CHILE: SEBASTIÁN PIÑERA SERÁ –POR SEGUNDA VEZ- EL SUCESOR
DE MICHELLE BACHELET
La
abstención es solo el telón de fondo de una crisis institucional, política y
social que viene desarrollándose desde los 90. Es resultado de la cobardía de
la coalición política gobernante que frustró las esperanzas de un profundo
cambio democrático con justicia social después del terrorismo de Estado. Sin
embargo, lo que vino fue un fraude que mantuvo en pie lo esencial del modelo
que montó la tiranía, incluyendo su Constitución, sus leyes e instituciones.
Por Revista
Punto Final (desde Chile)
Sebastián Piñera debe agradecer a la Nueva Mayoría
que ha hecho todo lo posible por entregarle el mando de la nación. La coalición
de gobierno ha pavimentado el retorno a La Moneda del más prominente político
surgido de las filas del empresariado desde los tiempos del presidente Jorge
Alessandri (1958-1964). De estilos muy diferentes: aquel representante de la
burguesía industrial, presidente de la Compañía Manufacturera de Papeles y
Cartones, ex ministro y parlamentario. Y este, expresión audaz de la burguesía
financiera que gracias a la dictadura militar ha acumulado las más grandes
fortunas de nuestra historia. Aquel, independiente, parco en palabras, hizo de
la sobriedad un culto. Este, financista de la nueva derecha, locuaz hasta los
codos, hiperkinético.
Ambos representan distintas épocas del capitalismo
en Chile. El primero, una de relativo equilibrio de fuerzas en la lucha de
clases. Para quebrar el desafío popular no vaciló en cometer masacres como la
de la Población José María Caro (1962). El segundo, representa una época de
imperio absoluto del capitalismo y reducida confrontación social, salvo la
“revolución de los pingüinos” (2011) cuya fuerza inicial le hizo creer que era
el preludio de una insurrección popular.
Todo parece indicar que Sebastián Piñera será -por
segunda vez- el sucesor de Michelle Bachelet. Hasta puede ganar en primera
vuelta debido al nivel de desafección ciudadana con la política y los
políticos. La derecha pos dictadura mantiene un sólido capital de votos algo
superior al 40%. Solo dos candidatos de la Concertación, Patricio Aylwin (1989)
y Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1993), lograron pasar la vara de la mayoría
absoluta. Ricardo Lagos (2000) y Michelle Bachelet (2006 y 2014) llegaron
acezando a la segunda vuelta con apoyo de la Izquierda. Bachelet ganó por
segunda vez en 2014 -ahora con apoyo oficial del PC- pero solo votó el 41% del
electorado. En las municipales de 2012 ya se había registrado 60% de abstención
que dejó atónita a la casta política.
No hay indicios que la abstención vaya a dar tregua
el próximo 19 de noviembre. Esto favorece la opción de Piñera. El núcleo duro
del electorado de derecha se encuentra en las comunas de altos ingresos. La
abstención es mayor en las comunas pobres. En 2010 Piñera obtuvo en segunda
vuelta 51,61%, derrotando a Frei Ruiz-Tagle (48,39%). La abstención solo fue
del 12,32%, porque el voto era obligatorio.
La abstención es solo el telón de fondo de una
crisis institucional, política y social que viene desarrollándose desde los 90.
Es resultado de la cobardía de la coalición política gobernante que frustró las
esperanzas de un profundo cambio democrático con justicia social después del
terrorismo de Estado. Sin embargo, lo que vino fue un fraude que mantuvo en pie
lo esencial del modelo que montó la tiranía, incluyendo su Constitución, sus
leyes e instituciones.
La alegría prometida no llegó y menos aún el cambio
social. La democracia representativa, el Estado de derecho y el respeto a los derechos
humanos configuran sin duda una situación muy diferente a la dictadura que
Chile vivió durante 17 años. Se trata, sin embargo, de conquistas que se
requiere profundizar y ampliar al plano de la economía, los derechos sociales y
la cultura. La democracia volvió a Chile pero solo “en la medida de lo
posible”. La falta de convicciones democráticas de los gobernantes -de todo el
escalafón institucional- puso en marcha lenta -y finalmente paralizó- una
transición que debía conducir a Chile a una fase superior de la democracia y la
justicia social.
El estancamiento de la transición -que debía partir
con la convocatoria a una Asamblea Constituyente- hizo aumentar el proceso de
putrefacción de las instituciones heredadas de la dictadura. La corrupción es ahora
una gangrena que ha escalado a los más altos niveles de la administración civil
y de las fuerzas armadas y policiales. Aparecen evidencias de complicidad del
narcotráfico con autoridades y partidos políticos. Como corolario está el
inmutable ventajismo y poder del empresariado nacional y extranjero, cuyas
ganancias se han multiplicado en la pos dictadura mientras la mayoría de los
trabajadores y jubilados recibe ingresos de miseria y mueren en listas de
espera de los hospitales.
La casta política está como ausente de la ira que
está fermentando en la base social. La llamada “centroizquierda” no ha hecho
nada por diferenciarse de la “centroderecha”. Ambos bloques son dos caras de
una misma moneda. Las reformas del último periodo (educacional y laboral) no
cuentan con el apoyo ni de sus presuntos beneficiados. De allí la apatía y
desinterés con que se llega a las elecciones de noviembre.
Asimismo es necesario reconocer que la desaparición
de una Izquierda anti oligárquica y latinoamericanista ha permitido que la
crisis se prolongue más de la cuenta. Reconstruir la Izquierda es el deber de
nuevas generaciones que se planteen remover las carcomidas estructuras que
subsisten por ausencia de una alternativa popular.
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