a su sepelio asistirán estadistas y coronas, mucha gente que en su día fueron buenos amigos del régimen racista, gente como dignatarios del Pentágono que tuvieron a Mándela en sus listas como “terrorista” hasta después de ganar unas elecciones…

Mandela será en verdad llorado por millones de personas anónimas que a lo largo de varias décadas, se jugaron la vida y la libertad contra un régimen que el propio Mandela situó después del nazismo en perversión. En su inmensa mayoría serán personas que se sienten más libres que en los años de ignominia, cuando un “nativo” podía ser vejado, maltratado, torturado o asesinado por la policía. Las terribles fuerzas represivas de un sistema que era considerado como un ejemplo para África. Un sistema que no tuvo problemas diplomáticas hasta que su continuidad se adivinó imposible, y que gozó de apoyos incondicionales, por ejemplo de Israel. Por ejemplo, de la España de Felipe González que le siguió vendiendo armas cuando ya estaba siendo desahuciado, y muchos gobiernos habían dejado de hacerlo.

Dicen que la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud, y Mandela no es culpable del festival de cinismo que ha rodeado sus últimos años, desde que garantizó que la revolución que predicaba se quedaría en las puertas de la propiedad, de esas riquezas sobre las que alguien dijo que el oro de los blancos era también la sangre de los negros. 

Su historia es la de una larga resistencia a la opresión racista y social, que una cosa es indisociable de la otra, se desprecia al negro para robarle sus riquezas.

De haber muerto en los años cincuenta podrían haber sido comparado con cualquiera de los grandes jóvenes líderes negros que, como Antonio Lembele o Steve Biko (al que aquí conocemos sobre todo con el rostro de Denzel Washington en Cry Freedom), dos líderes radicales que marcaron con su potente personalidad el movimiento de resistencia. De haberlo hecho después del proceso de Rivonia su figura habría podido resultar equiparable a la trágica y magnífica de Patricio Lumumba, un nombre que es en sí mismo una acusación contra la inane monarquía belga y el colonialismo.

Pero Nelson siguió siendo alguien de una talla excepcional en los años del ostracismo, era ya un anciano cuando le llegó la liberación, pero emergió como un líder imaginativo, alguien a la altura de unas circunstancias especialmente complicadas, y dejó el poder con el prestigio intacto, aunque hay luces y sombras en el balance objetivo de su actuación. Pero incluso en el caso de que se puedan juzgar severamente algunas de sus posiciones, no hay duda que fue el artífice de la reconciliación racial que sacó a Sudáfrica del "apartheid", impidiendo que el país cayera en una guerra civil. Pero esa fue una fase. Una etapa inicial en un continente en el que el dilema entre el socialismo o la barbarie (neoliberal), se está haciendo cada vez más evidente que en ningún otro.

Ahora todo aquello parece quedar lejos, una historia que se narra de una manera personalizada, con cuatro generalizaciones sobre el “apartheid”, un régimen que sirvió, ante todo y sobre todo, para caber más ricos a los ricos y más pobre a los pobres

Mandela, el incorruptible, el que no se rendía, comenzó a ser mundialmente reconocido cuando en los años ochenta, la crisis abierta, con las movilizaciones masivas en las calles, las muertes y las torturas de los resistentes, convertía a Sudáfrica en uno de los centros de la atención pública de todo el mundo, y familiarizó a muchas personas con términos hasta entonces extraños como boers, bantú, bantunstanes.

Palabras que vinieron acompañada de nombres como los de Steve Biko, Desmond Tutu, Walter Sisulu, pero sobre todo con Nelson y Winnie Mandela, la olvidada pareja protagonista del gran drama histórico del apartheid en su última fase, después de la cual comenzaría una nueva etapa en la historia de Sudáfrica en la que el racismo era apartado de las leyes, y el CNA conseguía gobernar con una mayoría absoluta, dentro de la cual se podían contar los votos de muchísimos blancos que también creían que el apartheid merecía morir, y ser enterrado como una variante colonial del nazismo, como una muestra especialmente cruel de la "supremacía blanca".

En este tiempo, y en el que le sigue, el prestigio de Nelson y Winnie Mandela han superado al de todos los gobernantes de la época. Muy pocas veces en la historia una pareja ha conseguido, reunir tras de sí un apoyo nacional e internacional tan vasto, hacía mucho tiempo que líderes proscritos no daban un salto histórico --revolucionario-- que les llevara desde la prisión y la humillación, a protagonizar un cambio histórico incompleto pero impresionante, y recibir los máximos honores. Incluido el Nobel de la Paz para Nelson compartido con De Klerk, lo cual no deja de ser una paradoja, aunque este del Nobel a veces parece tan disparatado como el Oscar, y aunque no se lo dieron a Hitler o Franco (aunque no faltaron propugnadores), se lo dieron a Kissinger, seguramente peor de todos.

Así es que, aunque situados después de la ruptura matrimonial en ángulos diferentes, Nelson y Winnie, cada uno a su manera, siguieron representando la historia viva de Sudáfrica, una historia en movimiento que sigue ocupando las portadas de los medias, y sobre la cual sigue valiendo la pena tratar de ofrecer un "mapa" que nos ayude a situarnos en uno de los grandes episodios de la historia del siglo XX, y cuya importancia para el devenir del continente africano resulta incuestionable. Sudáfrica es el país más desarrollado de un continente para el cual el siglo XXI solo presenta malos augurios.

Al liderar una revolución a medias, Mandela se convirtió en el "rostro" de la oposición y de la superación del apartheid en los periódicos, la radio, la televisión y el cine. En sus últimos años de cárcel, su nombre fue asociado a todo tipo de acontecimientos y manifestaciones multitudinarias que gritaban su nombre, y las embajadas y consulados sudafricanos de todo el mundo se veían asediados por gente que gritaba lo mismo. En estos años, resultó extraña la entidad, empezando por el Nobel de la Paz, que al repartir un premio de carácter solidario o humanístico no tuviera a Mandela entre sus galardonados en tanto que su efigie ocupaba en los murales y panfletos un lugar cercano al "Che" Guevara. Fue también entonces cuando se publicaron numerosos libros, más sobre Mandela y Winnie que sobre Sudáfrica, siguiendo el mismo hilo: servían para iluminar los acontecimientos que les había tocado vivir, porque representaban al pueblo, y porque su causa era la verdadera, o al menos la más representativa. En el 2002, Nelson fue aclamado por todos los representantes del continente reunidos en Durban para celebrar la creación de la Unión Africana.

El potencial de este carisma no podía pasar desapercibido para el cine y la TV, y de ahí que una de las principales cadenas de la TV pública norteamericana le dedicara una superproducción a su nombre (Mandela, con Danny Glover como protagonista) que tuvo la virtud de suscitar la indignación de la llamada "Mayoría Moral". Los "medias" republicanos lo tacharon de "comunista" y de "terrorista". Palabras que también estuvieron en la boca de la Margaret Thatcher o del demócrata-cristiano alemán Helmuth Kolh, el padrino de Merkel y cia.

Pero Mandela se convirtió en un hueso atravesado en la garganta de los conservadores británicos cuando, en julio de 1988, el estadio de Wembley de Londres se puso hasta la bandera para escuchar un concierto musical con la reunión del mayor plantel de grandes de la música popular de nuestro tiempo. Desde la cárcel, Mandela llegó a convertirse en un reclamo desafiante gritado por millares y millares de manifestantes y de huelguistas de su país.

Por entonces, aunque fuese modestamente,   también se crearon colectivos antiapartheid en varias capitales españolas. Esta campaña se compuso de las actividades clásicas de denuncia del racismo, actividades callejeras con pancartas, recogidas de firmas, propuestas parlamentarias, charlas y mesas redondas, y naturalmente, la edición de libros y folletos. Inmerso en esta actividad. Fue esta conexión la que permitió más tarde que Mandela hiciera una escala en Barcelona, invitado por el Ayuntamiento de la ciudad. En aquella ocasión, Mandela pudo hablar a un extenso público congregado en la plaza de Sant Jaume…

Poco después, tal como había predicho el mismo ante una audiencia que lo consideró quimérico, fue elegido el primer presidente negro de Sudáfrica, y protagonizaba el acontecimiento liberador más importante finales del siglo XX, de una década de derrotas para todos los movimientos de liberación, incluyendo los que en la vecindad con Sudáfrica habían provocado la caída del odioso ultraimperialismo portugués, y habían contribuido al "regalo" de la revolución de los claveles en Portugal, que tanta ilusión causó en una generación que acabaría haciendo la vida imposible al franquismo y conquistaría las libertades democráticas en España.

En aquella coyuntura, Mandela creyó que lo primero era acabar con el apartheid, y abordar los grandes cambios que la mayoría social del país venía exigiendo mientras eran salvajemente reprimidos.

Desde entonces, muchas cosas han cambiado en Sudáfrica y en el mundo, pero lo más importantes es que, primero, que el apartheid ha quedado atrás sin que haya tenido lugar ninguna hecatombe humanitaria, y segundo, que Sudáfrica ha adquirido un sentido muy diferente para el continente africano. Dejó ser el centro contrarrevolucionario coligado con Washington para sostener y complementar los ejércitos "contras" que acabarían arruinando en no poca medida las perspectiva de mejoras democráticas y sociales en Angola, Costa Verde y Mozambique, sino que, por el contrario, emergía como la portavoz más fuerte y autorizada de un continente que parece condenado a ocupar permanentemente las páginas más calamitosas de los noticiarios.

Mandela marcó un etapa de la historia sudafricana, el país más rico del continente, donde la clase trabajadora es mayoritaria y sigue estando organizada aunque las burocracias sindicales han hecho estragos. Comenzó como un continuador de la tradición pacifista y gradualista puesta en la práctica por Mahatma cuando vivió allí, pero luego consideró que la luchar armada se había hecho ineludible. Fue uno de los portavoces de la Carta de la Libertad, un programa que no separa la libertad de la igualdad. Su actuación gubernamental fue, cuanto menos insuficiente. Sudáfrica ya no sufre el látigo del racismo, pero se ha hecho todavía más desigual que cuando gobernaban los racistas.

Si tuviera que escribir una escueta esquela a Mandela, lo haría citando un poema de Miquel Mati i Pol, que dice: Ara es demá. No escalfa el foc d´ahir. Ni el foc d´avui, I haurem de fer u foc nou.

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Una crítica ecoperonista al tecno-progresismos actual, o hacia un giro a la reevolución mental del siglo XXI (III)



DESARROLLO Y MEDIO AMBIENTE
Antes de morir Perón nos dejó como testamento su manifiesto verde, y su “revolución mental” anticolonialista: Debemos transformar a las ciudades cárceles del presente en las ciudades jardines del futuro”, escribió. El enrejamiento de parques y plazas en Buenos Aires es crecientemente alarmante, y ante la amenaza del próximo enrejamiento del histórico Parque Lezama, lugar que simboliza la primera resistencia y victoria de nuestros heroicos pueblos originarios: Kerandíes, Chana-Timbúes, Charrúas, y Guaraníes, contra la invasión imperialista y genocida foránea, en 1536, tendremos un festival artístico y poético de la FLIA (Feria del Libro Independiente Autogestiva), el 14 y 15 de diciembre próximo. Todo esto y mucho más en esta tercera y última parte de esta nota ecoperonista que mira al futuro re-evolucionaria-mente. 

Por Xuan Pablo González

No al enrejamiento de parques, y la militarización de nuestras ciudades-cárceles, con el “chamuyo” de la inseguridad 

Decía lúcidamente el General: “Debemos transformar a las ciudades cárceles del presente en las ciudades jardines del futuro”. El radicalismo De la Rúa en el pasado, y el PRO de Macri en el presente, parecen haber estado haciendo lo contrario. Con la  excusa de la inseguridad, nuestras ciudades son cada vez menos jardines, tienen cada vez más barrotes de hierro y más muros de cemento y más alambres de púa, y menos árboles y espacios verdes, y menos futuro, y son cada vez más ciudades-cárceles militarizadas, rellenas de policías y vigi-cámaras como si fuéramos todos delincuentes (y hasta los nuevos patrulleros con su súperparagolpes nos recuerdan a las pelis de Hollywood futuristas-apocalípticas, tipo Mad Max). Ciudades-cementerios sin futuro. Si hasta Hebe de Bonaffini y las Madres de Plaza de Mayo que apoyan al actual gobierno, reconocen abiertamente que lo de la inseguridad tiene mucho y demasiado de chamuyo, ya que “más policías no es más seguridad” (Bonafini). “+ POLICÍA = + DELINCUENCIA” dice también una pintada de Lomas de Zamora, barrio kirchnerista.

El enrejamiento de parques y plazas en Buenos Aires es crecientemente alarmante, y ante la amenaza del próximo enrejamiento del histórico Parque Lezama, lugar que simboliza la primera resistencia y victoria de nuestros heroicos pueblos originarios: Kerandíes, Chana-Timbúes, Charrúas, y Guaraníes, contra la invasión imperialista y genocida foránea, en 1536, tendremos un festival artístico y poético de la FLIA (Feria del Libro Independiente Autogestiva), el 14 y 15 de diciembre próximo.  

Y volviendo al tema de la inseguridad: decía el filósofo francés Michel Foucault, en una entrevista de 1975, que “la clase en el poder obtiene un gigantesco beneficio económico y político” con el chamuyo de “la inseguridad”, ya que cuanto más pobreza y desigualdad social producida por el capitalismo, hay más delincuentes, y “cuanto más delincuentes haya, mejor acepta la población los controles policiales” (Foucault). “Todo el mundo sabe que las leyes están hechas por unos e impuestas a otros”, decía también el filósofo francés, y que “sólo una ficción puede hacer creer que las leyes están hechas para ser respetadas”, ya que “la ilegalidad no es un accidente, una imperfección más o menos inevitable, sino un elemento absolutamente positivo del funcionamiento social, previsto en la estrategia general de la sociedad” (Foucault). Dentro de esa estrategia capitalista “la prisión es un instrumento de reclutamiento para el ejército de delincuentes” (Foucault). En el tablero de ajedrez social del Nuevo Orden Mundial, los pequeños delincuentes son “los pequeños peones que se colocan y mantienen en las casillas peligrosas”, mientras “Las grandes ganancias tienen vía libre” (Foucault), así como los reyes-ladrones-narcos-asesinos de la delincuencia multimillonaria mundial. 

“La ciudad como cárcel”, sigue vigente en esta era tecno-electrónica, decía Eduardo Galeano en 1991, donde “quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo”. “Preso en mi ciudad” cantaban los Redondos.

Pero la militarización de nuestras ciudades-cárceles se da no sólo acá en Argentina, Chile, Paraguay y Brasil, sino en todo el  mundo. Desde Europa, Kempf nos dice frente al incremento de las protestas populares, la oligarquía tiende a ir hacia una dirección cada vez más autoritaria, represiva, militar. Esto es así en Francia, en Italia, en Inglaterra, en Estados Unidos, en Canadá. En cada uno de esos países hemos visto el desarrollo impresionante de las tecnologías policiales (cámaras de vigilancia, ficheros, etc.). Enfrentamos un peligro doble: no sólo que la democracia se dirija hacia la oligarquía sino, también, que la oligarquía, el capitalismo, entren en una fase autoritaria insistiendo en temas como la xenofobia, la inseguridad o la rivalidad entre las naciones. La oligarquía no quiere adoptar medidas para paliar la crisis ecológica o disminuir las desigualdades. No. Lo que la oligarquía quiere es conservar sus privilegios fundamentales. Es una oligarquía destructora. Creo que no entiende la gravedad de la situación. En vez de evolucionar, la oligarquía es cada vez más reaccionaria” (Kempf). 

Por otro lado también el General se oponía a la toxicidad de los remedios, y en casos como las pastillas anticonceptivas que recetan desde hace años el esterilizante y castrador Nuevo Orden Mundial, desde las fundaciones supercapitalistas como Rockefeller, bajo el manto de defender el feminismo: “Lo que no debe aceptarse es que la política demográfica esté basada en la acción de píldoras que ponen en peligro la salud de quienes la toman o de sus descendientes” (Perón). 

Los Rockefeller de Chevron y sus socios megarricos tienen planes de “esterilización masiva” como han denunciado entre otros Adolfo Pérez Esquivel. Y “bajo el pretexto de reducir los nacimientos se lleva al genocidio a muchos pueblos pobres” (Pérez Esquivel). 

La contaminación medioambental como problema política o el ecogenocidio: una nueva forma de eliminar a los pobres del mundo 

“Una forma de concebir la pobreza en términos que no fueran monetarios consistiría en hacer una descripción de sus condiciones medioambientales de existencia”, escribe Kempf, autor recomendado, repetimos, por Chávez, que también fue seguidor de muchas ideas de Perón. “La degradación de la biosfera generada por este modelo se traduce en consecuencias que pesan en primer lugar sobre los más pobres”, asegura Kempf.

Que los megarricos apoyen algunas políticas y medidas ecologistas, mientras por otro lado destruyen el medioambiente, no es nada contradictorio si recordamos las palabras del Comité Invisible: “La ecología no sólo es la lógica de la economía total, también la nueva moral del Capital”, o sea que “No sería posible, sin la ecología, justificar la existencia actual de dos redes de alimentación, una ‘sana y biológica’ para los ricos y sus hijos, otra notablemente tóxica para la plebe y sus retoños, destinados a la obesidad” (Comité Invisible).   

O sea que los hiperricos viven en sus mansiones o reservas ecológicas hechas a medida” (Soledad Barruti), comiendo alimentos orgánicos y bebiendo agua pura de manantiales. Y arreglan con algún gobierno corrupto, para vivir dentro de algún Parque Nacional, tener lago propio, y para usurparles tierras a los pueblos originarios, y desalojarlos de sus tierras ancestrales. Del otro lado, los ultrapobres viven entre la basura y los desechos radiactivos de ríos y ciudades que vomitan muerte, comiendo comida basura transgénica, saborizada artificialmente con varios tóxicos, llena de agrotóxicos y pesticidas, y bebiendo aguas contaminadas con plomo, flúor, uranio, aluminio, bario y otros venenos. A los que viven en las ciudades-cárceles actuales, los espacios verdes les están vedados por alambrados, rejas, o muros. A los que viven en el monte: los bosques quedan pelados llenos de monocultivos transgénicos. Y a la vez en general no les cuentan que por ejemplo “en América Latina mueren 22 hectáreas de bosque por minuto, en su mayoría sacrificadas por las empresas que producen carne o madera, en gran escala, para el consumo ajeno” (Galeano).  

A la vez la contaminación ambiental, los agrotóxicos y los transgénicos, están asociados al cáncer y otras enfermedades, generándose “un círculo vicioso” como dice María Ángeles Duran de la UNESCO. Las clases bajas que viven en ambientes envenenados y comen comida chatarra  se enferman, pierden sus trabajos, y se vuelven más pobres, “y tienen menos posibilidades de comprar en el mercado de cuidado lo que necesitan” (Durán).   

Para quienes todavía quieran negar la imagen de Estados Unidos como el Imperio Romano decadente de estos tiempos (y pese a su fachada feliz de plástico y cartón y realidad virtual a lo Hoollywood o McDonalds, el american way of life, “fundado en el privilegio del despilfarro” (Galeano), tengan en cuenta que “Estados Unidos utiliza más recursos que todo el planeta unido y fue pionero en eso de expulsar a los campesinos y pequeños productores a fin de abrirles paso a las grandes corporaciones agroindustriales” (Barruti). A la vez “los Estados Unidos consumen casi la mitad de drogas tranquilizantes que se venden en el planeta” (Eduardo Galeano).  

Y los números nos dicen que hoy, la humanidad (o al menos los oligarcas megarricos) y su modelo neocapitalista de hiperrderroche: “consume más recursos que los que puede producir el planeta” (Kempf).

Por otro lado el podio de los países más contaminantes lo lidera obviamente Yanquilandia, y después vienen la Comunidad Europea, y China ahí compitiendo por el segundo y tercer puesto.  

La Humanidad con su economía expansiva está caminando hacia su propia destrucción, dice hoy Kempf, recordando como en ecos el Mensaje… ecoperonista del 72. 

Oídos sordos a los mensajes ecoperonistas 

Los propios peronistas hicieron oídos sordos a las palabras ecologistas de su conductor, como dice el ¿ecoperonista? Pino Solanas: “el “Mensaje” pasó inadvertido o fue desvalorizado por sectores políticos y académicos e incluso por gran parte de su movimiento… A inicios de los años 70´ recién comenzaba a esbozarse lo que décadas más tarde sería la conciencia ambiental. Nuestra generación estaba lejos de comprender la importancia de estos temas: eran los tiempos de la dictadura militar de Lanusse, con cárceles colmadas de presos políticos y huelgas, movilizaciones y acciones violentas que se le oponían. Preocupados por la resistencia argentina, no entendíamos por qué Perón insistía con el tema ambiental; costaba comprender que la humanidad estaba entrando en la era de su auto destrucción, al degradar la naturaleza y contaminar el aire, el agua y la tierra” (Solanas). Pasaron cuarenta años, y el grueso del peronismo actual, no parece todavía haber entendido ni medio las palabras del General, cuyo “legado doctrinario”, según Solanas “fue perversamente desvirtuado y los dirigentes del pejotismo protagonizaron la mayor traición de la política argentina del siglo XX: ejecutaron, invocando ese nombre, el proyecto neoliberal de sus enemigos históricos. Pero el protagonista de la traición y la impostura no fue solamente Menem: a pesar de contar con mayorías parlamentarias suficientes para cambiar las principales leyes del período menemista, los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner no las derogaron y el modelo de endeudamiento externo y predominio del sistema financiero, de las privatizaciones del petróleo y la megaminería, la exportación de granos y los servicios públicos; continúan vigentes”. 

Como dice Kempf, “muchos políticos son parte de la oligarquía y defienden los intereses del capitalismo”. Aunque, como el actual gobierno nacional, se muestre como populista, mantiene una política en buena parte neoliberal y oligárquica, y defiende a las multinacionales vampiras que agreden a nuestra Pachamama y al pueblo argentino, pese a las advertencias de presidentes latinoamericanos vecinos como Correa, Chávez, y Evo Morales, y al mismo padre del peronismo, don Juan Domingo.

Kempf dice que muchas veces salta a la luz que vivimos en una ficción democrática, donde el bienestar del pueblo –y de la Naturaleza- queda en último lugar porque primero están las ganancias de los megamillonarios: “Nuestros sistemas no pueden llamarse más democracia, porque la potencia financiera detenta un poder desmedido. La autoridad pública está en manos del sistema financiero. Los poderes públicos nunca tomarán una decisión que perjudique a los intereses económicos, a los intereses de la oligarquía financiera. Debemos aceptar la idea de que quienes tienen las riendas del poder político del Estado no toman decisiones en beneficio del interés general. Sus decisiones pueden ir en contra del interés público” (Kempf). 

La Revolución Mental del Siglo XXI: el ecoperonismo-kuscheano-zapatista 

Perón nos llamaba a la revolución del futuro: la mental. Una mente que antes que con la computadora, el celular, la televisión y la tecnología, tiene que conectarse con la Naturaleza, nuestra naturaleza interna y externa.

Para Rulli el ecoperonismo kuscheano es el camino, que podríamos decir posibilitaría un cambio del ser (mentalidad europea) al estar (cosmovisión de los pueblos indígenas): “Que alguien nos pruebe que estos pensamientos surgidos de la más auténtica entraña de las experiencias peronistas, no son acaso un antecedente extraordinario y sorprendente de las proclamas zapatistas que, con sus pasamontañas y sus armas empeñadas en no dispararse, más de treinta años después, sorprendieron y movilizaron a las juventudes latinoamericanas”. 

Rulli sugiere entonces que la revolución mental del ecoperonismo, hoy sería kuscheana y zapatista, esto es indianista, pachamámica. Escuchando a nuestros sabios pueblos originarios. Y en medio de lo que los mayas neozapatistas llamaron la Cuarta Guerra Mundial, la actual que se libra contra el género humano, Perón nos sigue llamando, no sólo al pueblo argentino, sino a toda la  Humanidad a ponerse “en pie de guerra en defensa de sí misma”. 

El sueño apocalíptico de la oligarquía planetaria 

Kempf dice que la secta de los multimillonarios, no cuidan el equilibrio ecológico porque en realidad “aspiran a la exacerbación, el desorden, juegan a acercarse cada vez más al límite invisible del volcán… la tentación de la catástrofe ronda en el cerebro de los dirigentes”. Y Hollywood y sus megaproducciones nos lo demuestran a diario: el sueño americano hoy, es catastrófico y apocalíptico. Basta ver sus películas tipo 2012, o Guerra Mundial Z.

El capitalismo es una “religión de la destrucción”, como dijo el filósofo Walter Benjamin. Y “la violencia” es “el núcleo del proceso que funda la sociedad de consumo”, como aseguró otro filósofo europeo, Jean Baudrillard.  

No hay opciones, como nos decía Perón. Y si no presionamos a nuestros políticos para que cambien las cosas de este modelo neocapitalista de hiperderroche y destrucción, contra la Pachamama y la humanidad, la situación mundial llevará a “el caos o la guerra nuclear” (Kempf). 

¿Ciencia-ficción ecoperonista? 

Rubén Morales, psicólogo y profesor universitario, peronista y ufólogo de larga data (incluso conoció a los científicos y ufólogos más destacados del siglo XX, que trabajaron para la NASA: el francés Jaques Vallée y el gringo Allen Hynek, que asesoraron a Steven Spielberg en sus primeras películas sobre el tema ovnis: Encuentros cercanos del tercer tipo), cuenta que hay testimonios de que Perón también creía en los ovnis y en otras formas de vida extraterrestre. 

Veamos este párrafo peronista del Mensaje… de 1972: “En los centros de más alta tecnología se anuncia entre otras maravillas, que pronto la ropa se cortará con rayos láser y que las amas de casa harán compras por televisión y las pagarán mediante sistemas electrónicos. La separación dentro de la humanidad se está agudizando de modo tan visible que parece que estuviera constituida por más de una especie”.  Por un lado lo de las compras por televisión (y por computadoras) es un hecho que no es ciencia ficción sino que se volvió realidad, como vaticinaba el General, hace más de quince años. Por otro lado subrayamos esa frase enigmática, donde dice que “la humanidad parece que estuviera constituida por más de una especie”. Perón acaso creía como han sugerido varios contactados y ufólogos, que hay “marcianos entre la gente”, como cantaba Andrés Calamaro de la mano de Fabio Zerpa, hace algunos años. Y esto quizás no sea para tomar a la ligera, ya que el tema más allá de lo “chistoso” del marcianito enanito verde de Hollywood, puede dar para muchas teorías y conclusiones serias y muy interesantes (como las de Vallée y el psiquiatra Carl Jung, entre otros “científicos respetables”), en las que quizás creía el propio Perón, que nos hablaba de que revolucionemos nuestras mentes, lo cual implica abrirnos a concepciones e interpretaciones nuevas de la realidad y de los hechos y eventos que suceden en nuestros tiempos dinámicos posthistóricos. Y quizás, decíamos, Perón creía en los interdimensionales Ellos de los que hablaba el mismo geólogo y escritor peronista Héctor G. Oesterheld, en El Eternauta (1957-1959), apropiado y puesto de moda por el propio gobierno kirchnerista actual. Oesterheld escribió sobre “los Ellos… los directores de todo… la cabeza directiva de la invasión”, dirigiendo a “los manos” (los políticos-economistas) y a los “gurbos” (los militares) asociados a la sinarquía internacional imperialista, manejada por logias y familias masónicas y oligarcas conocidas como los Illuminatti o Los Iluminados, como por ejemplo denuncian actualmente escritores como el inglés David Icke, o el citado norteamericano Springmeier, entre otros, coincidiendo en muchas cosas con el mismo Perón.

Al respecto no deja de ser curioso que en uno de los últimos juegos de la empresa Google (que vimos pertenecería a los Rothschild), el promocionado “Ingress” (lo ha promocionado hasta el oficialista canal 7), encuentra dos grandes bandos: Los Iluminados, y La Resistencia. O sea según términos ecoperonistas, tenemos a la oligarquía imperialista o la sinarquía internacional, o los Ellos (Los Iluminados), y del otro lado a la humanidad y sus pueblos, o a nosotros (La Resistencia).    

“Era como salir de una pesadilla que vivíamos dentro de otra… ¡Han sido Ellos quienes, en estos momentos están cosechando los frutos de la supertrampa que han tendido a la humanidad!” escribía Oesterheld en El Eternauta. Y no podemos olvidar que por escribir sus grandes historias “fantasiosas”, fue que lo secuestraron, desaparecieron y asesinaron en 1977, los militares argentinos en complicidad con la CIA, el FMI, y empresas transnacionales como la Esso-Standard Oil-Chevron, la Shell, ITT, la Siemens, y la Ford y otras automotrices como denunció Walsh antes de que lo asesinaran-desaparecieran también. Como una pesadilla dentro de otra pesadilla…que continúa vigente hasta nuestros días. Y hasta que despertemos de una vez como Humanidad, y nos pongamos en pie de guerra en defensa de nosotros y nosotras mismos. 

Bibliografía Básica: Juan D. Perón, Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo. Julio Cortázar, Fantomas contra los vampiros multinacionales. Héctor Germán Oesterheld/ Solano López, El Eternauta. Eduardo Galeano, Ser como ellos y otros artículos. Roger-Pol Droit, Entrevistas con Michel Foucault. Hervé Kempf, Cómo los ricos destruyen el planeta. Rodolfo Walsh, Carta abierta de un escritor a la Junta Militar. David Icke, Y la verdad los hará libres. 

(FIN DE LA TERCERA PARTE)


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