5 de enero de 2010

La mejor maldita policía del mundo goza de buena salud

SE CUMPLE UN AÑO DE LA DESAPARICIÓN DE LUCIANO ARRUGA

El “gobierno de los derechos humanos” tiene su segundo desaparecido: Luciano Arruga, un chico humilde de sólo 16 años, “culpable” de no querer robar para la maldita policía bonaerense. Un año después de su desaparición la investigación judicial parece haberse empantanado, y los policías sospechados -que estaban “en disponibilidad”- fueron repuestos en sus cargos por el ministro Stornelli, quien a fines de 2009 realizó un importantísimo y revolucionario descubrimiento: la policía roba y estafa. “Con esta policía -sostuvo eufórico el gobernador Scioli- estamos dando la lucha contra la delincuencia en todos los frentes”. Eso está muy bien, pero ahora le falta agregar el frente policial.


Por Marcelo R. Pereyra

EL PRECIO DE DECIR NO

12 de Octubre es un barrio de casas humildes ubicado en Lomas del Mirador, una localidad cercana a la ciudad de Buenos Aires que forma parte del enorme y populoso partido de La Matanza. Allí vivió hasta hace un año Luciano Arruga, un chico de 16 años que se dedicaba a cartonear para mejorar los magros ingresos de su familia. Los policías del barrio lo tenían “registrado” en esa actividad y un día lo pararon para “ofrecerle” robar para ellos. Como Luciano se negó lo llevaron al destacamento de la calle Indart, a una cuadra y media de la avenida San Martín, que conecta Lomas del Mirador con Tablada y Ramos Mejía. Esta sede policial se abrió como respuesta al reclamo por más vigilancia policial efectuado por la agrupación “Vecinos Alerta”.

Esa detención “por averiguación de antecedentes” tuvo lugar el 22 de septiembre de 2008. Cuando la hermana y la madre de Luciano lo fueron a buscar descubrieron que lo habían molido a golpes y lo tuvieron que llevar al Policlínico de San Justo. Un mes más tarde los policías lo volvieron a detener, esta vez acusándolo del robo de un mp3, y lo volvieron a golpear.

La noche del 31 de enero de 2009 Luciano fue a visitar a Oscar, un amigo del barrio. Llegó hasta la puerta y tocó el timbre. Cuando Oscar salió a abrir, no había nadie.

SU PASADO LOS CONDENA

Apenas producida la desaparición de Luciano, sus familiares sospecharon inmediatamente de los policías del destacamento de Lomas del Mirador por el hostigamiento que habían venido ejerciendo sobre él. Tan evidente y ostensible había sido su accionar mafioso que, casi sin ningún otro indicio ni prueba, los ocho policías que estuvieron “de guardia” la noche de la desaparición fueron separados de sus cargos. Pero cuando la fiscalía comenzó la investigación esas sospechas no sólo se confirmaron sino que se incrementaron. Ello fue así porque:

1- Cuando los policías fueron llamados a declarar incurrieron en varias contradicciones.

2- Dos personas que estaban detenidas en la comisaría la noche del 31 de enero declararon haber oídos gritos de alguien que era golpeado. Se les mostró una foto de Luciano y lo reconocieron.

3- Una pericia realizada con perros entrenados en la búsqueda de personas determinó que Luciano estuvo en la comisaría y en uno de sus móviles.

4- Un análisis del registro del movimiento de ese móvil esa noche indicó que había estado detenido durante dos horas cerca de la villa Santos Vega, en lugar de estar realizando patrullajes en la zona más céntrica de Lomas del Mirador. Luego de la hora en la que desapareció Luciano, el registro indica que el móvil estuvo “paseando” por todo el distrito, recorriendo zonas descampadas y cementerios que están fuera de su cuadrícula.

5- El peritaje del libro de entradas de la comisaría reveló que éste fue adulterado.

Es curioso: todo esto no alcanzó para que la fiscalía pidiera el procesamiento preventivo de los ocho efectivos implicados. Las pruebas no son concluyentes, es cierto, pero son más que suficientes para considerar el dictado de una prisión preventiva bajo la sospecha de que Luciano fue golpeado hasta morir en la comisaría y posteriormente hicieron desaparecer su cuerpo, una metodología ya usada en la desaparición del estudiante Miguel Bru, en 1993. Mientras la inacción de la fiscal de La Matanza no se revierta, habrá que suponer que se está frente a un nuevo caso de protección de la Justicia para con la mejor maldita policía del mundo. Y hay más: el ministro de Seguridad, Carlos Stornelli, se aprovechó del no procesamiento para reponer a los implicados en sus funciones. Actualmente se desempeñan en la comisaría 1ª de Lomas de Zamora, la misma en la que revistaban los policías que mataron el 29 de mayo de 1999 al poeta Sergio Schiavini, en uno de los casos más antiguos de “gatillo fácil”.

STORNELLI Y SCIOLI: UN SOLO CORAZÓN

A mediados del año pasado un juez de Garantías de La Plata, Luís Federico Arias, denunció que la policía recluta menores para que roben para ella, algo que si bien no es novedoso resultó impactante por provenir de la boca de un magistrado. El gobernador Daniel Scioli saltó como leche hervida y retó al juez a que presentara pruebas. El ministro Stornelli con fidelidad canina respaldó a su jefe político y acusó a Arias de buscar “proyección mediática”; además lo denunció penalmente.

Un tiempo después se produjeron en pocos días tres asesinatos de mujeres con características semejantes: en los tres casos las mataron para robar sus autos. Las sospechas cayeron como un rayo sobre menores habitantes de villas cercanas a los lugares donde se cometieron los crímenes. Como es tradicional, los medios masivos se ocuparon de resaltar la peligrosidad y el “frondoso prontuario” de los sospechados.

Pero solamente tres meses después de la denuncia del juez Arias, don Stornelli hizo una denuncia similar: anunció rimbombante que sospechaba que detrás de estos asesinatos había una banda de policías retirados y en actividad que -¡Oh casualidad!- reclutan a menores de edad para robar autos. Y explicó, sin que se le moviera un músculo de la cara, que este accionar delictivo cívico-policial era parte de una campaña para “desestabilizar” al gobierno de Scioli. Aparentemente, tal campaña sería una respuesta o represalia a los cambios que el ministro había ordenado en la Dirección de Prevención de Delitos contra la Propiedad Automotor como consecuencia de haber detectado en ese organismo “negocios espurios” y “actividades ilícitas”. ¡Caramba!: en solamente tres meses la policía que daba una “lucha sin cuartel contra los desarmaderos y el narcotráfico” se había convertido en una gavilla de mafiosos.
LAS COSAS COMO SON

Se ha señalado en esta columna en reiteradas oportunidades que las fuerzas policiales, y sobre todo la de la provincia de Buenos Aires, son las principales protagonistas, por acción u omisión, del accionar delictivo en la Argentina. Frente a esta realidad, los políticos de turno, más preocupados por su pervivencia en el poder que por la seguridad de los ciudadanos, han adoptado la política del dejar hacer y no entrometerse en los negocios e ilícitos policiales. Claro que de tanto en tanto anuncian teatralmente alguna purga, como para dar la impresión de que les preocupa la generalizada corrupción policial.

Sin embargo, la persistencia de estas prácticas delincuenciales en las policías –que viene atravesando distintos gobiernos provinciales y nacionales desde tiempos inmemoriales- sólo puede explicarse por un alto grado de cobertura e impunidad. Son un claro ejemplo de ello las desapariciones no esclarecidas de Miguel Bru, Julio López y Luciano Arruga. Tres vidas truncadas por asesinos de uniforme protegidos por políticos, jueces y fiscales.

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De “lugar de cacería” a tierra arrasada por las topadoras

HISTORIA DEL BOSQUE CHAQUEÑO Y SU GENTE

El bosque chaqueño es una de las regiones de mayor biodiversidad del continente. Sin embargo, históricamente ha sufrido una creciente deforestación que, acentuada por el avance de la producción agropecuaria a gran escala, impacta directamente sobre las comunidades indígenas y campesinas que históricamente lo habitan y utilizan para su subsistencia.


Por Hernán L. Giardini


La ecorregión del Parque Chaqueño forma parte del Gran Chaco Americano, segunda área boscosa del continente después de la Amazonia, que abarca territorios de Argentina, Bolivia, Paraguay y una pequeña porción de Brasil, ocupando una superficie total de aproximadamente 110 millones de hectáreas. En Argentina se extiende por las provincias de Formosa, Chaco, este de Salta, de Jujuy, de Tucumán, de Catamarca y de La Rioja, todo Santiago del Estero, norte de San Luis, de Córdoba y de Santa Fe y noroeste de Corrientes. Su superficie total es de aproximadamente 674.959 Km2, y puede subdividirse en cuatro subregiones: Chaco Húmedo, Chaco Semiárido, Chaco Árido y Chaco Serrano.

La región presenta gran diversidad de ambientes: extensas llanuras, sierras, grandes ríos con antiguos cauces y lagunas semilunares, sabanas secas e inundables, esteros, bañados y salitrales, que albergan diferentes tipos de ecosistemas, entre ellos bosques y arbustales. Todo esto se traduce en una alta diversidad de especies animales y vegetales que hacen del Chaco una de las regiones claves en términos de biodiversidad. La temperatura y las precipitaciones condicionan la vegetación, que va empobreciéndose del este hacia el oeste.

La vegetación predominante es el bosque xerófilo caducifolio, con la distintiva presencia del quebracho, un árbol que juega un rol fundamental ya que puede llegar hasta los 25 metros de altura, formando una especie de techo en el bosque, debajo del cual crecen otros árboles de madera dura, un estrato arbustivo y otro herbáceo con abundantes bromeliáceas, siendo poco abundantes las lianas y las epífitas. También existen algunas comunidades de palmares y estepas.

La fauna, originalmente muy abundante y variada, fue el recurso natural por excelencia que constituía, y en gran medida aún hoy lo sigue siendo, el sustento de los pueblos originarios de la región. De allí el vocablo “chaco” o “chacu”, que significa “lugar de cacería”. De las 345 especies de mamíferos que habitan la Argentina, unas 120 están presentes en esta región forestal, acorde a la gran diversidad de ambientes. Posee alrededor de 400 especies de aves y un importante número de reptiles e insectos. En los esteros y las lagunas abundan peces con características muy variadas.

Gran parte del bosque chaqueño es aún habitado y utilizado por comunidades indígenas de varias etnias para sus fines de subsistencia: actividades de caza, pesca, recolección de frutos, recolección de miel, obtención de materiales para la construcción de viviendas y para la artesanía, corte de madera, cría de animales. También allí se encuentran sitios culturales, como cementerios, y lugares de valor histórico. El sentido de pertenencia es tan fuerte que es común que los indígenas se comparen a sí mismos con una planta que brota de la tierra.

Por su parte, las familias criollas de la región chaqueña constituyen uno de los últimos ejemplos de desarrollo sostenible que, a pesar de la escasa asistencia estatal, ha venido desarrollándose desde hace más de cien años en estrechísima relación con la productividad del bosque en donde viven. La economía de estos pobladores se basa fundamentalmente en la cría de ganado vacuno, ovino, caprino y porcino.

Mientras que en la época colonial el aprovechamiento que hacían de sus bosques los pobladores del bosque chaqueño se centraba en la recolección de miel, cera y del fruto del algarrobo como alimento humano y para animales domésticos; esto cambió drásticamente durante la segunda mitad del siglo XIX con la consolidación del modelo agroexportador, la expansión de las redes ferroviarias, y un importante crecimiento demográfico producto de la inmigración.

La propagación de los establecimientos ganaderos instaló la práctica del alambrado, que requirió enormes cantidades de postes y varillas de madera dura. A esto se sumó que miles de kilómetros de vía férrea se asentaron sobre durmientes de quebracho, y que el consumo de leña y carbón como combustible industrial y doméstico se incrementó exponencialmente. Todo ello se realizó a expensas de la madera del bosque chaqueño. Así crecieron exponencialmente los obrajes forestales en Santiago del Estero, Chaco, Formosa y norte de Santa Fe.

Por entonces la tala de árboles, especialmente de quebracho colorado y ñandubay, fue indiscriminada. Existían grandes latifundios privados, muchos de ellos extranjeros, que exportaban los productos forestales extraídos, algunos con importantes exenciones. También las empresas de ferrocarriles recibían 5 kilómetros de tierras a cada lado del terreno de las vías, que dedicaron a la explotación forestal.

La extracción de tanino para curtiembres de cuero aumentó notablemente durante la Primera Guerra Mundial y motivó la extracción desmesurada de árboles maduros, ocasionando el empobrecimiento de las masas boscosas. Con posterioridad se comenzó el aprovechamiento de árboles de menor diámetro para la elaboración de postes.

Por otra parte, la expansión de la frontera agropecuaria se hizo a expensas del bosque: se expandieron el cultivo del algodón en Chaco y las plantaciones de tabaco en Salta y Jujuy, todo ello en áreas desmontadas. La extensión del área cultivada pasó de 2.460.000 de hectáreas en 1888 a 27.300.000 de hectáreas en 1943.

Este proceso se acentúa aún más en la década de 1970, cuando las explotaciones ganaderas son empujadas, a fuerza de topadoras, a zonas marginales por la “cerealización” de la pampa húmeda. Los sistemas ganaderos extensivos causaron la continua degradación de los bosques y suelos en las áreas más secas del Chaco Semiárido, cuya tendencia es la pérdida de posibilidad de renovación de las principales especies forestales nativas.

A partir de la década de 1990, el explosivo aumento de la producción de soja incrementó aún más la presión sobre el bosque chaqueño, creciendo significativamente la deforestación para expandir la frontera agrícola. Este proceso llevó a un aumento de la de salinización de los suelos por malas prácticas agrícolas y de riego, sobre todo en los límites entre el Chaco Semiárido y el Húmedo.

Se calcula que en la región existen unas 25 especies de mamíferos seriamente amenazadas de extinción, como el yaguareté, el tatú carreta, el aguará guazú, el ciervo de los pantanos, el lobito de río, y el chancho quimilero; siendo las principales causas la constante destrucción y fragmentación de su hábitat y la caza indiscriminada.

Mientras que en el Chaco Serrano se producen frecuentes incendios con importantes pérdidas de bosques y pastizales; la tala indiscriminada a la que está sometida toda la región, que en muchos casos es ilegal por la falta de controles, produce el constante empobrecimiento del bosque.

Por otro lado, se produjo el aumento de la colmatación en esteros, bañados y lagunas por erosión hídrica y el incremento de las inundaciones en áreas de relieve más bajas, debido a la deforestación, al sobrepastoreo y, sobre todo, a las malas prácticas agrícolas, en especial en la subregión húmeda. El aumento de la contaminación por uso y abuso de agroquímicos en áreas agrícolas trasladó sus efectos por vía hídrica a ambientes circundantes.

Las principales causas del aumento de la deforestación en esta región se deben, principalmente, a la especulación inmobiliaria y al relativo valor económico y ambiental de los bosques frente a las actividades agrícolas y ganaderas a gran escala.

Actualmente el Parque Chaqueño posee aproximadamente 21 millones de hectáreas de bosques nativos, siendo la región con mayor superficie boscosa del país. Pero cabe destacar que es la región forestal que está siendo más destruida, ya que concentra cerca del 70% de las 280.000 hectáreas que se deforestan por año en todo el territorio nacional; y su subregión semiárida se encuentra al borde de la pérdida total de sus bosques.

La deforestación impacta directamente sobre las comunidades indígenas, y también campesinas, que históricamente habitan y utilizan esos bosques; y que lamentablemente tras el paso implacable de las topadoras pierden su forma de vida y sustento, cayendo en la pobreza extrema.

Con el avance hacia el norte del modelo agroexportador comenzaron a desaparecer muchas explotaciones de pequeños productores, el trabajo en el campo comenzó a escasear para los peones rurales, muchas familias comenzaron a alquilar o a vender sus tierras, y muchas otras fueron directamente expulsadas, pasando a engrosar los cordones de miseria de las grandes ciudades.

Lamentablemente son numerosos los ejemplos del avance del desmonte en zonas tradicionalmente habitadas en base a la poco clara y efectiva protección que tienen los pobladores tradicionales, ya que la gran mayoría no ha podido obtener la titularización de las tierras que habitan desde hace muchos años. Debido a esto, son cada vez más los casos donde el conflicto en torno a la tierra termina dirimiéndose por la fuerza, en donde es frecuente la aparición de guardias “parapoliciales” bajo la orden de los empresarios.

Así, los desmontes y desalojos se han venido realizando amparados en un escaso control, muy débiles exigencias en el otorgamiento de permisos y desidia para actuar frente a las denuncias realizadas por pobladores y organizaciones sociales.

Por este motivo, son cada vez más los campesinos e indígenas que se organizan en diferentes movimientos y organizaciones para defender su derecho a vivir dignamente en el bosque chaqueño.

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Discordia climática: De la esperanza al fracaso en Copenhague

15ª CUMBRE DE LA ONU SOBRE CAMBIO CLIMÁTICO

Barack Obama dijo minutos antes de retirarse rápidamente de la cumbre de la ONU sobre el cambio climático: “Las negociaciones que tuvieron lugar hoy aquí no nos comprometen legalmente a nada”. Esta fue una de las declaraciones que realizó ante su pequeño equipo de prensa de la Casa Blanca, excluyendo a los 3.500 periodistas acreditados que cubrían las negociaciones, y sucedió a última hora del 18 de diciembre, el último día de la cumbre, cuando se informó que las negociaciones habían fracasado. Copenhague, que había sido renombrada en los carteles publicitarios de Coca-Cola y Siemens como “Ciudad de la esperanza” (Hopenhagen, en inglés) por las negociaciones que estaban teniendo lugar allí, se parecía más a la ciudad del fracaso.

Por Amy Goodman (desde Copenhague, Dinamarca)


Cuando ingresé esa mañana al Bella Center, la sede de la cumbre, había algunas decenas de personas sentadas en la fría explanada de piedra detrás del vallado policial. Durante la cumbre, la gente se abarrotaba en esta área con la esperanza de obtener acreditaciones para ingresar. Miles de organizaciones no gubernamentales y trabajadores de prensa esperaban durante horas en el frío, sólo para que luego les fuera denegado el permiso. Los últimos días de la cumbre el área estaba fría y vacía.

A la mayoría de los grupos les habían quitado las acreditaciones para que la cumbre pudiera cumplir con las necesidades de seguridad y espacio que requerían los jefes de Estado que habían arribado a la ciudad, afirmó la ONU. Las personas que estaban sentadas en el frío esta mañana se encontraban realizando una protesta bastante sombría: se estaban afeitando la cabeza. Una mujer me dijo “Me estoy afeitando la cabeza para mostrar lo afectada que estoy por lo que está sucediendo allí adentro, porque no está sucediendo nada, o no lo suficiente. Hay seis mil millones de personas afuera, y ahí dentro no parecen estar hablando de ellas. Creo que habrá un resultado pero no será suficiente, no es lo que se debe hacer”. Llevaba una pancarta blanca, con apenas dos comillas, pero sin palabras. “¿Qué dice el cartel?”, le pregunté. Ella tenía lágrimas en los ojos: “No dice nada porque ya no sé qué decir”.
Según se informó, Obama se enteró el viernes de una reunión que se estaba realizando entre los jefes de Estado de China, India, Brasil y Sudáfrica, e irrumpió en la sala, llevando al grupo a lograr un consenso sobre el llamado “Acuerdo de Copenhague”. Ciento noventa y tres países estuvieron representados en la cumbre, en su mayoría por sus jefes de Estado. Obama y su pequeño grupo pasaron por alto el procedimiento colectivo de la ONU, lo que tuvo como consecuencia un documento no vinculante, que fue presentado bajo la premisa “tómalo o déjalo”.
El acuerdo al menos reconoce que los países “concuerdan en que, como lo indican las investigaciones científicas, debe haber una profunda reducción de las emisiones globales… para poder mantener el aumento de la temperatura mundial por debajo de los dos grados celsius”. Para algunos, tras ocho años de gobierno del Presidente George W. Bush, el solo hecho de tener a un Presidente estadounidense que tome a la ciencia como base para la implemantación de políticas públicas puede ser considerado una gran victoria. El acuerdo promete “movilizar conjuntamente 100.000 millones de dólares al año para 2020” con el propósito de ayudar a los países en desarrollo. Esto es menos de lo que muchos dicen que es necesario para resolver el problema de adaptación al cambio climático y construir economías ecológicas en los países emergentes y, además, es una meta no vinculante. La Secretaria de Estado Hillary Clinton se negó a especificar la parte que le correspondía aportar a Estados Unidos, solamente dijo que si los países no lograban un acuerdo, la propuesta ya no estaría en la mesa de negociaciones.

El respetado climatólogo James Hansen me dijo: “Los países ricos están intentando, básicamente, comprar a estos países que, en efecto, desaparecerán. No tiene sentido. Y el peligro es que estos países ni siquiera vean este dinero, es por eso que Estados Unidos se ofreció a promover 100.000 millones de dólares al año, que es dinero imaginario porque no creo que eso vaya a suceder. La parte que le corresponde a Estados Unidos de eso, en base a nuestra contribución a la acumulación de carbono en la atmósfera, [la parte que le correspondería aportar] sería del 27 por ciento, 27.000 millones de dólares al año. ¿Usted cree que el Congreso va a votar a favor de entregarle 27.000 millones de dólares al año a estos países pobres? Eso no va a suceder”.

Le pregunté al Presidente de Bolivia, Evo Morales, cuál es la solución que él propone. El Presidente Morales recomienda “que mejor pueden destinar todo el gasto de la guerra. Estados Unidos en vez de estar gastando en las tropas en Irak, en Afganistán o en las bases militares en Latinoamérica, esa plata debería ir para resarcir los daños causados por Estados Unidos. Eso por supuesto no son 100.000 millones de dólares, por lo menos deben ser trillones y trillones de dólares. ¿Cómo vamos a gastar plata para matar y no para salvar vidas?”. Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, los 15 países que tienen los presupuestos militares más altos del mundo gastaron en 2008 alrededor de 1,2 billones de dólares en sus fuerzas armadas.
Erich Pica, presidente de Amigos de la Tierra Estados Unidos, una de las principales ONGs a las que les quitaron sus acreditaciones, criticó el resultado de las negociaciones de Copenhague. Escribió: “Estados Unidos forzó un acuerdo muy débil que fue negociado a puertas cerradas. El llamado ‘Acuerdo de Copenhague’ está repleto de promesas vacías”. Pero también aplaudió a los “ciudadanos preocupados que marcharon, realizaron vigilias y enviaron mensajes a sus líderes, que ayudaron a generar un impulso imparable en el movimiento por la justicia climática”.
Muchos sienten que la alteración de Obama del proceso de negociaciones que se estaba desarrollando en Copenhague puede haber hecho fracasar fatalmente 20 años de negociaciones sobre el clima. Sin embargo, Pica tiene razón. La cumbre sobre cambio climático de Copenhague no logró alcanzar un acuerdo justo, ambicioso y vinculante, pero inspiró a una nueva generación de activistas a sumarse a lo que se reveló como un movimiento mundial por la justicia climática maduro y sólido.
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Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
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“La pintura es la continuación de la política por otros medios”

ENTREVISTA AL ARTISTA PLÁSTICO GERMÁN GARGANO

Germán Gargano fue preso político ocho años en la última dictadura militar, la época más oscura de nuestra historia. Estuvo detenido en Sierra Chica, La Plata; y allí, como algo impensado, descubre su vocación por la pintura. En ese contexto, y a través de cartas con ejercicios que intercambiaba con su gran maestro, el pintor Carlos Gorriarena, afianza y consolida su pasión por la pintura. Luego de haber estar detenido se recibió de psicólogo.

Por Natalia Benavidez
El año 1991 fue consagratorio para el pintor. Ganó la Beca PollockKrasner, otorgada por la fundación que se formó con el legado que dejaron Jackson Pollock y su esposa, la también pintora Lee Krasner. Fue el segundo artista argentino en obtener esa beca. El Museo Nacional de Bellas Artes compró su pintura El Réquiem, con la ayuda de la Fundación Antorchas y de la Galería CDS de Nueva York. Realizó el mural cerámico Santuario (de cinco metros de largo por un metro veinte de altura), para la estación Pueyrredón de la línea B de subterráneos y fue invitado a participar en la Bienal de Cuenca, Ecuador. Finalmente, también en 1991, presenta su primera muestra en Estados Unidos, donde hasta la fecha lleva realizadas diez exposiciones, entre individuales, grupales y colectivas. Gargano, un artista que a través del arte refleja su “relación” con la política que marcó aquellos años tan difíciles.

- En la ciudad de La Plata, mientras estabas detenido, nace tu relación con la pintura, como consecuencia de tener que elegir entre la pintura y la carpintería cuando te ofrecieron como actividad de “recreo”, y teniendo en cuenta que por aquellos años estabas estudiando medicina. ¿Qué te impulsó a esta elección?

- En realidad se podía hacer carpintería, talla en hueso, pintura y otra especialidad. Eran cuatro o cinco cosas. Con la pintura nunca tuve que ver. Con la carpintería tenía una relación más cercana, a mi viejo siempre le gustaron las herramientas, pero tampoco tenía que ver con la carpintería pero le gustaba tener la mesa de carpintero. Mi papá se había echo una, tener unas buenas herramientas y de pronto hacer algo. Siempre me quedó esa cosa linda de la carpintería. Entre las opciones que había, y debo haber recordado (en ese momento) que en casa cuando yo era chico, esa cosa de valorar una mesa de carpintero, una buena herramienta. Entonces me dije: “qué bien, a lo mejor hay algún taller que nos llevarán ahí a hacer algo porque en la celda no sé puede, está bueno, carpintería ya está”. El grupo de gente, que éramos cinco, seis, siete, que estábamos más juntos en los llamados “recreos” (en términos carcelarios recreo se define a salir al patio a caminar y hablar con el resto), teníamos más afinidad. Había un escritor; un científico-físico; un antropólogo. Entre nosotros estábamos más en contacto, charlábamos de literatura, de política, pero sobre todo teníamos afinidad cultural, de cine. Uno de ellos dijo vamos hacer pintura. Si elegía carpintería me iba para otra ranchada. Entonces seguimos juntos y dije: vamos hacer pintura. No fue porque dije: ah qué bueno, fue para seguir juntos. No sé podía hacer nada en la cárcel. Te daban algunos libros por mes que traían las visitas y solamente tenías eso (los libros) y el espacio llamado recreo. En este contexto, empecé efectivamente hacer pintura. Me la tomé en serio, me empezó a gustar. Empecé a pintar, a hacer cosas, y en conjunto con ese beneficio que me dieron, también se podían empezar a entrar libros de estudios. Había estado prohibido durante seis años. Eran libros de medicina, en esos años estaba estudiando medicina. Cuando comencé a participar en los recreos, volvía a mi celda y leía ocho horas y pintaba dos horas. Luego fue cambiando, pintaba ocho y leía dos. Un día un guardia me encargó que le haga el retrato de la hija, y me trajo la foto se lo hice en acuarela. Una de las cosas a la que le tomé mucho gusto es la acuarela. Esta fue la manera que nace la relación con la pintura.

- ¿Qué etapas tuviste que atravesar durante la detención y posterior a la detención para ir definiendo al artista plástico?

- No tenía un planteo de ser un gran pintor. Iba a retomar medicina cuando saliera. Desde los 10 u 11 años es algo que yo quise seguir. Esto me gustaba mucho y me había embalado. Cuando salí fui al taller de Carlos Gorriarena, eran clases obligatoriamente por correspondencia, y una correspondencia no fácil por las circunstancias. Así que el procedimiento era numerar las zonas pintadas en la parte de atrás de la hoja y yo hacía una especie de copia en chico a “grosso modo”. Cada vez que ponía un color, lo ponía también en un papel más chico y en el mismo lugar. Así, al final tenía la copia entera para que cuando me llegara su devolución y él me escribiera sobre tal o cual zona (por ejemplo, la zona conformada por 3-4-6-8-9) supiera a qué se estaba refiriendo. Y como a parte de tener yo la copia de referencia no habían pasado tantos días y lo tenía fresco mentalmente, podía ubicarme. Luego tapaba con un papel las zonas que me criticaba y veía que efectivamente el resto mejoraba. Y a la inversa. No mucho más, era suficiente. También Carlos, a partir de dichos trabajos-ejercicios, y ejemplificando así en concreto, me hablaba por escrito de toda una actitud para entrar en relación con la pintura a partir no de reglas académicas o del estudio teórico sino del ejercicio visual, de un entrenamiento de la mirada, que siempre era lo medular de su enseñanza: aprender a ver, la sensibilidad de la mirada para advertir dónde uno estaba jugado por entero en el trabajo, y dónde no. Dónde uno sin dejar de ser uno puede ir más allá de lo que sabe de sí mismo, y por lo tanto poder así, sorprenderse de lo que vale la pena sorprenderse. Me enganchó mucho el criterio de trabajo de Gorriarena. Me gustó mucho lo que escribía, por ejemplo en una carta decía: “el equilibrio se llega, es intransferible, es de cada uno...” Esto que es para la pintura, pero va más allá, tenía mucho que ver con una actitud de vida, que abarcaba ya otras cosas, la forma de decirlo, y me encontré en sintonía. No era por el término técnico-pictórico, era por una cuestión de pensar las cosas, de vivirlas. Nunca me había planteado dedicarme a la pintura.

- ¿Influyó en tus obras haber estado detenido en la época de la dictadura?

- Definitivamente. No sólo eso, sino también todo lo vivido en los setenta, todo lo que uno de la adolescencia en más estuvo metido, en la cuestión política y sus consecuencias, personales o sociales. Siempre pensé que uno puede pintar una manzana y dar tanto o más testimonio que algunos que pueden dedicarse a pintar torturados. Yo pinto y pinté siempre con ese espíritu, más allá de que yo lo haya vinculizado por ahí porque bueno, es con lo que he convivido. Es muy personal. Por ahí otro estuvo preso y pinta cosas más intimistas. En mi caso, estuvo muy atravesado.

- ¿Se podría sostener que tus pinturas están atravesadas por lo político, o más bien son “escape” de ese momento doloroso?

- Escape no. Lo político está presente. No sé si definirlo en cuanto a mi relación personal con lo político y mi relación personal con la experiencia vivida. Escape en el sentido de sacar afuera lo que uno podría traer, posiblemente pueda ser una consecuencia. Yo trabajé con mi experiencia de vida. Incluso la experiencia de vida de ese momento que pintaba y lo que había atravesado. No porque eso me hiciera sentir mejor. Me hacía sentir mejor producir. Sentía que tenía algo que decir sobre mí y creo que eso es lo que más me vincula conmigo mismo. La pintura siempre la entendí que no puede estar ajena a la relación con uno mismo y qué voy a pintar. La vida de uno es mucho, todos tenemos una infancia. Uno queda marcado por muchas cosas. Uno sale de 10 años de cana y escribe sobre el amor y no sobre la tortura, depende de cada uno. Yo sentía que ahí, más intensamente, me relacionaba conmigo. Es decir que lo mío no tenía una función política hacia el afuera, ni como descarga que eso me hacia sentir bien porque me liberaba de fantasmas. A lo mejor como consecuencia de eso se produce. Era algo que yo tenía que decir y que me respondía en el diálogo el cuadro en eso que yo hacía. La experiencia de lo que viví y de lo político, porque esa experiencia esta atravesada por lo político, pero también es una experiencia de vida de lo que pasé, de todo el clima que se vivió en esa época, cómo afecto, a veces íntimamente. El cuadro es un reflejo de las situaciones que atravesé. Esas imágenes de las que pronto parto, porque a veces son imágenes que veía en diarios y esas me impactaban. Son imágenes que por un clima que esta en la imagen, porque hay muchas imágenes políticas, y a mí nunca se me dio por pintar un retrato del Che Guevara. No me dice nada y hay otras que a veces son un enjambre de cosas y hay otras que me dicen mucho.

- ¿Cómo era Carlos (Gorriarena) como maestro y como artista?

- Carlos como maestro era muy generoso y siempre atento al proceso de cada uno. Es decir que no se guiaba por parámetros exteriores sobre lo que debe o no hacerse, sobre ciertos ideales a alcanzar sino por aquello personal y muy propio que aparecía en nuestros trabajos. Ahí sí era muy crítico cuando eso no sucedía. Lo importante para él era siempre estar vigilante a que uno no se apartara de uno mismo y al riesgo puesto en cada trabajo para que eso apareciera. Sabía muy bien objetivar las cosas valiosas de cada uno, y siempre las sostenía, nos ayudaba a sostenerlas. Era una rara conjunción de una mirada crítica y sin concesiones y a la vez para nada persecutoria ni sancionadora, siempre se lo sentía hablando desde uno, desde lo que cada uno tenía para decir con la pintura. Y como artista era y es un grande. Su pintura puede ser de primera línea en cualquier lugar del mundo. No hay mentiras ni cáscara. Nunca trató de capitalizar sus propios logros, no se construyó muletas, ni se construyó un estilo formal. Siempre estaba en un diálogo y una relación muy íntima con la realidad y con sus circunstancias vitales, y es eso lo que volcaba en sus trabajos. Así, daba a ver en sus cuadros, esa relación tan personal que sabía tener consigo mismo y con su entorno.

- ¿Qué se conjuga a la hora de pensar en arte como una manera de hacer política y a la inversa?

- Creo que la pintura es como la continuación de la política por otros medios, entonces creo que actuaba así en mí, incluso la elección de la pintura, no sólo lo que pueda pintar. La continuación de la política por otros medios sería en el sentido de no estar camuflando, usando un medio, para decir una cuestión política. Estoy hablando de la relación, no es que yo quiera hacer política por medio de la pintura, en el sentido del mensaje. Para mí esa sería una relación utilitaria, es decir que vos utilizas la pintura para transmitir un mensaje. No es mi manera de relacionarme, no me la creo mucho en mí. En el sentido de la continuación de la política por otros medios, sería en el sentido de no estar camuflando, “usando” un medio para decir una cuestión política. No me refiero a la pintura o al mal uso de la pintura. Así lo defino, es la continuación de la política por otros.

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